A mi gran amigo y más grande actor
Escribí hace unos días en este blog de mis entretelas la suerte que me sonrió hacia el año 2000 cuando viajé a la isla de Santo Domingo para escribir una serie llamada Paraíso. A la fortuna de vivir aquellos días se añadió otra aún mayor que fue la de conocer a Fernando Huesca.
Las amistades pueden surgir de dos maneras y a partir de estas dos se le pueden añadir los matices que se quieran. Una es la que se forja a partir de un enfrentamiento inicial. La otra la que nace de una comprensión inmediata de la forma de ser del otro. De esta segunda manera surgió la amistad entre Fernando y este humilde cronista.
La serie Paraíso se componía de unos personajes fijos que eran los trabajadores del resort Bahía Príncipe y luego se traían actores invitados que eran los huéspedes del mismo. Fernando era de estos últimos. Llegó una tarde y ya por la noche de ese mismo día, en el restaurante de la zona noble, nos sentamos a cenar y fue en esa cena donde Fernando y yo nos conocimos y nos empezamos a morir de risa. Fue un flechazo, una suerte de conexión inmediata, una manera natural de seguir el ingenio del otro, una complicidad en el humor surgida en el minuto uno. A los dos días desde su llegada ya nos llamaban Los Fernandos y durante tres años fuimos inseparables y desde entonces será para siempre mi amigo.
Quiero escribir un poco sobre Fernando y quiero abrazarle; quiero hacer un elogio de su impresionante capacidad como actor y de su calidez como persona; quiero recordar su sentido del humor que enlazaría -y juro que no exagero- con lo mejor del ingenio y del genio que todo ser humano tiene para provocar esa cosa tan extraña que es la risa y que es la expresión del gozo; quiero hacerte partícipe a ti -que lees estas líneas- de la generosidad de este hombre excesivo y cuyo propio exceso le procuró dolores; quisiera escribiros y contaros in extenso -quizás algún día lo haga- lo que nos ocurrió en el pueblecito de Río San Juan cuando acabamos en una casa de lenocinio sin saber que estábamos en una casa de lenocinio; la historia con una mujer que se quería venir a España a vivir con él fuera como fuese y yo le dije, ¡Tranquilo, Fernando, yo me encargo de que se entere de que eso es imposible! Yo te hago la cobertura. Y le hice tal cobertura que casi lo mata; contar cómo de repente todos los seres de aquella isla empezaron a llamarse Padilla; contaros un viaje a la Costa Brava donde la risa, el llanto, la emoción, la belleza, las situaciones más rocambolescas, los finales más insospechados, la ternura y la amistad nos envolvían como si estuviéramos viviendo una película hermosa, inquietante y con final feliz; quisiera contaros la presencia de Fernando Huesca durante tres años -¡tres años!- como protagonista de La cena de los idiotas en los teatros de Madrid; y su destreza en la cocina y la relación con su hija Daniela que o mucho me equivoco o ha sacado el espíritu burlón del padre.
Recuerdo un día que estábamos en Bagur y Fernando se había ligado a una chica que se llamaba Raquel. Esa noche iban a cenar y yo le dije que cenaran solos y que luego nos veíamos. Y él me dijo, De eso nada. Total que allá empezamos a cenar los tres y Raquel comentó, ¿Qué? ¿Te has traído a tu amigo de carabina? y Fernando le respondió, No, no, la carabina eres tú.
						 Nota La (el tono del teléfono) 
Risa con Violeta
Juego con un perro que es un río
Calidez de la voz de mi historiadora
Jugar a ser italianos
Primera vez que hago una pasta
Conversación con el amigo
Transcripción de una conferencia
El otro lado del mar
Raspadura del arco en las cuerdas de la viola
Esperanza sin espera
Imaginar y escribirlo
Siempre la primera vez
No saber escribir en una pizarra
Placer con el encuentro
Síndrome de Asperger
Lejana maravilla al principio de otro siglo
Algunas palabras que pondré otro día
Visiones
Verde
Julio Casares
Mandala de naranjas
Mandarinas (¿mandalinas?)
Volver a ti
El salvaguarros (que era en realidad el guardabarros)
Tambor
Corazón
Ala
  
