Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Carta a Julia

         Querida Julia:
Disculpa el que este año me haya retrasado dos días en felicitarte por tu cumpleaños. El pasado día 8 habrías cumplido 111 años y seguro estoy que, al visitarte, te habría sorprendido haciendo un buen guiso para calentarse en estos primeros días del otoño.
Esta mañana he estado mirando tu fotografía y me he preguntado si en tu viaje por la muerte te acuerdas alguna vez de nosotros, los vivos, los que aún estamos envueltos en el velo de Maya de la supuesta realidad. Sí sé que en esas dimensiones que ahora habitas te habrás encontrado con Nilo que recién acaba de llegar allí. Cuidaos entre vosotros, a los dos os vendrá bien pero sí te pido que lo cuides tú un poco más porque él acaba de llegar como quien dice y debe de andar un poco despistado. No quiero hablarte mucho de él. Prefiero que lo vayas conociendo.
La civilización occidental ha acelerado este año su final. El arte y la literatura entonan el gorigori y ya sabes que cuando estos dos elementos de la memoria humana colapsan, falta poco para que colapse todo lo demás. El gobierno del mundo está en manos de gentes autoritarias, la mayoría fascistas, con lo cual dentro de muy poco una guerra de dimensiones planetarias arrasará y muchos seres vivos sufrirán los tormentos del terror. Sólo como ejemplo te diré que nuestro querido mar Mediterráneo se ha convertido en el mayor cementerio marino del mundo a base de miles y miles de ahogados que deseaban arribar a las costas europeas desde el continente africano en busca de una vida menos atroz. La sociedad postindustrial y sus cachivaches ha conseguido idiotizar a la mayoría de la juventud -ya de por sí la juventud suele adolecer de entendimiento (como debe ser por otra parte)- haciéndoles creer que son más libres porque tienen en sus manos unos aparatos llamados teléfonos móviles que en realidad los hace esclavos de su luminosidad y de su ideología. Y aquí, en España, en tu querida tierra, la estulticia y la barbarie vuelven a ser las dueñas del cotarro.
De mí poco te hablaré porque estoy triste y descreído y aunque todavía algunos ángeles con forma humana me sostienen entre sus alas que parecen brazos y me confortan en la adversidad, siento un tedio que más parece ala de cuervo que sombra de rebelión.
Esta año sí voy a terminar esta carta con un deseo: desearía, Julia, que el año que viene, si aún sigo en este purgatorio, me escucharas más entusiasmado porque eso querría decir que por fin conseguí no esperar nada.

Te quiere siempre, siempre
Fernandoski
 

Epistolario

Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/11/2025 a las 18:33 | Comentarios {0}




Sin palabras
Nilo en el jardín junto a las rosas silvestres
Nilo en el jardín junto a las rosas silvestres

Imagen

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/11/2025 a las 19:06 | Comentarios {0}


Nilo y yo en el camino. Fotografía de Liana Luchini Solano. 12 de octubre de 2025
Nilo y yo en el camino. Fotografía de Liana Luchini Solano. 12 de octubre de 2025

