Lo más sublime del amor es no sentir miedo. Ser amado es desterrar el miedo a ser uno mismo con sus oscuridades, sus vacíos, sus latidos por medio del Otro.
Amar es aligerar el peso del amado, ofrecerse como espejo cuyo reflejo le resulte grato.
Las caricias ¿no son sino una ausencia de tensión, el descubrimiento de la suavidad de uno mismo surgida de las manos del Otro? ¿no es eso lo que generan? Suavidad de uno mismo.
Amar es exaltar la libertad. Amar es desafío a una verdad que desde la niñez se hurta: el miedo es ausencia de afectos.
Cuando dos seres se aman comparten durante ese tiempo la energía más pura del universo. Amar es declarar inocente al Otro.
Una sucesión de besos en la boca, de besos sostenidos, infunden en todo el cuerpo la gratitud del viento deslizándose sin esfuerzo por la precisa conformación de las alas de las aves. Besar la boca es besar el hálito del Otro, su necesidad primera.
Dos cuerpos que se aman. El goce intenso y despierto. La búsqueda larga y extenuante. Dos cuerpos que se aman con sus hallazgos, sus súplicas, sus dilataciones urden un juego que conduce a la exaltación del Otro desde el placer propio. Amar pervierte el orden brutal de las cosas.
Madame L. susurró al oído del señor L., Tienes mil cuerpos.
La última frase que el señor L. escribió en la casa de madame L. fue, ¡Tiempo, detente!
FIN DE LA SERIE EL VIAJE
Amar es aligerar el peso del amado, ofrecerse como espejo cuyo reflejo le resulte grato.
Las caricias ¿no son sino una ausencia de tensión, el descubrimiento de la suavidad de uno mismo surgida de las manos del Otro? ¿no es eso lo que generan? Suavidad de uno mismo.
Amar es exaltar la libertad. Amar es desafío a una verdad que desde la niñez se hurta: el miedo es ausencia de afectos.
Cuando dos seres se aman comparten durante ese tiempo la energía más pura del universo. Amar es declarar inocente al Otro.
Una sucesión de besos en la boca, de besos sostenidos, infunden en todo el cuerpo la gratitud del viento deslizándose sin esfuerzo por la precisa conformación de las alas de las aves. Besar la boca es besar el hálito del Otro, su necesidad primera.
Dos cuerpos que se aman. El goce intenso y despierto. La búsqueda larga y extenuante. Dos cuerpos que se aman con sus hallazgos, sus súplicas, sus dilataciones urden un juego que conduce a la exaltación del Otro desde el placer propio. Amar pervierte el orden brutal de las cosas.
Madame L. susurró al oído del señor L., Tienes mil cuerpos.
La última frase que el señor L. escribió en la casa de madame L. fue, ¡Tiempo, detente!
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Cuento
Tags : El viaje Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/11/2009 a las 19:31 |