Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Al igual que no existe la magdalena de Proust, existen las Variaciones Goldberg. Y existe Glenn Gould que las interpreta (iba a escribir "que las toca" pero me ha parecido tan duro el verbo tocar que he decidido escribir interpretar que aunque con muchas erres, éstas se dulcifican al entrar en contacto con las demás letras) de forma tan extraordinaria que alguien las llamó en vez de Variaciones Goldberg, las Variaciones Gouldberg.
¿Quién dijo por vez primera que todo el torrente de recuerdos de En Busca del Tiempo Perdido parten del sabor de una magdalena? A este ingenioso falsario le vendría bien ese dicho italiano de se non è vero è ben trovato. Es tan bueno el hallazgo que todos lo utilizamos cuando queremos expresar la fuerza de un recuerdo que nos llega por un sabor o un paisaje o un olor.
¡Cuántas de estas falsedades corren como bulos ciertos (hermoso oxímoron) por estos mundos! Espero que no sea uno de ellos el que Bach compusiera estas variaciones para el conde Hermann Carl von Keyserlingk y que éste se las entregara a su clavicordista Johann Gottlieb Goldberg para que se las interpretara en sus largas noches de insomnio debidas a la gota que sufría. Y que el buen conde acaba durmiéndose no por lo temperado de las Variaciones, sino porque le dejaban extenuado.
Durante muchos años las Variaciones Goldberg me gustaban mucho más al piano que al clavicordio. Últimamente las escucho para su instrumento original y he de reconocer que el efecto que buscaba Bach (agotamiento por exceso) se consigue mucho más en el clavicordio. Cuando quiero, simplemente, emocionarme, vuelvo a Gould, a su versión de 1981 (la de 1955 es más vivace).
Termina la Variación 26. Voy a desayunar una magdalena.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/12/2010 a las 12:38 | Comentarios {0}








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