Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
He salido de mí. De esta ausencia de todo. El mundo se ha desprendido como si fuera la piel mudada de una serpiente. Miro a los hombres y sus costumbres con la distancia de un gusano. Me alejo de sus conversaciones de café, de sus saltos absurdos, todos con red. Hay días en los que la certitud me absorbe y me quedo quieto, en una contemplación estúpida de lo que no merece la pena ser contemplado. Escucho los consejos que nadie ha pedido y me resultan de una vacuidad insultante. Siento la vergüenza que el otro (el que se dedica a aconsejar) no está sintiendo. Me regaño a mí mismo y me digo que el gusto que siento por la masturbación debe tener su correlato en la paja mental. Pajas mentales, me digo. Expulsión de pensamientos en absoluto certeros, sin fin, sin trayecto. El día avanza desde muy temprano entre el silencio y la decepción. Como la lluvia y los cielos muy grises que se descargan con una premura casi triste.
Me ensimismo con una competición deportiva. Abogo por la distancia como arma. Pasan las horas rápidas y necesito dormir mi quietud cuando la tarde se vuelve clara y los pensamientos siguen estancados. Despierto. Me ducho. Salgo a la calle. Miro las caras de las gentes y la belleza de algunas mujeres (me siento patético con esta constante búsqueda de otro cuerpo que me aguante). En la Plaza Mayor encuentro una escena bellísima: un hombre toca el acordeón, dos mujeres violines, y una pareja baila el viejo madrigal francés que los músicos interpretan. El gesto de la joven que baila es de una delicadeza antigua. El del joven con el que baila de una compostura caballeresca. Envidio esas manos que se están cogiendo, esos cuerpos que al unísono se mueven en un aire que en todo les pertenece. La sonrisa que ella le dedica. El gesto que él atesora para ella. Tanta belleza me duele.
Entro en el cine y veo una película moderna. Me aburro mucho con tantos muertos que se levantarán cuando la toma termine, con tantas explosiones controladas, con tantos primeros planos y colirio en los ojos. Me aburren los comentarios de los espectadores y los gestos de asco cuando una mano se introduce en los intestinos de un cadáver que no está muerto. Me dan ganas de gritar. Me dan ganas de protestar. Pero sé que es porque el mundo me ha abandonado. Porque soy un puto gusano.
La noche ha caído. Recorro el mismo camino. Hablo por teléfono con mi madre y me agrada su conversación. Entro en un bar. Me tomo un bocadillo de calamares y un par de cervezas. Crece la luna, como un cuchillo sarraceno, sobre nuestras cabezas. Sigo en mi silencio. Estoy en la habitación que de prestado ocupo. Me beberé una cerveza y leeré un rato.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/04/2010 a las 22:38 | Comentarios {0}


Estulticia: Locúra, bobería, necedad y falta de juicio. Es voz latina y de poco uso. Lat. Stultitia Palom. Mus. Pict. lib. 4 cap. 2 Cierta especie de estultícia y descuido digno de grave reprehension, es desvelarse los hombres en cultivar la hacienda que han de dexar à sus hijos.. Cast. Solorz. Donair. Prolog. Sin más que tu agudeza, tu estultícia.

Necear. v. n. Decir necedades ò porfíar neciamente en alguna cosa. Es formado del nombre Necio. lat. Ineptire Pic. Just. f. 274 Y todo lo demás que en tales ocasiones se suele necear.. Villeg. Erot. Od. 31. Solo con gracias a nosotros vengas/ y no con discreciones/ que es dulce el necear en ocasiones.

Necedad S. f. Ignorancia total de las cosas, en quien debía o podía saberlas. Lat. Ignorantia, Fatuitas Boc. de Or. cap. 5 Mejor es la ceguedad que la necedad, cá por la ceguedad témese hombre de caer en el foyo, è por la necedad témese de caer en la muerte. Quev. Fort. Tiene repartidas la necedad por los hombres estas infernales cláusulas: quien dixera, no pensaba, &c..

