Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Alegoría de la Vanidad de Guido Cagnacci  1641
Alegoría de la Vanidad de Guido Cagnacci 1641
16h. 35m.
He vuelto. Amplio el espacio. Muerto el pasado. Ahora queda empezar. Cambiar de piel. Resucitar justo antes de que la verdadera compañera venga a por mí para siempre. Tengo que aprenderlo todo. Tengo que abotonarme -metafóricamente- la camisa y que mi pecho permanezca oculto. Abotonarme hasta el cuello. Acudir sin apariencia de pecho a los lugares públicos. Si pudiera arrancármelo. Dejar mi pecho colgado de una percha en el armario de la niña. He vuelto sin grandes aspavientos. Nadie ha venido a esperarme. A nadie he avisado. Paseo por las calles de la ciudad como si fuera foráneo. No me importa. Desde hace demasiados años soy apátrida. La ciudad es lo primero de lo que uno se desliga. Así soy como exiliado. Exiliado de mí. He cambiado la voz. He cambiado de gustos literarios. Camino de forma distinta. Han sido meses entrenando la vuelta. Entrenando el camuflaje de mí. No quiero que nadie me reconozca y si alguien lo hiciera exclamar, airado, que seré un Sosias, un Sosias, eso es lo que soy señora, un Sosias de ese que dice que soy yo. Yo no soy ése. Yo vengo por vez primera a esta ciudad. Nunca pudo usted verme. Así huelo el aire de la ciudad. Camino por las calles adoquinadas colocando en mi gesto algo que parezca sorpresa como si yo viniera de un lugar más moderno en el que el adoquín es vestigio de ciudad muy antigua. He rasurado mi cabello. He dejado mi cabeza como la de esos calvos que prefieren llevar con brillo su alopecia a reconocer la honda rabia que sienten desde que supieron que su cabello moría, pelo a pelo, sin remedio ¡Oh Sansón, mi Sansón! La vida es nueva para mí. No sé leer. No sé jugar. No sé hablar. No controlo mis esfínteres. No disimulo. Me detengo en mitad de las calles. Miro la novedad de lo que está en mi memoria. Me alejo del otro. Renacido. Renegado. Con la cabeza alta. Sin saber muy bien por qué llegué hasta aquí. Cómo ni cuándo se inició este exilio interior y exterior. La ruina se había fijado en mis huesos y sabía que la única manera de reconstruirme, de edificar un nuevo yo sobre las ruinas de mí era exiliándome interior y exteriormente. Me quedé sin palabras. Me quedé sin rostros conocidos. Me quedé aislado en un campo de refugiados entre Turquía y Grecia y allí aprendí el sentido real del término eufemismo y también conocí a la perfección el efecto de la hipocresía. Sin lengua. Sin recursos. Sin amor antiguo. Sin herencia. He soportado el barro bajo mis pies. He soportado la violencia de los guardianes. He aceptado en silencio la ausencia del amor sensual. He quemado todo vestigio que quedara de mí en papel. He olvidado los rezos. He olvidado la belleza. Tuve que hacer todo eso para poder volver siendo otro. Soy otro. Soy nadie en una ciudad que no conozco, la ciudad donde nací.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/03/2020 a las 17:01 | Comentarios {0}








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