Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Al día siguiente Milos Amós no quería recordar nada más entrar en la vigilia, cuando despertaba -por mor de unos rayos de sol que se filtraban por las rendijas de la persiana- metido en un saco en el suelo del escritorio . Sólo fue un segundo, claro. De inmediato recordó la quema y el destrozo y sonrió. Se sentó en el suelo. Bostezó y sintió hambre. Por primera vez tenía hambre al despertar. Nunca había desayunado más que un café con leche y un cigarrillo. Le dolieron algo los huesos. Se estiró. En la cocina, mientras escuchaba el magazine de la radio, se hizo un par de huevos fritos, colocó un par de lonchas de jamón de York y se hizo, con el pan del día anterior, unas tostadas que untó con mantequilla. Llevó todo a la mesa del cuarto de estar. A través de la puerta de cristal del jardín, éste se veía ya casi desnudo de invierno. Un mirlo buscaba un gusano, algunos vencejos raseaban la hierba, una urraca, en lo alto de la encina hacía brillar los reflejos azulinos de su cola.
Milos Amós desayunó. Fumó después. Se bebió el café tibio y sintió cierto asco por las migas que se habían quedado, tras mojar las tostadas en el café, en el fondo de la taza, Desde niño, pensó. Se dejó llevar cuando una ráfaga de imágenes del día anterior le asaltó como si la comida hubiera alimentado de inmediato la memoria. Y se vio pensando, No, no empezaba así, era "culo, déjame decirte culo abiertamente, sin ningún anticipo poético", no, no, había algo entre abiertamente y sin, ¿cómo era? Milos Amós pensó en esos versos de su juventud, los fue rehaciendo, reconstruyendo y llegó a una conclusión que sabía perfectamente que no era la original. Ya no tenía originales quizá quedaría alguno de algún regalo que hiciera a alguna amada o a algún amigo y siempre y cuando éstos (los originales) hubieran tenido el suficiente valor sentimental como para no haber acabado en la basura tras la clásica limpia de cosas inútiles. Fragmentos, fragmentos.
Sin poder evitarlo porque Milos Amós era escritor (aunque hubiera quemado toda su obra, aunque hubiera destrozado toda su memoria escrita, también su memoria fantástica que era, por cierto, lo más terrible del destrozo que se había causado, lo que más temía no poder resistir al despertar, aunque se desdijera de todo lo hecho, aunque renegara de toda su vida) y por lo tanto su capacidad fabuladora no surgía de él sino que surgía en él, se vio iniciando un recorrido por las personas a las que quizá les hubiera dejado un texto suyo -por supuesto no recordaba quiénes eran todas, lo que por otra parte le podría llevar a descubrir a personas a las que había olvidado y que en otro tiempo fueron tanto para él que se atrevió a regalarles un escrito- y en ese recorrido quizás encontraría ya no sólo textos sino formas suyas de ser tan olvidadas como las personas con las que las había compartido.
Cuando la fabulación terminó se vio de pie en el cuarto de estar. Estaba en pijama. Despeinado y dolorido. Temblaba. Decidió irse de la casa y respirar.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/11/2008 a las 19:58 | Comentarios {0}








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