					 
				 Risa con Violeta
Juego con un perro que es un río
Calidez de la voz de mi historiadora
Jugar a ser italianos
Primera vez que hago una pasta
Conversación con el amigo
Transcripción de una conferencia
El otro lado del mar
Raspadura del arco en las cuerdas de la viola
Esperanza sin espera
Imaginar y escribirlo
Siempre la primera vez
No saber escribir en una pizarra
Placer con el encuentro
Síndrome de Asperger
Lejana maravilla al principio de otro siglo
Algunas palabras que pondré otro día
Visiones
Verde
Julio Casares
Mandala de naranjas
Mandarinas (¿mandalinas?)
Volver a ti
El salvaguarros (que era en realidad el guardabarros)
Tambor
Corazón
Ala
Basado en un hecho real
Desde niña la mujer amaba la libertad. Cuando cumplió los doce años empezó a tener una pesadilla: sus padres la ingresaban en un convento de clausura y allí moría toda su vida. La mujer creció amando la libertad en la vigilia y siendo monja de clausura en el sueño. En la juventud tardía conoció a Carmelo y libremente se casó con él. Poco a poco -de forma imperceptible, nos dijo- se fue haciendo a la vida del matrimonio y -como a tantas, nos dijo- la especie la venció y tuvo hijos. A lo largo de todos esos años siguió teniendo la misma pesadilla: monja de clausura de por vida.
Un día en la sobremesa de una reunión de amigos, en el pequeño jardín de un chalet adosado, tras la barbacoa y el baño en la piscina de la Comunidad, mientras los niños jugaban a la sombra, los mayores ayudaban a la digestión con una copita de orujo o pacharán y conversaban y la conversación derivó en el significado de los nombres. De los doce que estaban sólo tres conocían su significado: Carlota desde niña había oído decir que su nombre -de origen germánico- quiere decir La que es fuerte; Rubén alegó la herencia hebrea de su nombre que venía a ser Dios conoce mi amor. El tercero que conocía el significado de su nombre era Carmelo, el marido de la mujer que amaba la libertad. Carmelo dijo: Mi nombre quiere decir Huerto de Dios y por derivación Convento.
Desde aquel día la mujer que amó la libertad desde niña y que mantuvo desde siempre la misma pesadilla no volvió a soñar que moría siendo monja de clausura.
						 Boca seca Precipicio ¿Justo a tiempo? Huella y lodo Se mira lo blanco como si fuera nuevo Apaciguamiento Trinchera Un bosque con nombre Hora fusca La luz de los neones blanco mortaja con código de barras ¿Vendrá la caída? ¿Y cuando llegue el momento? El logotipo tantas veces A la izquierda altavoz taza piedra para humedecer rotulador lápiz hoja suelta pendrive pañuelo medalla gafas pendrive mechero mechero lupa regla atril tres agendas ocho libros fotografía sello bureau Suspira Sonido de guitarra Luz de mediodía Clip que no es barco Una canción de siempre Los dedos Las articulaciones Un cuadro Una hoja escrita Un problema no es un fenómeno Suspiro Improptu (de Ohio) Recopilación de sonidos Falla la sintonización Dentro de poco la calle Los guantes La zamarra Ese futuro Las horas Las lecciones ¿Las matemáticas sirven realmente para enseñar pensamiento abstracto? ¿No era ésa función de las palabras? Humedad del día Frío en los pies Una ducha Un ahogo Un tambor La comida La sobremesa Volver Escritura automática a los cincuenta y cuatro Ritmos Cama hecha desde hace dos días Función Signo Variación 
					 
				 
						 Ya no espero. Y me enconan los vendedores de humo. Sé que lo que pasa en la televisión no es lo que ocurre en la vida. La vida es mucho peor. Hablaba el otro con día con César sobre el tono que habría que usar para hablar del ministro del interior de España Jorge Fernández Díaz "El Canalla". Porque es un canalla. Canalla proviene de can, can es perro y el canalla es aquél que azuza bueyes, toros o vacas con perros para enfurecerlos  y poderlos coger y matar. La Guardia Civil (las fuerzas del Estado, de cualquier Estado) son los perros que vigilan el ganado. El perro hará lo que el pastor le enseñe que haga o le ordene. Lo que ha ocurrido en Ceuta -metafóricamente. ¡Por Dios, acuérdense de Orwell y su Rebelión en la Granja!- es que unos perros han azuzado a unos bueyes que se ahogaban y aterían en el mar para matarlos. Y los han matado. Y una vez muertos, esos perros, ordenado por El Canalla, con una cercha los han trasladado a aguas marroquíes para quitarse los muertos que han matado de encima. 
   
