Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Él dijo: No creo en el perdón.

Hubo una pausa. Se miraron.

Él continuó: El daño hecho (admitiendo que uno le pueda hacer daño a otro) ya está hecho. Creería en el perdón si, por decirlo de alguna manera, tras perdonar, el daño sentido desapareciera, se produjera no olvido del daño sino ignorancia del mismo.

Hubo una pausa. Se miraron.

Él continuó: Si tú me pides perdón, yo podré sentir (o no) el alivio en el presente. De repente el presente se puede convertir en un desahogo. Puedo mirar tu perdón y otorgártelo (¿cómo se puede otorgar lo que no se puede dar?). Lo que no podré otorgar nunca es la ignorancia del daño. Ni a ti ni a mí.

Hubo una pausa. Se miraron.

Él continuó: No querría que equivocaras esto que te digo con el rencor porque el rencor es una ira envejecida y puede muy bien ocurrir (o es tan posible que ocurra) que no quede rencor en mí, ningún tipo de violencia, ningún anhelo de venganza (o revancha) sino que tan sólo quede de aquel acto que hoy te trae a pedirme perdón, el recuerdo del dolor y que al ser recuerdo está sujeto a las leyes falibles de la memoria. Incluso podría ocurrir que el perdón que tú me pides esté relacionado con un hecho que no recordamos de igual forma y que no tuvo (de seguro) las mismas consecuencias para ambos.

Hubo una pausa. Se miraron.

Él dijo: Así es que el perdón es más una actitud que un acto y por lo tanto no se puede pedir ni dar. Tan sólo se puede vivir.

Hubo una pausa. Se abrazaron.



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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/12/2012 a las 10:50 | Comentarios {0}








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