Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

A veces es el azufre. Se queda aislado en sus olores. Incapaz de oler nada más. También el giro de los acontecimientos. Podría sobrevenir en cualquier momento la atonía. Quedarse quieto. Entonces, sometido a presiones sin fin, quizás en esas circunstancias, vendría bien el apoyo de una sexualidad desnuda de moral. Sí, sí, imposible sexo sin moral. Pero también, escuchen, también imposible atonía completa. No, no es aquí el lugar. No me importaría imponerme. Sólo que hoy me cansaría. Dejaría, tras el cansancio, que se me echaran encima y me despedazaran con sus bocas tristísimas y sus garras sucias. Mejor me retiro. A lo profundo del bosque. Sí y porque es necesario, en ese profundo bosque hay una fuente, y en la fuente ondinas y las ondinas traen con ellas el deseo y la fatalidad. ¡Dadme fatalidad! Me dejo aconsejar. A lo profundo del bosque os decía, donde huele a coño y a madera podrida y crecen en ella hermosas bacterias que no se volverán sexuales hasta que la necesidad apremie. Meiosis. Mitosis. Dadme espadas. Dadme navajas de afeitar. Abandonad todo raciocinio. Locos los cabellos. Abiertas las fauces. Sedientos y con rabia. Hidrófobos. Maleantes. En las noches oscuras en las que ya no esperamos a Cristo sino al camello que nos venda suspensiones. Por ahí voy. Por ese sendero. Apenas se puede respirar y escuecen los cristalinos.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/03/2022 a las 20:00 | Comentarios {0}



Vendrá a decírselo todos los días. Cuando ascienda. Sobre todo cuando ascienda. La angustia por dejar de ser. También cierto grado de clarividencia. Eso cree. Ocurre cuando asciende. Si el día está claro. Si está oscuro. Ha leído en Dámaso Alonso una característica de El Cantar de Mío Cid que trata sobre la ausencia de nexos sintácticos entre las frases como conjunciones o locuciones. Frases certeras, cortas. Frases en sí mismas.

También ha ideado una nueva historia, cuando ascendía y ha tenido la imagen de una escena la cual ha grabado mientras ascendía. Ascendía hacia el lago. Hacia la cumbre. Las montañas tienen eso: ascensiones.

Sentada en un paisaje solitario y hermoso ha jugueteado con su cabello y ha visto a su perra mordisquear la pelota. La pelota entre las patas. Atenta en todo caso. Por mucho que juegue, piensa, sabe que está expuesta. Esto es la montaña. Aquí hay águilas.

Transición entre lo tonos. La tarde que ya ha caído le devuelve un ámbito cuasi fantasmal y recuerda el tiempo en el que vivió en pareja. Aquellos años. La treintena fueron. Toda la década. Aquellos años durmiendo junto a otro cuerpo cada noche. Todas las noches de todos los años. Sí, sí, claro, alguna excepción hubo. Alguna noche sola. Alguna también acompañada. Pocas. Muy pocas para lo corta que es la vida. La transición a la noche. La luz de la bombilla. Tantos años. Tantos. Tantos años.

¿Por qué? Sí. Le gusta preguntarse ¿por qué? Lo hará. Lo lleva haciendo. La noche está despejada y fría. ¿Cómo será arriba? Donde el lago. Donde habita el infierno (el infierno clásico, piensa ella y se sonríe como si hubiera hecho un chiste privado). ¿Hasta dónde? ¿Por qué? ¿Qué?

Hay un hombre que parece tener la verdad. Hay muchos que siguen creyendo tener la verdad. Luego está consumir energía, expulsar calor, reducir el gradiente entre el núcleo del sol y el espacio exterior para llegar, sí, a la estasis, y descansar, por fin, descansar y dar por terminada en esta parte de la galaxia la ejecución y cumplimiento de la segunda ley de la termodinámica.

Mover el cuello. Aunque sea poco. Moverlo. Giran las vértebras. El mundo parece otro.
 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/03/2022 a las 19:03 | Comentarios {0}


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