Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Poema I

Aquel hombre lo juraba todo. Todo decía, lo juro, decía. En las sacristías –decía- lo juro, en las sacristías los he visto. Y un día en el parque. Lo juro –repetía- No podía ser. Una y otra vez. Y cada vez –lo juraba- el alma. O algo. Un vaho de alma. Si quieres. La corteza del árbol. Por poner un ejemplo, algo que nos pueda ayudar. Lo juro. Y lloraba un poco maquinalmente, pero al fin y al cabo eran lágrimas. Lágrimas sagradas –repetía de nuevo- . Lágrimas sagradas por las que lo juro. Entonces sacaba un pañuelo. Se dejaba llevar por la pereza como las caracolas. Surcos surcaban su frente cuando ante nosotros lo juraba. Y más tarde en la noche de un martes –no lo olvidaremos en la vida- estalló en las casas la risa del hombre que juraba. La risa viscosa. Seca. Casi nadie se dio cuenta de lo que significaba aquello. Luego pensamos que no quisimos darnos cuenta. Aletargados por la primavera o el calor. Tan insensatos. Tan ¿certeros?. No quisimos reconocerlo. Porque escocía demasiado. No lo supimos. Supimos que la aventura se estaba desbocando. Y aquel hombre al darse cuenta estalló en aquella risa en aquella lúgubre tarde cuando los pájaros volaban muy locos y el oeste apenas podía mantenerse en su dirección. Entonces sí lo recuerdo porque la tarde era rara. Tú estabas callada y sobre el perfil de tu oreja pendía un hilo de sol. Tú me supiste y corriste hacia mí como sabiendo que la hija terminaba y la inclinación llevaría por fin a la noche y es posible que la luna se encendiera y hubiera algo más que amor. Lo juro.


Poema II

La he mirado
y no estabas.

Luego me he ido
y no estabas.

He vuelto por si...
y no estabas.

He fumado droga
y no estabas.

No he querido volver
y no estabas.

He pensado la preposición cabe
y no estabas.

He mirado la almohada
y no estabas.

He vuelto sobre el agua
y no estabas.

He subido luego
y no estabas.

He bajado luego
y no estabas.

Y no estabas.

Poesía

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/12/2008 a las 18:18 | Comentarios {0}


¡Me cago en Dios! (por ejemplo)



El fiscal estudia encausar a un diputado por decir en un mitín , Muera el Borbón. Hoy se ha absuelto a un caricaturista que había publicado un dibujo sobre el rey de España cazando un oso; hace un tiempo también se enjuició a otros caricaturistas por una portada en la que se veía a los príncipes de España follando. A éstos se les condenó. Hace un año se quiso prohibir una obra que se llamaba Me cago en Dios. No hace mucho se saboteó (con amenazas de bombas incluidas) un espectáculo del actor Leo Bassi. Y más y más y más. Nunca he aceptado que, por ley, no se pueda hacer apología del terrorismo. Detesto el terrorismo como detesto los ejércitos, los servicios secretos, la acumulación, fabricación y venta de armas. Sólo que mientras sí se puede hacer apología de estos últimos (véase por poner un par de ejemplos el agente OO7 o todas las películas de guerra con buenos y malos), no se puede hacer lo mismo con quien ataca el sistema político que dirige nuestra vida social ¿Qué implica la represión de una expresión cuando se permite la expresión de otras cosas horrendas? ¿Por qué esto sí y aquello no? ¿Por qué no puedo hacer un dibujo de un señor llamado Juan Carlos de Borbón borracho y disparando a un oso? ¿Por qué sí puedo hacer apología de los guerrilleros de la Guerra de la Independencia y no puedo hacerla de los guerrilleros (ahora llamados terroristas) del País Vasco? ¿Es que alguien cree que porque se hiciera apología del asesinato iba a haber más asesinos? Según esa regla de tres más de la mitad de la población lo sería (véase la cartelera o cuéntese la cantidad de asesinados en las películas en cartel o en las series, noticiarios y programas de telerrealidad de la televisión).
Amparados en un supuesto mundo libre estamos viviendo una de las épocas más represoras de la historia. El imperio de la ley es el imperio de la represión. Eso que tan suavemente se llama lo políticamente correcto, es un arma de doble filo que va segando la libertad del pensamiento de cada persona. Más de una vez me he encontrado atacado, violentamente, por disentir de la interpretación de una película, del origen del español, de cosas así de nimias y también por asuntos más escabrosos como defender que no se debía aislar a los abertzales en los terribles días en que Miguel Ángel Blanco fue secuestrado y luego asesinado por mucho que adujera que yo también había asistido a la manifestación pidiendo, rogando, su liberación.
Si la libertad de expresión (que no de acción) no es absoluta no es tal. Por cierto, espero no haberme pasado, no vaya a ser...

Ensayo

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/12/2008 a las 22:05 | Comentarios {0}


III Lo principal para conservar la vida


Ideograma del Buey
Ideograma del Buey
El cocinero del señor Wen Hui estaba descuartizando una res vacuna. El colocar sus manos, el apoyarse de su espalda, el pisar de sus pies, el hincarse de su rodilla, el separar tris y tras con su cuchillo la carne de los huesos, lo hacía todo al compás de la antigua música sang-lin o al de la melodía ching shou. No fallaba una nota. Wen Hui, viéndole, exclamó: ¡Ah, portentoso! ¡Tu habilidad ha llegado a la perfección! El cocinero, dejando el cuchillo, le repuso: Su servidor gusta del Tao y se lo voy a presentar en mi arte. Su servidor, en los comienzos, cuando descuartizaba una res vacuna, miraba la res sola. Después de tres años ya no miraba nada de la res. Ahora su servidor ya no ve con los ojos sino con el espíritu. Allí donde mis sentidos se posan, mi espíritu se pone a actuar. Ataco las cavidades de las grandes articulaciones por sus vías naturales. Voy siguiendo las concavidades articulares avanzando siempre según su natural formación. Nunca corto las venas y los tendones adheridos a los huesos, cuanto menos las junturas de los huesos. Un buen cocinero necesita cambiar un cuchillo al año, corta con él; un cocinero ordinario necesita cambiar de cuchillo cada mes, golpea con él. Yo llevo ya diecinueve años con el mismo cuchillo: con él he descuartizado varios millares de reses y su filo está tan nuevo como recién salido de la muela. Las articulaciones dejan entre sí sus intersticios y el filo del cuchillo, que no es grueso, encuentra espacio y puede, sobradamente, avanzar. Así, he podido conservar mi cuchillo en diecinueve años como recién salido de la muela. Con todo, si me encuentro con un nudo y veo la dificultad que ofrece, temo y tomo precauciones. Me detengo para verlo, voy despacio, muevo mi cuchillo poco a poco y... tras, queda separado y se desliza al suelo como la tierra que se desmorona. De pie, con mi cuchillo en la mano, miro a mi derredor satisfecho y contento. Presto al cuchillo los cuidados que requiere y lo guardo.
(Escrito por Chuang Tzu)

Invitados

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/12/2008 a las 20:01 | Comentarios {0}


Respira. Da unos pasos en la celda. Se sienta. Respira de nuevo. Esta vez no se ha mareado. No recuerda nada. Es como si hubiera despertado de un larguísimo sueño reparador ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Qué es ese lugar donde las puertas son huecos redondos en los muros, donde no hay cristales en los vanos, cuya cama es un lecho de paja con una tosca saya encima? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Hay alguien más con él?
Milos Amós decide levantarse, pasar el hueco en el muro que hace de puerta y dirigirse hacia algún lugar que le lleve al exterior. Antes decide beber de una jarra de metal. El agua está fresca. Alguien se la debe haber puesto. Se da cuenta de que además está limpio. Su cuerpo huele a jabón. Alguien le debe haber lavado. No puede creer que él mismo se haya lavado y haya ido a por agua fresca. Hasta la boca, descubre, la sabe a hierbabuena. Tras haber bebido vuelve a ponerse en pie y con sumo cuidado, como si estuviera a punto de quebrarse a cada paso, se va alejando del jergón, atraviesa el primer muro, se detiene, respira, vuelve a caminar hacia un punto de luz que parece más intenso, va llegando, cada paso lo siente más firme. Está descalzo. Atraviesa un pasillo largo y oscuro hacia lo que parece la oquedad que dará salida al exterior. Sale y el sol, inmenso, ciega sus ojos. Ha de cerrarlos largo tiempo. Ha de abrirlos poco a poco. Y así sus pupilas van ejercitándose tras tanto tiempo en la penumbra de su celda. Conseguida la justa contracción por fin puede ver el paisaje que se muestra ante él y el lugar donde se encuentra. El paisaje es una cima del mundo, el edificio está colgado en su ladera oeste. El paisaje es descomunal, encrespado, hosco y hermoso. El edificio son ruinas. El paisaje le hace preguntarse cómo ha llegado hasta él, cuándo subió semejantes montañas, cómo pudo ver desde la planicie aquel cenobio. Repentinamente cansado se sienta en el suelo y apoya su espalda contra el muro. Cierra los ojos, deja que el aire acaricie su cuerpo. Entonces piensa, Estoy vivo, todavía estoy vivo.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/12/2008 a las 14:13 | Comentarios {0}


La sombra de Nosferatu
La sombra de Nosferatu
Así como si nada va acercándose. En el ambiente surge. Como una llamada. Ya no sólo el natural negocio. También la llamada de lo antiguo (me ha entrado de repente un afán de escribir algo salvaje, algo con muchos tacos y así. Ya no es tiempo me digo luego. Cálmate. También así, me digo. Luego releo y ya estoy pensando en una imagen. Luego la olvido. Luego vuelvo al discurrir primero. Sigo con el plan trazado) y una suerte de retroalimentación emocional que da con muchos en los huesos de la melancolía ¡Qué discreta la definición de María Moliner de la melancolía! y en muchos en la tristeza. Es verdad que luego pasa. Que muchos respiran. Que se alejan los seres queridos de nuevo. Que se ponen en primer plano los problemas cotidianos después de esa suspensión quizá necesaria. No me atrevo a decir que no es necesaria de forma absoluta. Oyes conversaciones y tan sólo los niños la ven acercarse con una dignidad patricia, llenos de entusiasmo, dispuestos a todo alborozo. Escuchas los comentarios y en el fondo intuyo que nunca el negocio superará a la emoción, por supuesto que el negocio se acerca a ella y saca su tajada pero ella es mucho más que la tajada. Es una auténtica solemnidad. Aunque la huyas esa huida se vuelve solemne. Si la acatas con distancia, la distancia se acorta sin poder evitarlo. Si entras en ella te abarca entero. Antiguos. Antiguos. Somos los últimos antiguos. Cuando el mundo esté compuesto de cyborgs quizás entonces no sea necesaria. O más allá.
03_tomas_luis_de_victoria_requiem_1605__kyrie.mp3 03 Tomas Luis de Victoria Requiem(1605)-Kyrie.mp3  (2.7 Mb)

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/12/2008 a las 20:18 | Comentarios {0}


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