Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Por la carretera de abajo se encuentra a la mujer ya entrada en años, de una edad -eso sí- extraña e indefinida, la que corre entre los setenta y los ochenta y cinco años. A partir de los ochenta y cinco, la vejez cae de golpe y se adueña del cuerpo que le viene como un guante... o mortaja. Dice la mujer, ¡Qué día tan bueno ha hecho ! que no parece el día de todos los santos. Con este tiempo hace nada nos reuníamos allí donde los bancos, ¿sabes? nos reuníamos allí lo menos catorce, catorce éramos hace nada y mira ahora, ahora sólo quedo yo... bueno y una señora de noventa y uno que ya no se puede mover. (Pausa. Sonríe) Como dice el refrán: La Conseja ni guarda la vaca ni guarda la oveja. Sólo yo. Que eran las cinco, ahí sola con la televisión que me me he dicho, mira, te vas hasta el reguerillo y se te hacen las seis. Andando el tiempo se hace más corto y eso que ya he venido dos veces esta mañana, una al cementerio este -por el que pasamos en ese momento- y otra vez para ir al nuevo. Otros días voy al Centro pero allí todas están jugando a las cartas y a mí no me gusta, nunca me gustó, me pongo a mirar pero jugar no, desde las seis y media hasta las nueve y así el tiempo se hace más corto. Bueno, me voy hasta el reguerillo otra vez y cuando esté de vuelta ya serán las seis. Que tenga buena tarde.
Se aleja la mujer entrada en años. Es robusta y pequeña. Tiene los ojos malos. Viste una falda de tela gris y una rebeca azul. Tiene color en las mejillas, color que seguro que se ha forjado aguantando de frente los vientos que vienen de Buitrago. De las catorce que quedaban en el camino de las Eras para hacer una conseja ya sólo camina ella. 
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/11/2022 a las 18:06 | Comentarios {0}








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