Necedad: Se toma también por el dicho ù hecho fuera de razón, nacido de la ignorancia de las cosas, ù de las circunstancias de ellas. Lat. Ineptia. Lor. Arcad. f. 179. Haciendo alarde de tus flaquezas, la que pudiera mas de sus necedades. Cerv. Quix. tomo 2 cap. 39. El haberse casado con un Caballero tan gentilhombre, y tan entendido como aquí nos le han pintado, en verdad, en verdad que aunque fue necedad, no fue tan grande como se piensa..

Necedad: Se toma asimismo por imprudencia, terquedad o porfía. lat. Imprudentia. Temeritas.

Bajo la sombra de este peligro, caminar es arriesgado. El camino se tuerce cuando asoma la necedad en sus veredas.
Piénsese: es la noche. Dos hombres están sentados. Uno frente al otro. En sus gestos se adivina la edad y todas las arrugas que ello conlleva. Arrugas de ánimo.
O: Una mujer desea a un hombre. Están en una cocina. Apenas se escucha el mundo fuera. Todo está dentro en ese instante de esas vidas.
Piénsese: Uno de los hombres le dice al otro, Y a ti te falta todavía algo esencial. Importantísimo. Te falta ser un cínico.
Esa noche transcurre. La vida pasa en esos alardes. Demasiado, piensa uno de los hombres, el que según el otro todavía no es cínico. Lo suficiente. Lo suficiente.
Las contradicciones pueden no ser necesariamente necias. Pero hay mucha necedad en las contradicciones.
No se puede alardear de humilde si la soberbia surge a cada rato. O el orgullo que es una soberbia burguesa.
No se puede alardear de libre si el deseo no se satisface con alegría. Incluso más, con encanto. Satisfacer el deseo con encanto.
Inmaduros. Egoístas. Agrestes (no sé por qué me surge este concepto). Asolados.
Piénsese: El hombre que no es cínico se llama D. y el hombre que aconseja serlo se llama Q. D. mira a Q.. Quisiera ser sincero. Quisiera poder hablar. Siente la furia de la lluvia en los cristales. Tras él. Al mismo tiempo siente una paz fuerte. Una paz que tira de él hacia dentro. Decide seguir escuchando.
O: la mujer se afana en una larga discusión sobre el sentido de la oportunidad y se alarma por unas valoraciones del hombre acerca de su interés por ella.
La necedad es un abismo. No tiene suelo. Se puede llegar hasta lo más intestino y dar vueltas en una explicación de las cosas, en un sucederse los sucesos que puede llegar a cegar ese resquicio de verdad que asoma siempre en nuestra lengua cuando estamos mintiendo. La necedad se alimenta de ausencias. Se alimenta de hambre.
Piénsese en la inseguridad de D. y Q.. Sobre la noche el temor asoma. No dejar al silencio que tome las riendas. Callarse. Mantener el silencio como arma defensiva. Ni siquiera necesitar morderse la lengua. Nada hay que decir. Todo sería necio. Porfíar neciamente es dañarse seriamente el hígado, piensa D. y también piensa, ¿Qué me pasa? ¿por qué he vuelto a perder el don de la indiferencia? ¿Cuántas veces habré de aprender lo mismo? ¿por qué me sigue mirando con esa miserable superioridad? ¿cómo no soy capaz de transmitirle mi perplejidad? Q., por su parte, aturdido de impaciencia y soberbia habla de que cuando él eligió a D. como amigo. Más: le eligió como discípulo y Q. mira fijamente a D. y continúa su escalada argumentando que aunque D. nunca lo hubiera reconocido él -Q.- fue su maestro.
O: la mujer que se llama Ll. sabe que no podrá dejarse llevar. Mira al hombre T. mientras muerde un pastelillo y sabe que no podrá llegar a él. Sólo si él se mostrara. Sólo si él se arriesgara. La baraja por la mano. Estrategias dirán los benditos estúpidos. Necedad pensarán los escépticos de sí mismos.
Necean los dos ejemplos. Nada se consolida. El tiempo se aburre sobremanera en esos falsos aproach. Llega la llaga hasta el estómago. Alguien quiere terminar la tarde de domingo y sumergirse en un baño de agua.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/04/2010 a las 11:19 | Comentarios {0}