Nilo

Un mes de mayo de 2012 fuimos mi hija y yo al Refugio, un centro de acogida para perros abandonados. V. quería un perro. Estaba en la edad de querer uno y yo estaba en la edad de poder concederle ese deseo. Paseando por el recinto V. se fijó en un perrillo de dos meses, un chucho casi negro por entero excepto por el final de las patas, parte del morrillo, el pecho y la punta de la cola que eran blancas como las cimas de las montañas del Himalaya. Recuerdo que V. me lo señaló con el dedo índice de su mano derecha y sonrió. Justo en ese momento la responsable del centro me llamó y me pidió que habláramos aparte un momento. Me dijo que ese perro tenía parvovirus y que era posible que no saliera adelante pero V., cuando se lo dije, aseguró que saldría adelante, seguro que saldría. Nos fuimos con él y en el coche pensamos en su nombre. V. quería llamarlo Milo pero cuando se puso a hacer pis en el asiento de atrás le dije ¿Y por qué no lo llamamos Nilo? V. rio y aceptó. El día que fuimos a por él era un sábado por la mañana. Esa misma noche Nilo tuvo una crisis tremenda. Lo llevamos a una clínica veterinaria de urgencia. Le inyectaron la jeringa de antibiótico más grande que he visto en mi vida y al salir la veterinaria me dijo que era muy posible que muriera en las siguientes veinticuatro horas. No murió. Ayer, cinco de noviembre de 2025, murió y parte de mí ha muerto con él.
Han sido casi catorce años de una amistad a prueba de vida; juntos hemos caminado el tiempo; juntos nos hemos consolado de las desgracias del vivir; juntos hemos jugado, reído, amado, dormido; juntos hemos visto los más hermosos atardeceres en el jardincito que teníamos. En el jardín hay unas rocas donde yo me sentaba y él siempre subía y se sentaba junto a mí y los dos, muy serenos, contemplábamos el mundo que se abría ante nuestras miradas; junto a él me he sentido seguro, protegido; junto a él he sido optimista; junto a él he recorrido cientos de kilómetros; juntos hemos remado y juntos hemos sufrido el abandono más terrible que se pueda vivir. Se ha muerto mi hermano, mi amigo, mi guía, mi consuelo y mi alegría.
Viaja sin dolor, hermano mío, mi perrillo, Nilo, como el río...
 

Memorias

Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2025 a las 18:51 | Comentarios {0}


Texto escrito a partir de un comentario radiofónico de Juan José Millás



Plexo solar

Hoy vivo en el plexo solar. Al despertar ya he sentido la opresión. He luchado. Siempre que habito en el plexo solar sé que he de luchar. Suelo conseguirlo. Probablemente sea porque mi abuelo materno fue militar de carrera.
El plexo solar alberga la desdicha de respirar con ansia. Cuando vivo en la rodilla, el tiempo es otro; nada importa tanto. La rodilla es la piedra. Por la piedra pueden pasar millones de años y apenas verá alterada su morfología. A los ojos de un hombre que de costumbre viviera en su plexo solar, nada en la piedra se vería alterado. Los ojos de un hombre que vive en su plexo solar son ciegos a las pequeñas variaciones de la vida. Porque la piedra vive. Que se lo digan a los muertos.
He luchado. Sólo que ha habido momentos en los que la atracción por el infarto de miocardio ha sido tan grande que me sentía una luna que orbitara alrededor de un planeta infartado. He hecho muescas en los olmos; he lanzado una pelota treinta veces; he mirado la lejanía; he hecho las labores cotidianas; he ido hasta el pueblo más cercano; me he encontrado con el carnicero que en su ciclo coincidía en que él también habitaba hoy en su plexo solar; he vuelto a casa; he cocinado; he comido; apenas he descansado; me he duchado; me he cortado las uñas de los pies y de las manos: me he afeitado; he paseado cuando el sol se dejaba caer... luchar, me digo, por llegar mañana hasta el taller y charlar con el amigo, quizás habitando en el cuello u obstruyendo un poco el colédoco, ¡quién sabe!. A cada día su afán. Vale.
 

Diario

Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/11/2025 a las 20:02 | Comentarios {0}



CORO: ¡Monstruo!

¡Qué caos extraño en las perreas!
¡Qué sinfín de plenitudes!
¡Se comban las huellas!
El aire desaparece.
La noche, desprovista de negro puro,
se agria y observa el cielo, su enemigo,
y quisiera matar una a una a sus estrellas.
Duerme, mi piececillo, duerme
que el sueño es amo del sentido.

¡Qué estruendo las bramaderas!
¡Cuántas iniciaciones!
¡Bulle el camino!
El agua desaparece.
La mañana, despierta y rosa,
se despereza y observa el fuego
como quien bordara un velo.
Duerme, mi piececillo, duerme
siempre a tu vera estoy, siempre a tu vera.
 

Poesía

Tags : Rapsodia en noviembre Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/11/2025 a las 19:13 | Comentarios {0}


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