Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
En ocasiones una frase me hace darme cuenta de cuán interiorizadas tengo algunas cuestiones. Eduard Punset, un experto en cuestiones científicas que tiene en España, en Radiotelevisión Española, un programa que se llama Redes, dijo una frase que me estremeció (en un sentido intelectual). Más o menos dijo: Nosotros que entendemos tan bien el castigo, que nos parece una cosa consustancial a nuestra forma de ser, necesita para su elaboración de una mente prodigiosa. Fue un aldabonazo a mi espíritu, a mi joi de vivre. Llevo días pensando en ello o más que pensando, lleva ese concepto acudiendo desde hace días a mi pensamiento: sólo un ser complejo puede elaborar el concepto y la acción del castigo. El castigo es la pena que se impone a quien ha cometido un delito o una falta. Ya sólo en la definición se abre un abanico de términos morales tan grande que más que una definición parece un tratado de ética. Nada más y nada menos se utilizan palabras como Pena, Imponer, Cometer, Delinquir, Faltar. Y desde esta perspectiva, me parece a mí, la esencia del castigo surge con el nacimiento de las sociedades. Tan sólo en sociedad (en un principio digo) tenía sentido el castigo. Luego con el paso y la elaboración de diversos sistemas de pensamiento (incluyo en este término tanto la religión como la filosofía o la política o la sociología etc...) el castigo se incluyó en el ser en sí, es decir el autocastigo (si se me permite el palabro). Desde fuera y tomando como vara de medir la costumbre aceptada (base de toda moral) se enseñó al sujeto a penitenciarse a sí mismo, a infligirse el castigo acorde con la naturaleza de la acción ¡Qué forma brutal de mantener la especie! pensé. Y como consecuencia pensé también: ¿Es el castigo la única forma de mantener al individuo dentro del redil de la especie? ¿Qué otras formas de control podríamos haber desarrollado? y ¿por qué desarrollamos justamente ésta?
Muchos grandes hombres sufrieron grandes castigos -Sócrates o Jesucristo, Urraca -reina de Castilla- o Jeanne d'Arc, (pongo sólo estos nombres para orientarme sobre lo que son grandes hombres)- y porque sufrieron grandes castigos se realzó su grandeza. Luego el castigo (cosa que no se añade en la definición) purifica, es decir vuelve a la pureza ¡Curiosa, complejísima contradicción encierra este hecho!
Me seguirán viniendo ideas a la cabeza.

Ensayo

Tags : Archivo 2009 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/03/2009 a las 13:46 | Comentarios {0}








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