Los vendedores de humo asolan las librerías. Venden humo como antes vendían elixires o bálsamos. Ahora el bálsamo es que la fuerza está contigo y si la fuerza está contigo tú eres capaz de cualquier cosa y si no consigues lo que deseas es porque no quieres. Son eso que llaman libros de auto-ayuda que no es sino el negocio editorial de la propaganda del Yo. Me impresiona aún hoy la nada que somos y lo pagados que estamos de nosotros mismos. Reconozco que me importa una mierda la historia de los hombres y sus supuestas conquistas. Tan sólo me interesa del hombre al que puedo nombrar. Me interesa el dolor de Abdul. Me interesa la aventura de Mamadou. La dicha o desdicha de Loan. La anécdota de Solange. Disfruto con la risa de Miguel. O me turbo con la historia de Teresa. Y el nacimiento de Jacob. O la muerte de Julia.
   
Esos seres humanos que en vez de ser auxiliados en un mar frío de invierno, fueron azuzados con balas de goma tenían más fuerza que toda la que pueda desplegar en su vida un individuo que necesita de un libro que le diga que el poder está en sus manos; esos seres humanos que no fueron rescatados de las aguas tenían una fe ciega en sus fuerzas porque es lo que hay que tener para atravesar desiertos, fatigas, policías de varios estados, aguas frías, alambradas y cuchillas con el único propósito de llegar a un sitio donde podrán poner ladrillos de sol a sol o vender copias de discos o bolsos en un mercadillo para comer y enviar algo de dinero a la gente que quedó atrás: sus familias, sus hijos, sus amigos, sus paisajes, su memoria. ¡Menuda fé en sí mismos, vendedores de humo, Los Cabrones! Sólo que en su trayecto se encuentran a cada paso perros policías y ministros canallas, canallas y perros que son los que han solido vencer en estas cuitas entre humanos.Y los vendedores de humo Los Cabrones nos dicen en esos libros de mierda, en esas terapias de salón que si en tu camino te encuentras al perro que acabará contigo la responsabilidad la tienes tú, no el perro.
   
Me avergüenza el gobierno de España y los ciudadanos que lo han votado y lo defienden.
   
No habrá tiempo en el... no habrá tiempo.
  
					 
				 Los vendedores de humo asolan las librerías. Venden humo como antes vendían elixires o bálsamos. Ahora el bálsamo es que la fuerza está contigo y si la fuerza está contigo tú eres capaz de cualquier cosa y si no consigues lo que deseas es porque no quieres. Son eso que llaman libros de auto-ayuda que no es sino el negocio editorial de la propaganda del Yo. Me impresiona aún hoy la nada que somos y lo pagados que estamos de nosotros mismos. Reconozco que me importa una mierda la historia de los hombres y sus supuestas conquistas. Tan sólo me interesa del hombre al que puedo nombrar. Me interesa el dolor de Abdul. Me interesa la aventura de Mamadou. La dicha o desdicha de Loan. La anécdota de Solange. Disfruto con la risa de Miguel. O me turbo con la historia de Teresa. Y el nacimiento de Jacob. O la muerte de Julia.
Esos seres humanos que en vez de ser auxiliados en un mar frío de invierno, fueron azuzados con balas de goma tenían más fuerza que toda la que pueda desplegar en su vida un individuo que necesita de un libro que le diga que el poder está en sus manos; esos seres humanos que no fueron rescatados de las aguas tenían una fe ciega en sus fuerzas porque es lo que hay que tener para atravesar desiertos, fatigas, policías de varios estados, aguas frías, alambradas y cuchillas con el único propósito de llegar a un sitio donde podrán poner ladrillos de sol a sol o vender copias de discos o bolsos en un mercadillo para comer y enviar algo de dinero a la gente que quedó atrás: sus familias, sus hijos, sus amigos, sus paisajes, su memoria. ¡Menuda fé en sí mismos, vendedores de humo, Los Cabrones! Sólo que en su trayecto se encuentran a cada paso perros policías y ministros canallas, canallas y perros que son los que han solido vencer en estas cuitas entre humanos.Y los vendedores de humo Los Cabrones nos dicen en esos libros de mierda, en esas terapias de salón que si en tu camino te encuentras al perro que acabará contigo la responsabilidad la tienes tú, no el perro.
Me avergüenza el gobierno de España y los ciudadanos que lo han votado y lo defienden.
No habrá tiempo en el... no habrá tiempo.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/02/2014 a las 11:24 |