No son palabras las que necesita Gaza. Es arroz. Es fruta. Es aire. Es calma. ¡Buen Pueblo de Israel vosotros sabéis de qué os hablo! Buen pueblo de Israel vuestro gobierno está compuesto por la descomposición. ¿Acudimos a la Torá? ¿Nos ponemos regios? Si los carniceros, los maquinistas, los sastres, las doctoras, los albañiles, las amas de casa, las cocineras, las maestras, los deportistas, las equilibristas, los químicos... si la mayoría del pueblo alemán no hubiera sido cómplice de la masacre nazista otro gallo hubiera cantado. Spielberg, rueda, por Jehová te lo pido, un canto al gueto de Gaza como ya lo hiciste con el gueto de Varsovia. ¡Buen pueblo de Israel acabad con el crimen! Dejad de sentiros culpables por enésima vez. La tolerancia sólo ha de ser intolerante ante la intolerancia. No puede ser. No es justo. Semejante venganza no es justa y menos aún cuando parece que subyacen intereses espúreos, ajenos al ataque miserable de Hamás.
Uno de los lugares en los que he sentido una mayor emoción fue en El Mémorial de la Shoah sita 17 rue Geoffroy l'Asnier de la ciudad de París. Era tanto el peso del sufrimiento. Tan constante. Era tan abrumador, cada rincón, cada imagen, cada objeto. Una sensación de sin aire. Está tan cerca todo aquello. No han pasado cien años. Quedan aún miles y miles de supervivientes de aquella sin razón, de aquella barbarie, de aquel dolor inmenso que el ser humano le infligió al mundo cuyos gritos aún resuenan, se escuchan, claman... como hoy en Gaza. No es una comparación banal. Es necesaria, buen pueblo de Israel, benditos seáis vosotros y vuestros descendientes por los siglos de los siglos.

Lo irreparable. Fotografía de Gilbert Garcin
Tendrá que volar y contenerse. Acudirá a los médicos que corresponda. Ingerirá los fármacos prescritos por cada uno sabiendo como sabe que unos anulan a otros y así se llega hasta la otra orilla. Asimilará la callada por respuesta. Dejará de hablar para siempre del tema. Sabe que a partir de entonces vivirá tan sólo dentro, a lo profundo del hígado, donde las almas remolonean y cantan canciones que nadie inventó.
Será fuerte. Será capaz. Desde lo alto de las enredaderas lo verá todo liso como una vez cuando niño vio el mar como una vidriera. No volverá a... No sentirá el impulso de... No saldrá corriendo cuando la noche deja de ser del todo negra para vagar por los caminos vestido con un camisón blanco que no es propio de machos. Quizás un día, a la vuelta de muchos años, ignore y será ese el momento en el que pueda respirar hondo y crea salir de un sueño que se fue acercando sin provocarlo al tempo de la pesadilla.
Hasta entonces silencio. Hasta entonces las corrientes marinas, el viento en las cimas, la carrera de un corzo que surgió de la espesura de los bosques, el cruce con paso, la línea que divide, no leer, no especular, quedar callado, suspendido... hasta entonces, sí, hasta entonces...
