Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Escribía en el comentario titulado Intuitiva Desde la razón el mundo se vuelve frío y eso es bueno para el alma de los burgueses como yo (o yo tengo una parte de burgués que no evito) porque permite meditar sobre las cosas desde, digámoslo así, cierta altura, con cierta ironía.Leo los acontecimientos de los hombres desde el futuro de esos hombres y siento penilla como cuando un niño pequeño suelta una ingenuidad que provoca hasta compasión.. Y a continuación enumeraba una serie de nombres. Al releer el artículo sentí cierta altivez en el comentario como si yo me pusiera por encima de esos hombres y su ingenuidad me condujera a la compasión.
Quiero matizar este párrafo: este sentimiento me viene provocado por la lectura que hago de los historiadores, por la sensación de que lo que hoy consideramos incuestionable, habrá sido cuestionado dentro de dos mil años (si antes las tormentas solares que se avecinan en 2012 no acaban con nosotros), inevitablemente. Mi sentimiento es de ingenuidad del presente, de ignorancia del presente. Como los historiadores hacen ver lo equivocado de las creencias de Ptolomeo el geógrafo y su concepción del mundo. O cuando yo mismo leo, directamente en las fuentes, La Historia Natural de Plinio y ciertas anécdotas me sorprenden por lo descabelladas que son. Como es ya descabellado lo que hoy pensamos... dirán dentro de 2000 años.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/02/2010 a las 12:42 | Comentarios {0}


Intuitiva
Desde la razón (que es, valga la tautología, lo más razonable para explicarse los asuntos que nos acontecen) puede no tener el más mínimo interés. Mirar hacia atrás, darse cuenta desde una particular perspectiva de los motivos de los comportamientos humanos, es francamente relajante. Desde la razón el mundo se vuelve frío y eso es bueno para el alma de los burgueses como yo (o yo tengo una parte de burgués que no evito) porque permite meditar sobre las cosas desde, digámoslo así, cierta altura, con cierta ironía. Leo los acontecimientos de los hombres desde el futuro de esos hombres y siento penilla como cuando un niño pequeño suelta una ingenuidad que provoca hasta compasión. Figuras capitales como Arquímedes o Tales de Mileto o Ptolomeo III Evergetes o Zaratustra o el Hombre Anónimo que dejó, sobre la piedra de una gruta, inscrita su mano en rojo o la Autora de una parte de la Biblia, la cual vivió en el siglo X a.C., que escribió la denominada escritura yahvista (en oposición a la eloista) porque nombraba como Yahvé al Dios del Antiguo Testamento en vez de los anteriores que lo llamaban Eloi (aunque de nuevo haya ideas opuestas como la del historiador Harold Bloom que asegura que la escritura yahvista es anterior a la eloista. Bloom es también el que asegura que fue la mano de una mujer la que escribió este Antiguo Testamento).
Todos estos seres, tantos, tan lejanos. Con sus ideas. Con sus circunstancias. Desde ahí, digo, la curiosidad de que el otro día quedara con César y con Tere en la calle de Serrano, lugar por donde pasa -y pasaba- el autobús en el que iba al Instituto Santamarca: que luego César me llevara a casa de mi madre y que para ir atravesáramos primero la calle donde vivía Andrés, casa en la que transcurrió tanto y tanto de nuestra adolescencia y juventud, luego la calle donde viví con mi primera mujer, Naya, luego la calle donde vivieron los padres de César y él, y donde también pasamos muchas tardes, a continuación la casa donde vive mi hija y mi segunda mujer, y donde yo viví once años, y llegáramos, claro, a la casa donde nací y viví diez y ocho años de mi vida y me dejara luego en la casa de Pedro, donde vivo actualmente y que este recorrido no hubiera sido premeditado en absoluto y que, para más inri, al día siguiente, fuera a hacer la mudanza de las cosas que me quedaban en casa de mi última pareja, todo este recorrido involuntario, insisto, puede que no tenga interés desde la razón pero desde la intuición (esa otra gran forma de pensamiento humano) es rico, volcánico y atractivo. Desde la intuición el mundo se vuelve vigoroso y excitante. A veces pienso que el Arte no es más que la Historia del Pensamiento Intuitivo.
Todo ocurrió en veinticuatro horas. Todo se dio por una serie de casualidades curiosas: César y Tere no iban a estar en su casa al día siguiente (algo excepcional. Suelen estar casi todos los sábados del año) y me tenían que dar unas llaves para que pudiera entrar . Es a su casa a donde he trasladado todas mis cosas a la espera de tener casa propia. Al mismo tiempo tenía que ir a recoger el seguro del coche a casa de mi madre porque justo al día siguiente vencía el anterior y yo tenía que conducir. Llevamos a Tere a su coche que lo tenía en el aparcamiento del Auditorio Nacional. Y César y yo elegimos el camino más corto desde donde estábamos hasta donde teníamos que ir. Y de repente ambos nos dimos cuenta de que intuitivamente estábamos recorriendo una gran parte de los lugares donde ocurrieron hechos importantes de mi vida ( y de la suya, claro, somos amigos desde hace 32 años) justo el día anterior al que, definitivamente, abandonaba la casa que fue mi hogar durante cinco años.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/02/2010 a las 20:23 | Comentarios {0}


