Decidido: me voy a reformar. Sí, sí, sí. Sin dudarlo. Como si fuera septiembre con sus buenos deseos de que todo vaya mejor. Voy a reformarme. Porque tengo mucho que mejorar. Me voy a colocar frente a mí como si fuera un estudiante de quince años el cual ante la avalancha de buenas notas de sus amigos se hubiera dado cuenta de que siendo él igual de inteligente que los demás sin embargo sus notas son notoriamente inferiores.
Eso voy a hacer. Quizás este deseo de reforma venga por un sueño de la noche (sé que esta noche he soñado, tengo el regusto en los labios y no es un regusto malo. Hace años que sé que sueño pero apenas recuerdo lo soñado) en el cual unos seres seráficos han venido y han iluminado en mi pobre cerebro de humano la idea de la mejora.
Decidido pues. Agosto es un mes ideal para las buenas intenciones. No sé por qué pero así lo siento. Ahora mismo me voy a duchar y voy a hacer algo que podría haber hecho hace ya más de veinte días. Sí, señor, así se empieza. Ánimo, me digo, tú puedes. Siempre has podido. No hace falta más que un esfuercito de eso que algunos llaman voluntad.
Y no pienso ahora, no, no pienso en los dolores que anoche me aquejaban, no sé muy bien por qué. Dolores antiguos, casi evidencias que surgieron ante una película romántica y llena de buenas intenciones ¡ay, las buenas intenciones!
Bien, bien, vamos, tú puedes, a la ducha, venga, a la ducha.
Y hablando de la ducha, estoy en casa de mi amiga Pilar en la cual hay una ducha maravillosa, de agua muy caliente y caudalosa.
Quiero mi casa.
Quiero mi casa ya.
Aún me queda tiempo hasta tenerla.
Eso voy a hacer. Quizás este deseo de reforma venga por un sueño de la noche (sé que esta noche he soñado, tengo el regusto en los labios y no es un regusto malo. Hace años que sé que sueño pero apenas recuerdo lo soñado) en el cual unos seres seráficos han venido y han iluminado en mi pobre cerebro de humano la idea de la mejora.
Decidido pues. Agosto es un mes ideal para las buenas intenciones. No sé por qué pero así lo siento. Ahora mismo me voy a duchar y voy a hacer algo que podría haber hecho hace ya más de veinte días. Sí, señor, así se empieza. Ánimo, me digo, tú puedes. Siempre has podido. No hace falta más que un esfuercito de eso que algunos llaman voluntad.
Y no pienso ahora, no, no pienso en los dolores que anoche me aquejaban, no sé muy bien por qué. Dolores antiguos, casi evidencias que surgieron ante una película romántica y llena de buenas intenciones ¡ay, las buenas intenciones!
Bien, bien, vamos, tú puedes, a la ducha, venga, a la ducha.
Y hablando de la ducha, estoy en casa de mi amiga Pilar en la cual hay una ducha maravillosa, de agua muy caliente y caudalosa.
Quiero mi casa.
Quiero mi casa ya.
Aún me queda tiempo hasta tenerla.
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Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/08/2009 a las 10:06 |