Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Alegoría de las Artes de Bernardo Strozzi 1640
Alegoría de las Artes de Bernardo Strozzi 1640
Sobre el sonido de los seres vivos se esparcía la niebla. No había nadie.  Ecos se escurrían por entre las ramas de las encinas. No supe decirte que la muerte es como una canción de J. J. Cale. No quise decírtelo. Luego repasé. Luego de un instante de barro. Luego de un charco traslúcido. Luego de las correrías de las multitudes por los pasillos de los suburbanos de medio mundo. Esa diferencia que existe entre la constante presencia de lo humano en las ciudades que las hace irrespirables y la vacuidad de ello en las altas praderas, en los colapsos de las torrenteras. No diré que quiero vivir seiscientos años. No quiero, te diré, vivir seiscientos años. Con los ojos cerrados te lo digo, a ti que vives allá, en el tumulto de las gentes y que a veces te recoges entre mis brazos tras haber tenido un orgasmo que te ha producido un terrible dolor de cabeza. Agudo.

En la soledad de la conferencia observo los rostros que me observan. Yo camino y hablo. Hablo de algo que podría ser explicado de forma diferente. Hablo con pasión en la casa del rico. En las salas cuadros y más cuadros y nombres de pintores famosos que relaciono mientras el público -mujeres que luchan por la igualdad- me escuchan como si ayer jueves fuera un día particular.
El cielo, fuera, era gris. La piscina del jardín lucía triste y al fondo, la escultura en bronce de La primavera, pedía a gritos un albornoz. 
A veces, en mitad del discurso (in media res) siento una punzada -literal- de tristeza en el páncreas y quisiera en ese momento detenerme y llorar por la belleza que podrá vivir más de seiscientos años. Luego...luego de la conferencia, luego de las felicitaciones, luego del frío de la noche de noviembre... enfilo la carretera y veo borroso. Las luces de los coches en la autopista del Noroeste, la delicadeza del acelerador, la amplitud del parabrisas, los años y las ruedas...

...la muchacha blanca de la película indie se ha quedado preñada y no se atreve a decírselo al muchacho blanco encantador con el que ha concebido... el discreto encanto de las miserias burguesas mientras no muy lejos los espaldas mojadas están a punto de alcanzar el infierno... infierno de Sonora... los bailes de graduación... Mason y Dixon.... las tres veces que hubieron de zarpar los puritanos del Myflower... la muchacha blanca dibuja tiras para una revista... el muchacho encantador y blanco busca a su gata y sabe preparar lasagna.... un traje de novia para la hermana de la muchacha blanca... el próximo enlace... la generación de una nueva familia...

Decirte, querida, que quizá sea yo quien no se atreve a poner las cartas sobre la mesa; más, decir que soy un cobarde y no me atrevo a expresar la ofensa que siento por si el mundo se acaba, por si los astros se derriten, por si me lleva el surco que el agua ha hecho en la tierra esta mañana; volverme ácueo; deslizar la caja; lanzar el ultimatum un veintidós de noviembre a las siete y veintiseis de la tarde (llovía, cerca los gritos de las voces de los chicos que aún no han hecho el cambio; voces agudas casi más cercanas a la voz de una mujer...)...

Ahora hay que seguir. Luego... luego de la mujer madura que me deseó salud; luego de sentirme fuerte y darme una ducha de agua muy caliente tras llegar empapado de un largo paseo bajo la lluvia y en el campo (verdes, naranjas, sienas, grises: un paisaje de paleta española); luego de sentir que sigo sin recordar una palabra de toda la vida; luego de presenciar un diálogo posible entre una muerta y un vivo... quizá.

Narrativa

Tags : Apuntes Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/11/2019 a las 19:04 | Comentarios {0}








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