Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Una sensación interna lucha. Son dos opuestos claramente opuestos. Uno dice sí. Otro dice no. Maniqueo el ánimo se debate. Hecha cualquiera de las dos opciones (maniqueamente sólo hay dos, sólo encuentro dos. Debería entonces darme cuenta de que algo está fallando. Si no encuentro más alternativas. Si no me digo, bueno no hace falta escribirlo. Ciego me dejo llevar por esos dos únicos sentimientos opuestos y me veo en mitad de un desierto, vestido con un taparrabo. A lo lejos un grupo de hipopótamos chapotean y las leonas corretean por la sabana como si fueran cachorras. Yo salto junto con otros quinientos. Saltamos en círculo al son de unos tambores muy pequeños. Saltamos cada vez más alto y a cada salto nos embriagamos del aire. Algunos empiezan a caer. Otros luchan contra los demás. Algunos desisten y se sientan. Así me veo mientras tecleo y escucho a Touré Kunda en un tema que se llama Sama Dio y discurro sobre las medidas. Sobre la medida de escribir o no escribir, de llamar o no llamar, de declarar o no declarar, de arriesgar o no arriesgar, de preguntarme qué es riesgo y qué no lo es y así blanco y negro, blanco y negro) me queda la misma sensación de insatisfacción, más aún, de error y al pensarlo siento resta, estoy restando en vez de sumar y de nuevo Mani se me aparece y viene, como un rayo, así ha venido, Allan Wats y su Sabiduría de la inseguridad, un libro hermoso que leí en una tarde y que dejó un poso que, malditamente humano, he ido olvidando. Allan Wats, entonces, me diría, si no recuerdo mal, me contaría una paradoja muy hermosa sobre algo que está hinchado o que parece hinchado y luego según la percepción, según la intuición... eso sería otro mundo en el que no me encuentro hoy. Era la medida lo que quería ensayar. Estar muy tranquilo. Claro, me he reído porque jamás en la vida me he sentido tranquilo. Toda la vida decidiendo y tantas... ¿tantas qué?, ¿tantas qué? Aguanta las expresiones graves, aguanta las afirmaciones rotundas. Ya tendrás tiempo en la vejez, a lo mejor, de lanzar verdades como puños arrugados al mundo, verdades que ya no hacen daño porque vienen del lugar más cercano a la muerte, aunque siempre estemos junto a ella, todos, desde el polvo primigenio, pero verdades que no hacen daño porque se lanzan sin fuerza, esa es la maldición de los viejos, como cuando Julia estaba en la Residencia de Ancianos Fermín Vaquero y la trataban como si fuera una puta piltrafa humana y no se daban cuenta de que allí, entre ellos, se encontraba una de las mujeres más sabias del mundo pero estaba vieja y se podía mear encima; estaba vieja y claramente se le iba la cabeza; estaba vieja y no veía; estaba vieja y se iba a morir pronto; estaba vieja y exigía que no la acostaran antes de que el sol hiciera lo propio; estaba vieja y no merecían consideración ninguna de sus peticiones como cuando pidió, rogó, que por Dios, no le lavaran el pelo en la ducha y por la tarde lloraba desconsolada porque la habían obligado y ella intentaba justificar su horror a que le mojaran la cabeza a que cuando era niña, un día, casi se ahoga o eso creyó ella y desde entonces siempre se lavaba la cabeza echándola hacia atrás, en la peluquería, evitando que el agua le cayera en la cara. De esa medida hablo. Saber mirar de frente y medir y al medir saber y al saber actuar con sabiduría aunque ésta fuera insegura y decidir no lavarle la cabeza a una mujer anciana que sabe muy bien porque ruega lo que ruega. En su justa medida.
02___last_song.mp3 02 - Last Song.mp3  (4.42 Mb)


Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/09/2009 a las 14:34 | Comentarios {0}








Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile