Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

III Lo principal para conservar la vida


Ideograma del Buey
Ideograma del Buey
El cocinero del señor Wen Hui estaba descuartizando una res vacuna. El colocar sus manos, el apoyarse de su espalda, el pisar de sus pies, el hincarse de su rodilla, el separar tris y tras con su cuchillo la carne de los huesos, lo hacía todo al compás de la antigua música sang-lin o al de la melodía ching shou. No fallaba una nota. Wen Hui, viéndole, exclamó: ¡Ah, portentoso! ¡Tu habilidad ha llegado a la perfección! El cocinero, dejando el cuchillo, le repuso: Su servidor gusta del Tao y se lo voy a presentar en mi arte. Su servidor, en los comienzos, cuando descuartizaba una res vacuna, miraba la res sola. Después de tres años ya no miraba nada de la res. Ahora su servidor ya no ve con los ojos sino con el espíritu. Allí donde mis sentidos se posan, mi espíritu se pone a actuar. Ataco las cavidades de las grandes articulaciones por sus vías naturales. Voy siguiendo las concavidades articulares avanzando siempre según su natural formación. Nunca corto las venas y los tendones adheridos a los huesos, cuanto menos las junturas de los huesos. Un buen cocinero necesita cambiar un cuchillo al año, corta con él; un cocinero ordinario necesita cambiar de cuchillo cada mes, golpea con él. Yo llevo ya diecinueve años con el mismo cuchillo: con él he descuartizado varios millares de reses y su filo está tan nuevo como recién salido de la muela. Las articulaciones dejan entre sí sus intersticios y el filo del cuchillo, que no es grueso, encuentra espacio y puede, sobradamente, avanzar. Así, he podido conservar mi cuchillo en diecinueve años como recién salido de la muela. Con todo, si me encuentro con un nudo y veo la dificultad que ofrece, temo y tomo precauciones. Me detengo para verlo, voy despacio, muevo mi cuchillo poco a poco y... tras, queda separado y se desliza al suelo como la tierra que se desmorona. De pie, con mi cuchillo en la mano, miro a mi derredor satisfecho y contento. Presto al cuchillo los cuidados que requiere y lo guardo.
(Escrito por Chuang Tzu)

Invitados

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/12/2008 a las 20:01 | Comentarios {0}


Respira. Da unos pasos en la celda. Se sienta. Respira de nuevo. Esta vez no se ha mareado. No recuerda nada. Es como si hubiera despertado de un larguísimo sueño reparador ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado? ¿Qué es ese lugar donde las puertas son huecos redondos en los muros, donde no hay cristales en los vanos, cuya cama es un lecho de paja con una tosca saya encima? ¿Cómo llegó hasta ahí? ¿Hay alguien más con él?
Milos Amós decide levantarse, pasar el hueco en el muro que hace de puerta y dirigirse hacia algún lugar que le lleve al exterior. Antes decide beber de una jarra de metal. El agua está fresca. Alguien se la debe haber puesto. Se da cuenta de que además está limpio. Su cuerpo huele a jabón. Alguien le debe haber lavado. No puede creer que él mismo se haya lavado y haya ido a por agua fresca. Hasta la boca, descubre, la sabe a hierbabuena. Tras haber bebido vuelve a ponerse en pie y con sumo cuidado, como si estuviera a punto de quebrarse a cada paso, se va alejando del jergón, atraviesa el primer muro, se detiene, respira, vuelve a caminar hacia un punto de luz que parece más intenso, va llegando, cada paso lo siente más firme. Está descalzo. Atraviesa un pasillo largo y oscuro hacia lo que parece la oquedad que dará salida al exterior. Sale y el sol, inmenso, ciega sus ojos. Ha de cerrarlos largo tiempo. Ha de abrirlos poco a poco. Y así sus pupilas van ejercitándose tras tanto tiempo en la penumbra de su celda. Conseguida la justa contracción por fin puede ver el paisaje que se muestra ante él y el lugar donde se encuentra. El paisaje es una cima del mundo, el edificio está colgado en su ladera oeste. El paisaje es descomunal, encrespado, hosco y hermoso. El edificio son ruinas. El paisaje le hace preguntarse cómo ha llegado hasta él, cuándo subió semejantes montañas, cómo pudo ver desde la planicie aquel cenobio. Repentinamente cansado se sienta en el suelo y apoya su espalda contra el muro. Cierra los ojos, deja que el aire acaricie su cuerpo. Entonces piensa, Estoy vivo, todavía estoy vivo.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/12/2008 a las 14:13 | Comentarios {0}


La sombra de Nosferatu
La sombra de Nosferatu
Así como si nada va acercándose. En el ambiente surge. Como una llamada. Ya no sólo el natural negocio. También la llamada de lo antiguo (me ha entrado de repente un afán de escribir algo salvaje, algo con muchos tacos y así. Ya no es tiempo me digo luego. Cálmate. También así, me digo. Luego releo y ya estoy pensando en una imagen. Luego la olvido. Luego vuelvo al discurrir primero. Sigo con el plan trazado) y una suerte de retroalimentación emocional que da con muchos en los huesos de la melancolía ¡Qué discreta la definición de María Moliner de la melancolía! y en muchos en la tristeza. Es verdad que luego pasa. Que muchos respiran. Que se alejan los seres queridos de nuevo. Que se ponen en primer plano los problemas cotidianos después de esa suspensión quizá necesaria. No me atrevo a decir que no es necesaria de forma absoluta. Oyes conversaciones y tan sólo los niños la ven acercarse con una dignidad patricia, llenos de entusiasmo, dispuestos a todo alborozo. Escuchas los comentarios y en el fondo intuyo que nunca el negocio superará a la emoción, por supuesto que el negocio se acerca a ella y saca su tajada pero ella es mucho más que la tajada. Es una auténtica solemnidad. Aunque la huyas esa huida se vuelve solemne. Si la acatas con distancia, la distancia se acorta sin poder evitarlo. Si entras en ella te abarca entero. Antiguos. Antiguos. Somos los últimos antiguos. Cuando el mundo esté compuesto de cyborgs quizás entonces no sea necesaria. O más allá.
03_tomas_luis_de_victoria_requiem_1605__kyrie.mp3 03 Tomas Luis de Victoria Requiem(1605)-Kyrie.mp3  (2.7 Mb)

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/12/2008 a las 20:18 | Comentarios {0}


Dibujo Milo Manara
Dibujo Milo Manara
Hoy no ha nevado. El sol ha lucido durante toda la mañana y ha diluido toda la nieve acumulada en los tejados. Tan sólo donde no ha dado el sol la nieve se ha convertido en hielo y los hombres han ido en busca de sal gorda para solucionar el entuerto. Aunque hermosa y llena de una energía que se contagia, la nieve tiene un poso de amenaza. A lo mejor esta intuición viene de muy lejos, está inscrita en el hipotálamo, en esa memoria ancestral, de cuando el fuego aún no nos había convertido en humanos -si hacemos caso a la antigua máxima de que el ser humano es el animal que sabe hacer pan- y así la contemplación de una larga nevada al tiempo que nos proporciona una sensación de exaltación y lentitud también inscribe un pensamiento que se encuentra -por ordenarlo en planos- en un segundo plano y que viene a decir, Vale pero que no dure mucho.

Diario

Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/12/2008 a las 12:12 | Comentarios {0}


Interior de un Cenobio
Interior de un Cenobio
Aunque el cenobita se negaba a admitirlo, Milos Amós no dejaba de repetir que aquello había sido un milagro. Sin embargo el cenobita le decía, calmadamente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para pronunciar cada letra, que nada había de milagroso en que un hombre pasara por el mismo lugar que había pasado otro. Milos callaba y respiraba con dificultad. El cenobita entonces le dejaba solo, en una celda austera.
El tiempo, ese extraño personaje de la vida, del cual tan acertadamente hablara Bernardo Soares, se había vuelto loco en la vida de Amos. No lo controlaba en absoluto. No lo podía medir. No supo -durante ¿cuánto tiempo?- dónde estaba la realidad y dónde la ensoñación. No sabía si aquel cenobita era real o si estaba en las puertas de cualquier cielo y aquel era un pedro que esperaba la decisión de su Señor para dejarle o no entrar en su Reino. Sentía algo caliente en sus labios. Sentía algo fresco en su frente. Oía una oración por su curación. Pero, ¿qué enfermedad tenía? En algún momento el cenobita le contestó que quizá fuera una pulmonía porque no sabía cuánto tiempo había permanecido en el páramo, todo lleno de humedad; tampoco sabía cuánta sangre había perdido debido a la herida que se había abierto en su mejilla.
Largas pausas se producían en su consciencia. Cuando despertaba, o mejor dicho cuando volvía a la consciencia -porque tenía la impresión de que las lagunas en sus recuerdos no era necesariamente estar inconsciente, sino también una necesidad de borrar, de borrarse- siempre era de día y escuchaba casi como un arrullo, el trajinar del cenobita.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/12/2008 a las 10:49 | Comentarios {0}


1 ... « 436 437 438 439 440 441 442 » ... 448






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile