Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Columna radiofónica del programa El Puente emitida el 5 de febrero de 2006 en la emisora Círculo de Bellas Artes


Islas
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero. Islas que se podrían resumir en una de ellas, una isla mayor del pensamiento, un hombre aislado. Me refiero a Montaigne, isla que sólo habla de sí misma y al hacerlo nos habla de todos nosotros. Islas que a veces formamos archipiélagos. Islas que lanzan lenguas de tierra entre el mar, terreno movedizo de nosotros mismos, rodeados por él. Acosados.
Las islas, ya lo dijimos, atesoran dos opuestos: el aislamiento y la posibilidad de compañía. El encuentro.
Epitafio por una isla en este domingo cinco de febrero a cargo de Montaigne, extraño maestro sin discípulos:
No sabemos dónde nos espera la muerte; esperémosla en cualquier lugar. La premeditación de la muerte es premeditación de la libertad. El que aprende a morir, aprende a no servir. El saber morir nos libera de toda atadura y coacción. No existe mal alguno en la vida para aquel que ha comprendido que no es un mal la pérdida de la vida.
Vigésimo ensayo del volumen I titulado De cómo filosofar es aprender a morir.
Sería una buena forma de pasar la tarde.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/08/2009 a las 11:12 | Comentarios {0}


Libro V


11. ¿Para qué me sirve ahora mi alma? En toda ocasión plantearme esta pregunta e indagar qué tengo ahora en esa parte que precisamente llaman guía interior, y de quién tengo alma en el momento presente ¿Acaso de un niño, de un jovencito, de una mujercita, de un tirano, de una bestia, de una fiera?
Traducción: Ramón Bach Pellicer

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/08/2009 a las 10:05 | Comentarios {0}


Fin

A Elena


Recordaré el murmullo de tu pelo las manos que hacían las uñas de Julia los paseos por los campos alambrados las noches con fresco en la parte baja de la sierra los viajes que no hicimos y los que se fueron sucediendo pocos la verdad Recordaré tu mirada ante el fuego de la chimenea la nieve alfombrando la hierba del jardín y las manos entrelazadas Recordaré tu voz cuando tu voz estaba en la más alta madrugada y fuera un cielo con estrellas parecía no alumbrar nada Recordaré la risa que es siempre una amable compañera y esas frases que cuando se dicen suenan siempre a eternidad esas frases sobre la vejez en compañía esas frases sobre la belleza del otro esas frases sobre las gracias a la vida por habernos encontrado Recordaré una música o una música me hará recordar que un día no muy lejano nunca están lejanos los días que se recuerdan tú y yo nos quedamos ensimismados el uno con el otro y el tiempo eso que mata sin ser parecía detenido baja su guadaña sin nada que segar porque el presente es inmutable es lo único a lo que el tiempo no puede ni tan siquiera herir Recordaré los días señalados Recordaré el abrazo en la desnudez y la desnudez en sí Recordaré los largos en la piscina mientras en la calle contigua tú también nadabas Recordaré la complicidad ese arma tan poderosa de las parejas que se aman Recordaré que nos amamos Recordaré que en algún momento pensé que por fin todo estaba en su sitio y los inicios cuando después de comer mi dicha se traducía en una emoción que tenía como resultado el agua Recordaré no sé por cuánto tiempo el fin se parece mucho a la calma

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/08/2009 a las 11:50 | Comentarios {0}


A Rufus un cachorro de labrador


Tengo la marca de tu frenesí en mi pecho

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 24/08/2009 a las 09:53 | Comentarios {0}


El miércoles el calor en Madrid es asfixiante. También el lunes y también el martes. El miércoles, tras dejar a Caroline en la Estación del Sur, el sol en una acera me derrite el cerebro. Es un calor que abrasa. Es un calor mórbido. Sólo pensar la tarde en la habitación, la imposibilidad de trabajar a gusto, el sudor en los dedos. Todo eso. No entiendo el placer del calor, de este calor que quema y anula y bordea la sensación de desierto. Siempre pensé que África empieza en Zaragoza con el anticipo de los Monegros. Este calor de las ciudades que todo lo ensucia. Un calor artificial además, un calor añadido.

Llego por fin a la calle Mayor, subo a la casa y sin pensarlo hago un par de llamadas, cargo lo indispensable en una maleta, me doy una ducha y tras llegar al lugar donde estaba aparcado (lejos de la calle Mayor, en la calle Viriato, así es también mi vida. Hay trozos de mi vida desperdigados por demasiados sitios. Mi vida se esparce, lo que caracteriza el ser cada cual. Esos trozos, pienso, esas huellas, por todas partes. Es bueno, cuando todo se reúne te das cuenta de que has perdido muchas cosas, así surge el olvido, el desprendimiento, eso que nos lleva al morir) hago aprovisionamiento de agua y sandwiches y cigarrillos liados y tomo la A-6 en dirección a Tapia de Casariego, en el Principado de Asturias, al noroeste de la península. Pongo la radio y pienso que es la primera vez que voy a viajar solo tan largo trecho, unos 600 kilómetros. Para llegar hasta allí hay que atravesar la desolada meseta castellana, los pueblos de Olmedo, de Rueda. Y al atravesar esos pueblos viajo también en el recuerdo porque esa carretera también conduce a Palencia y en esa ciudad, cuna de la primera universidad española, donde se encuentra el Cristo de las Clarisas, un Cristo yacente al que le crecen los cabellos y las uñas y las monjas han de recortárselos cada tanto y sobre el cual escribió un hermoso texto don Miguel de Unamuno, esa ciudad forma parte de mi vida y sus gentes. A todos los sigo queriendo. A todos los llevo en mi corazón. Y cuando llego al norte de León y surgen las montañas y la tierra roja y los grados van descendiendo en el termómetro del salpicadero, mi alma se va serenando, como si hubiera salido del infierno. Cae la noche entre curvas y sigo conduciendo mientras escucho a la Shica y una canción me recuerda las tierras de Granada, camino del aeropuerto, al amanecer y no sé por qué ese recuerdo me anega los ojos de lágrimas pero no por pesar sino por ternura porque lo único que me hace llorar es la ternura. Y me viene a la cabeza Los 400 golpes de Truffaut y aparece un cartel en la autovía que anuncia Peñafita del Cebreiro y entro en Galicia y esa tierra verde, umbría y fresca me trae recuerdos de viejas batallas, de reinas orgullosas y obispos llenos de ambición a los cuales dediqué muchos años de mi vida y mucho esfuerzo de mi imaginación.

Y así, sin parar, voy engullendo kilómetros y siento el placer de conducir y atisbo en un lugar de mi corazón el rostro de mi hija, la ausencia de mis días, el corto horizonte del paisaje gallego y al fin abandono la autovía y entro en la N-634, camino de Ribadeo donde me esperan mis amigos y sus perros, me espera el recuerdo de mi juventud y sus paisajes, me espera el mar Cantábrico y la ría de Castropol.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/08/2009 a las 20:42 | Comentarios {0}


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