Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Autorretrato
Autorretrato
Estoy sudando. No hace calor. La noche habrá sido espesa como un remordimiento. Preveo y no es bueno. Anhelo y tampoco lo es. Ya sé que no debo juzgar (no sé por qué lo sé, estoy en uno de esos momentos en los que la rebeldía contra lo correcto me empuja a desbocarme y lanzar ideas vanas o ideas bárbaras. No sé). Últimamente me debato. Últimamente me equivoco (no es ninguna novedad) en mis evocaciones, en mis formas de expresión. Camus se empeñó en hacer claro su lenguaje por lo confuso que era el lenguaje en sí. El lenguaje de los hombres. Es cierto que a Camus nadie le discute hoy. Como dice Fernando Savater quizás esa sea su mayor derrota.

Me amparo en especulaciones de café. Me sumerjo en nuevas descripciones sobre el origen de la vida (hay entre ellas una muy hermosa que establece el inicio de la vida en los cristales de la pirita. Hermosa por lo lejos que se ha ido su instigador -G. Wächtershäuser- para encontrar los rudimentos de este ser vivo. Según esta teoría la síntesis y la polimerización de compuestos orgánicos tendría lugar sobre la superficie de cristales de pirita, en entornos volcánicos extremadamente reductores como las fuentes termales del fondo de los océanos. Los compuestos orgánicos formados a partir de la reducción del CO2, habrían evolucionado autoorganizándose en un sistema metabólico autocatalítico, bidimensional y quimiolitotrófico alimentado por la pirita, carente de aparato genético). La vida entonces surgió de un caldo de hierro y azufre. Hierro y Azufre.

Siento el azufre en mis venas. Escribo y pienso con tensión de hierro. Aún así no estoy deprimido, tan sólo me miro en el espejo de mí mismo y me siento estúpido e incongruente. Nada más. No sé si alzar la voz. No sé si quedarme callado (esto último es más improbable. Dicen que el sentimiento de inferioridad hace que uno mismo se valore en exceso ante los demás. Según esto todos los artistas debemos de albergar tal sentimiento -es que ahora no se le puede llamar complejo. Todo lo que sea minimizar el ser de una persona está prohibido en el lenguaje actual. No sé qué pensaría Adler de todo esto- y nuestra obra no consistiría más que en mostrarlo una vez y otra). No sé si gritar cuando la estupidez ajena me asalta como una amiga hizo conmigo no hace mucho. Le escribí una suerte de jeroglífico y me contestó enfadada reprochándome mi indignidad, mi estupidez. Es cierto que el jeroglífico era estúpido. Es cierto. Quizá también era indigno. No saber callar pues. No saber esperar. No saber...

Estoy sudando. Toso. Me rasco la cabeza. Tengo, eso sí, las uñas limpias. Tengo unas uñas extrañas, de ave rapaz.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/01/2010 a las 10:43 | Comentarios {2}


La primera vez que ocurrió tenía seis años. Caminaba con mi tata y mis hermanos por una calle céntrica de la ciudad de L.. Volvíamos de jugar en la plaza M. S. que en aquel tiempo aún era de arena (hoy es un lugar de tránsito de vehículos). Sería finales de primavera y recuerdo que justo antes de verlo me había sentido aislado, no sé expresarlo mejor, usted me disculpará, mi especialidad no es el lenguaje y menos aún la retórica. Como le decía me sentí aislado como si de repente un burbuja de soledad me hubiera separado de todo, de la compañía de mis hermanos, de la mano que mi tata me cogía, del sabor de la tableta de chocolate que me estaba comiendo. Fue en ese instante, justo en ese instante, cuando vi a través de los cristales de una ventana la figura blanca de un hombre calvo que me miraba sin tener ojos en la cara. Recuerdo que sentí un escalofrío y esa reacción del cuerpo me volvió al mundo, si lo puedo decir así, sentí de nuevo la mano de mi tata, escuché la voz de mi hermano que le decía algo a mi hermana y el murmullo de la calle asomó de nuevo a mis oídos. Yo no me atreví a girarme para ver si en aquella ventana seguía la figura blanca observándome. En realidad no lo necesitaba porque sentía sus no-ojos clavados en mi espalda. Es la primera experiencia de terror que recuerdo haber tenido.