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/05/2025 a las 17:50 |
Iba a emprender el viaje. La miró con la mirada que se pone cuando se sabe que se ve por última vez aquello que se mira. Y sintió todo el peso de la nostalgia en su espalda. Sabía por qué se marchaba. Sabía que aquella maldita decisión estaba bien. Sabía que a veces lo bueno duele como una tortura. ¿Cómo le gustaría llamar por última vez la habitación en la que ahora se encontraba? ¿Escritorio? ¿Despacho? ¿Taller? ¿Biblioteca? Miró las dos mesas que había y le volvió a resultar milagroso que siendo como era la habitación tan chica, ambas mesas respetaran el espacio vital de la otra. ¡Cuántas horas! ¡Todo aquello! Recordó el día en el que cogió un trozo de adoquín de unos sacos que contenían cientos y cientos de trozos de adoquín, los cuales estuvieron durante varias semanas colocados en las veras de los caminos que rodeaban su casa; lo cogió para que ejerciera la función de sujetalibros de una de las estanterías voladas que había puesto en una de las paredes de la habitación en la que ahora se encontraba, la que miraba por última vez, donde tanto imaginó, donde un día supo que no había sido una buena persona. No fue ese descubrimiento el que le lleva ahora emprender el viaje, eso lo barruntaban sus tripas desde hacía años. Demasiadas veces le habían llamado diablo. Demasiadas personas se habían apartado, espantadas, de ella. Lo que sí ocurrió fue que una mañana al sentarse para iniciar su labor, sintió con una claridad y un pasmo que la sobrecogieron, que no era, que nunca había sido una buena persona porque sólo ése podía ser el motivo para que los otros -mis querido Otros, se decía en íntimo monólogo interior, que sois tan hermosos, tan veraces, que nunca habéis roto un plato; mis queridos Otros que siempre habéis actuado en consecuencia y os habéis sabido relacionar a la perfección; mis queridos hechos a vosotros mismos, con unas descendencias dignas de admiración- para que los otros -escribía- le abandonaran con cierta facilidad y ella nunca tuviera la fortaleza, la osadía, la no delicadeza de enfrentarte a ese desprecio y exigir explicaciones. Sólo una mala persona es incapaz de defenderse a sí misma. Y cuando estaba en estas disquisiciones que siempre terminaban produciéndole una explosiva sensación de ridículo, le vino a la cabeza, una vez más, la palabra ominoso y una vez más, después de más cuarenta años luchando con ella, después de haber buscado su significado en el diccionario una y otra vez, de nuevo, una vez más, no sabía a ciencia cierta cuál era su significado. ¿Era pesado? o ¿Era vergonzoso? ¿O no tenía nada que ver con eso? Ominoso, le gritó su mente; Ominoso, se lo susurró esta vez. No recordaba. Se sentó en el suelo. Se apoyó en una de las librerías que aún estaba arriostrada a la pared y al mirar hacia arriba vio que en la librería de enfrente, solitarios en una balda, como olvidados, estaban los dos tomos del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Bajó la vista. Cerró los ojos. La oscuridad, como anuncio de neón que parpadeara su luz sólo un instante, escribió en su vientre, ominoso, y se apagó.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/05/2025 a las 17:57 |
Ardía como la escarcha. Me dejaba mudo como quien suspira y descubre que se encuentra debajo del agua. No maldecía. No injuriaba. Dejaba que el aliento de la muerta me rozara por la espalda. Inquieto desperdiciaba una honda bocanada y me quedaba quieto, a la espera de que el maremoto me tumbara, me arrastrara junto con los cables de luces y teléfonos por una calle estrecha que moría en la mar. Recuerdo que mientras era arrastrado escuchaba la voz de Sara Vaughan desde un inmenso altavoz colocado por las autoridades en lo alto del campanile y aquella voz y aquel swing me protegían del terror que sentía al verme llevado aguas bravas abajo sin control ninguno por mi parte. Creo que en algún momento, antes de ser sumergido, grité algo así como, ¿No es esto estar vivo? y un coro de ángeles me respondió, Sí, sí, sí y tocaron, cuales niños por las calles nevadas de una apacible tarde de navidad, sus panderetas y sus zambombas. Morir era un regalo, el precio a pagar había sido vivir.
Cuento
Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/05/2025 a las 14:04 |
Elevarme a la esfera. Dejar el círculo de quintas. Beberme la cara del olvido. Dejar que la corriente del río me someta. Será el momento entonces. Un día un hombre se levantó con un dolor de líquidos y por la noche había muerto. La náusea no rodea. La espera sólo espanta. La esperanza es un cometa y el cometa es una trampa. Calla, loco. Calla, boca. Deja que la noche se vuelva tan oscura como el alma que soportas. Ni juzgues entonces. Ni siquiera medites. No quieras responderte a cómo un gobierno judío se volvió nazi. No quieras dolerte por el corpachón de matón del presidente de Occidente. Así son las circunstancias. Por eso elévate a la esfera. Atiende las sutiles emanaciones del éter y el paso de una luz por una tormenta. Escucha las notas que se esparcen por tu oído y que se quedan calladas en manos del tullido. No ejerzas función. No quieras nunca darlo todo. No vuelvas una y otra vez a la contienda que te trajo hasta aquí. Responde a todo: Porque sí. Porque sí mi niña te quiero. Porque sí aire te aliento. Porque sí fascistas os detesto y os temo. Porque sí no vuelo. Porque sí no llego. Porque sí no puedo.
Ensayo poético
Tags : Meditación sobre las formas de interpretar Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/05/2025 a las 13:41 |
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Ensayo
Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/05/2025 a las 19:17 |