Quise establecer una relación entre el hilo de plata y las vértebras
Lo quise con una fruición que casi rozó lo parvo
No me desanimé y seguí hablando sobre las ratas y las lunas
y luego caí en un sopor muy largo como de mil años
Me levanté temprano y tracé un recorrido
no me quedé contento
le sugerí al olvido si podía olvidarme
Se negó en redondo y, claro, volvió al principio
Quise establecer la relación entre lo asido y el aire
quise recorrer una piel de toro y se me presentó una vaca con alma de buey
y así no supe qué piel recorría
Me acosté en una nueva noche
y debí soñar porque desperté sonriendo
como si el futuro se hubiera quedado, por fin, dormido
Entonces me dije, Ahora sí, ahora podré establecer
un lugar donde quedarme
y tendí un puente entre mi esperanza y el alba
¡Qué ancha fue la palma!
¡Qué largo el mar!
¡Que caliente esa boca!
Corrí, llegué, me esfumé, volví, amarré, estibé, sugerí, descargué, sucumbí
Quise establecer, es cierto, un sesgo de verdad
y me quedé absorto en el ala.
Quise establecer

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/04/2010 a las 12:07 | Comentarios {0}


Hospicio de San Fernando.
Portal de Cofreros.
Capilla Evangélica Alemana.
Cementerio Civil.
Palacio del Hielo y el Automóvil.
La Puerta de Dante.
Observatorio central meteorológico.
La Casa dos Portugueses.
El edificio de la Compañía Colonial.
Madrid-París.
Casa Isern.
Eduardo Gras.
Titanic Building.
Antigua mezquita.
Sinagoga nueva.
El palacio del conde O'Reilly.
La posada del Dragón.
La Chimenea del gasómetro.
Estanque de las campanillas.
Casita del Pescador.
Ultramar.
Ahuehuete.
El oratorio de las babosas.
La Asociación de Legionarios.

Narrativa

Tags : Listas Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/04/2010 a las 17:32 | Comentarios {1}


Tú, su bella amiga, descansas cuando la primavera se acerca.
Tú has visto sus canciones en el mar y las cadencias que, como fugas, argüía en muchas noches, en mucha cama, diría -os diría- si me dejarais uniros en un nuevo amor. Nuevo. Nuevos vosotros también. Como recién nacidos el uno para el otro.
Os diría, entonces, mucha cama en vuestras ternuras y en vuestros descubrimientos.
Tú, su bella amiga, descubrirías un gesto que significa algo, nada importante (y tan importante) en el primer encuentro o más bien en el primer instante.
Creerás que titubeo, sólo será al principio ¡Hablar del exilio cuesta tanto! Si buscara una analogía diría la costa tras un largo viaje. Esa frase tú la hubieras entendido antes de haberte vuelto maldita y después de haberte purificado.
Lo hermoso del exilio es el traslado. Lo terrible la estancia. Más adelante habré de explicarme.
Tú la miraste (o la sentiste). Era octubre. Él estaba muy oscuro. Exiliado de tantas cosas. Desterrado de tantas patrias. Quizá tú sentiste el impulso de acogerle y él sintió la gana de quedarse.
El exiliado siempre tiene un aviso de miedo cuando un refugio llama su atención como los faros de un coche atraen la mirada de la liebre. Él desde siempre vagaba de un lado para otro. Creía al llegar a un lugar (o confiaba o anhelaba) que aquél, por fin, se convertiría en su patria. Al mismo tiempo cuando pensaba patria sentía vergüenza. Debía aceptar su condición y agradecer el seguir con vida aunque fuera sobre un suelo sin suelo (desterrado).
Vuelvo a ti: tus cabellos la noche de octubre.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 11/04/2010 a las 23:47 | Comentarios {0}


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