De Poemas Póstumos I (1923-1937). César Vallejo


Me moriré en París con aguacero
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.

Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.

César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro

también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...

Este poema siempre me recuerda a Luis Otero, mi viejo amigo. Si el poeta me lo permite, a él se lo dedico
.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/02/2010 a las 13:54 | Comentarios {1}


Escrito por Violeta García-Loygorri Tinajas


Sueño
En un rincón del parque del Retiro, cerca de La Rosaleda, había una gran cascada y al lado un espacio vacío. Se contaba que en las noches de luna creciente aparecía una bonita escultura de una mujer recostada tocando el laúd; cuando lo tocaba, la cascada dejaba de caer y permitía vislumbrar una gruta.
Una noche, Tania, una niña de once años, escapó de su casa cegada por la rabia hacia otra niña que decía que todas esas historias eran mentira ¡Le demostraría que estaba equivocada!
Entró en el parque, llegó hasta La Rosaleda y... ¡En efecto! escuchó el sonido bonito y pausado del laúd. Se acercó al lugar del que provenía la música y... allí estaba la escultura de la mujer y la gruta. En su interior se adivinaba un pequeño fulgor. Se armó de valor y ya se disponía a meterse dentro cuando tropezó con algo y cayó. Todo lo que pasó a continuación fue maravilloso y extraño a la vez. Una vez hubo caído, descubrió maravillada que se hallaba en un reino de Rocío y Luz; estaba totalmente sola, no tenía miedo, todo lo que veía era precioso y agradable, ni siquiera le dolía la herida que se había hecho en la rodilla ni se daba cuenta de que había perdido un zapato, tan sólo contemplaba entusiasmada el nuevo descubrimiento. Sin darse apenas cuenta recorrió todo el lugar y comenzó a cantar una extraña melodía que hacía que su voz sonase hueca y triste. Al principio sonaba bien pero luego empezó a sentirse cansada, muy cansada, y se desmayó.
Cuando se despertó estaba en una cama muy rara, con dos personas a su lado contemplándola. Le contaron lo ocurrido y que se había metido en el reino de la Reina Soraya, y que todo el mundo que se metía allí desaparecía. Por suerte ella había sabido resistir. Comió y bebió angustiada y muy asustada. Le contaron también que había dejado allí el zapato, y que así ya nadie corría peligro, porque la magia se había roto.
Ella sólo recordaba una voz femenina que decía, ¡Fuera, vete! Jamás volvió para descubrir aquel misterio, pero estaba contenta porque sabía que nadie corría peligro, al menos por el momento...

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/02/2010 a las 20:21 | Comentarios {0}


Texto extraído de la nota 2 del capítulo 5 del libro Ideas escrito por Peter Watson. La nota pertenece a un extracto de un texto de Mircea Eliade titulado, Patterns in comparative religion.


Sobre las Creencias (9)
Los khonds, una tribu dravídica de Bengala, ofrecían sacrificios a las diosas de la tierra. La víctima, a la que se denominaba meriah, era comprada a los padres o podía ser hija de anteriores víctimas. Los meriahs vivían felices durante años y eran considerados seres consagrados; contraían matrimonio con otras "víctimas" y se les entregaba un terreno como dote. Unas dos semanas antes del sacrificio, se cortaba el pelo de la víctima en una ceremonia a la que asistía todo el pueblo. A ello seguía una orgía y el meriah era conducido a una parte del bosque cercano aún no profanada por el hacha. Se le ungía con mantequilla derretida y otros aceites y flores, y luego se le drogaba con opio. Se le mataba ya fuera golpeándolo, estrangulándolo o asándolo lentamente en una pira. Luego se le cortaba en pedazos. Los restos se llevaban de vuelta a las aldeas cercanas, donde se los enterraba para garantizar una buena cosecha.

Ensayo

Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/02/2010 a las 19:04 | Comentarios {0}


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