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/01/2010 a las 18:36 | Comentarios {0}


Le dijeron que fumar era bueno
Le dijeron que fumar era bueno
Le dijeron que huía del dolor y que no sabía esperar. Le dijeron que idealizaba y no debía hacerlo. Le hablaron de su madre y de su padre para hablarle de él hoy. Le dijeron que somos actores que representan un personaje pero que el personaje no es el actor. Le dijeron que la vida es tocar el violín pero, evidentemente, para que suene bien (?) hay que aprender a tocarlo. Le dijeron que con las mujeres tenía una relación de exigencia, de que le cuidaran, de que le ofrecieran. Le dijeron que el miedo anidaba bajo su aparente fortaleza. Le dijeron que su mente concreta era prodigiosa. Le dijeron que ahora debía aprender la Mente Superior. Le aconsejaron meditar y tomar un fármaco homeopático. Le aseguraron que valoraba en exceso la amistad. Le dijeron que la deconstrucción era el primer paso. Le dijeron que había de atravesar solo el desierto y que tan sólo en él se encuentran los oasis. Y mientras todo esto le decían un pensamiento ajeno le acuciaba sonriendo tras una de sus meninges: La vida es un cuento lleno de ruido y furia contado por un idiota que no significa absolutamente nada. Y así entre el sentido y el sin-sentido divagaba y quería llegar muy alto y quedarse dormido y abrazarse a la mujer que creía amar y contarle todo al amigo y refugiarse en el regazo de su madre y tener miedo por el cielo y sus habitantes y acoger en su experiencia a su hijo y acariciar con ternura a su perro y apiadarse de los que verdaderamente sufren (?) por mucho que el sufrir sea tan sólo una opinión sobre el dolor. Le dijeron que en una fecha no muy lejana todo se arreglaría y subió la cuesta que le llevaba al metro y llegó al lugar donde vivía y contó el dinero que le quedaba.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/01/2010 a las 12:13 | Comentarios {0}


Va a escuchar el corazón de las mareas. Sobre el cielo sabe oscura la materia. A mediados de marzo la lepra se extenderá. No habrá intermediarios. Directos. Directos. Se aleja, cauto, de una puerta. Gira con cuidado el picaporte de otra. Caen las primeras gotas. Aún no se deslizan por el cristal. Descansan notas, papeles, unas gafas, un graduador de intensidades, un vaso, una tacita llena de lápices y rotuladores, una pluma, un atril, unos folios, un paquete de tabaco, un mechero, un cenicero con forma de rana, la lámpara. Tras una tabla dos tinteros hacen su función de antiguos. Ha escuchado un idioma extranjero. Vuela sobre su corazón la certeza. No va a luchar. No va a buscar. Quieto se quedará como la lagartija cuando siente sobre su abdomen la mirada de un niño. Pasará el tiempo. Sobrevendrá la calma. Se revolverá la pereza y un anuncio en forma de pañuelo aireará en su mundo la buena nueva. Cinco años grita alguien. Cinco años vuelven a gritar. La mañana es tan oscura como la ceniza. Sí, se dice y sonríe. Volverá. Muy pronto. Antes de marzo. Hubiera querido pensar la palabra rumor pero lo desechó y elevó el hombro izquierdo en señal de indiferencia.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/01/2010 a las 10:05 | Comentarios {0}


Podrá marchar por una larga alameda. Seguirá el invierno. Las catástrofes se reproducirán un año más y voces de otro tiempo provocarán alardes teológicos (no critica que se haga. Más bien critica a quien descontextualiza una opinión). La alameda estará desnuda. Las ramas de sus árboles producirán arcadas góticas.

Obligado por una cuestión de testamentarías una pareja viajó hasta el otro lado del mar justo cuando la tierra sacudió su herencia. Ambos yacen sepultados.

La imantación de una lectura en una librería/café, un libro de George Steiner Tolstoi o Dostoiewsky editado por Siruela en el que el crítico muestra que ambos son la cumbre del arte de la novela. Imantación por si pudiera beber algo de esos dos titanes y aplicarlo a su propia tarea.

Espera paciente de la llegada de una carta.

Un piano resuena y una mano surca el espacio para marcar compás y aire.

El temor a las ostras y su constatación, en mitad de la madrugada, cuando se despierta y ha de ir al baño con diarrea y dolor de cabeza. Se dice, Nunca más. Luego piensa, Hubo en la ingesta de las ostras algo de educación.

¡Qué gris el día!

En marcha.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/01/2010 a las 11:54 | Comentarios {0}


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