Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

La traducción y los datos han sido tomados de la edición de Vicente Cristóbal López para la Editorial Gredos


Publio Ovidio Nasón
Los versos que en Blues de Madrugada van en cursiva pertenecen a Ovidio y fueron extraídos de Amores, El Arte de Amar, Sobre la cosmética del rostro femenino y Remedio contra el amor. No sé a qué libro pertenece tal o cual verso porque mientras escribía el Blues... iba abriendo el libro al azar y escribía el verso sobre el que mi mirada se posaba.
Ovidio tuvo un sólo trabajo conocido en la política (ésa era la función a la que estaba destinado por familia) el de triunvir capitalis cuyo cometido era el de inspeccionar las cárceles y vigilar la ejecución de las sentencias. Poco tiempo estuvo desempeñándolo. Descubrió que su verdadera inclinación era la poesía y a ella se dedicó.
Todo podría haber transcurrido dentro de los cauces normales en la vida de un romano de la clase ecuestre pero su obra y su vida le llevaron a sufrir un castigo por orden del emperador Augusto: la relegatio a la ciudad de Tomis, en el país de los getas, en el litoral del Mar Negro. Allí, desterrado, escribiría sus Tristes y Pónticas (no sé si este último se podría traducir por Marinas. Si fuera así, me gustaría más). Allí murió tras ocho años de agonía. Ni Augusto, ni Tiberio, ni Germánico revocaron el castigo.
Según se cree (Ovidio siempre fue oscuro en cuanto a los motivos de su destierro) dos fueron las causas de sus desgracia: haber escrito el Ars amatoria y haber visto algo que nunca debió de ver. Lo que vio es conjetura: unos dicen que vio a Julia, la nieta de Octavio Augusto, en actos sexuales (e incluso que Ovidio prestó su casa a la nieta para recibir a uno de sus amantes); otros que vio desnuda a Livia -la mujer de Octavio- en los rituales de la Bona Dea los cuales estaban reservados a las mujeres y otros -sobre todo J. Carcopino en su texto El destierro de Ovidio, poeta neopitagórico- aventuran la idea de que Ovidio pertenecía a esta secta y que por lo tanto asistía a prácticas adivinatorias -actividad ésta prohibida expresamente por el Emperador- y en ellas había visto algo que nunca debió ver.
Viejo y bárbaro (siendo él romano se sentía bárbaro en la tierra de los getas) el mundo jugó con Ovidio y la metamorfosis le llegó y le convirtió, a lo largo de los ocho años de su destierro -fue desterrado a los 52 y murió a los 60-, en una tortuga de gran caparazón, lenta y vieja, sin apenas armas para defenderse del frío escita.
Él amaba Roma, la amaba por encima de todas las cosas y amaba a su tercera mujer. Augusto supo muy bien qué castigo merecía este poeta que cometió un clásico pecado de juventud: narrar con alegría y pasión lo que se desea. Y pecado sólo en un sentido: que descubre al enemigo la debilidad propia.
Los últimos versos de su primera obra conocida, Amores -escrita aproximadamente 30 años antes de su destierro-, son los siguientes: Delicadas elegías, graciosa Musa, obra que se mantendrá viva aún después de cumplirse mi destino.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/05/2010 a las 22:59 | Comentarios {0}


La sábana recuerda un mapa de una gran planicie
Dos jóvenes aún eran jóvenes y miraban en rededor tras el beso
Murallas. Incendio. Arrasan.
Y eso que ella echó a mi cuello sus brazos de marfil
Hay un destierro que está dentro. No hace falta atravesar un mar
ni acabar en un litoral bárbaro rodeado de añoranza.
¡Ve ahora y duda en soportar lo que él soportó!
La maraña en la mañana se desenredó
Abajo los silbatos de una multitud.
En el cielo cirros
En el mundo subterráneo un alma en pena
busca la vena que le vuelva mortal.
Sé propicia y presta atención a mis súplicas
o bien entiende que lo que el texto dice
es que el culto a Isis se realizaba
en los mismos lugares que el de Cibeles.
Me sería de provecho sacar a pasear la sombra
soltar unos montes por mi boca
y esconderme de un rostro hermoso.
¿Qué buscan los sagrados poetas
sino fama tan sólo?

Yo sólo busco un blues de madrugada
cuando la estrella alba bosteza rojo.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/05/2010 a las 18:41 | Comentarios {0}


Rocky Marciano
Rocky Marciano
Pobre iluminación. Aparatos extrañamente feos (no sé cuál es exactamente mi criterio estético con respecto a la belleza de los aparatos). Un argumento sobre la pista naïf y triste. Un sonido sucio. Unos números circenses imagino que complicados. La lectura posterior de unos de los asistentes al espectáculo, Habla sobre el peso de la carne. Sobre la dificultad de seguir con los números teniendo el cuerpo ya castigado por el paso de los años. Todo me parece una metáfora.
Entre los asistentes estaba una antigua amante. El tiempo que nos quisimos disfrutamos mucho. Hacía años que no la veía. La descubrí de una forma curiosa: había dejado apoyado el bastón en el murete de la barra de la cafetería del Teatro Circo Price. El bastón se escurrió y cayó. Una mujer que estaba de espaldas se giró y me lo dio. Yo le dije, Gracias Lidia y ella me respondió, De nada Fernando... como si nos hubiéramos visto ayer. Sonreímos, ella se giró y siguió hablando con su gente (no volvimos a cruzarnos la palabra en toda la noche. Sólo al final nos dimos un par de besos).
Me encontré con otros compañeros de profesión a los que hacía tiempo que no veía. A Roberto Cerdá con el que escribí una adaptación de una obra de Stanislav Lem (que ya no recuerdo cómo se llama) y un guión de cine que nunca llegó a rodarse; a Fernando Romo director y actor de Guadalajara al que dirigí en uno de mis programas de radio, Sabático, y con el que trabajé como adaptador y ayudante de dirección en La Leyenda del Santo Bebedor, dirigida por él. O Daniel Moreno actual regidor del Circo Price un hombre del que siempre me gustó su mirada. Y al salir estuvimos, Pilar y yo, hablando un rato con Javier Ocaña, el crítico de teatro de El País, al que conozco desde los años ochenta cuando ambos escribíamos para una revista llamada Teatra y del que siempre me gustan sus críticas por el cariño y respeto con que suele escribir de los montajes.
Pilar y yo nos fuimos solos. Nos sentamos en una terraza del barrio de Lavapies y charlamos sobre el circo y sus luces, con algo de nostalgia, sin ninguna esperanza.
La de anoche será una noche amada.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/05/2010 a las 10:31 | Comentarios {0}


They depend on each other and the world depended on them


Band of brothers
Michael Kamen con su banda sonora nos introduce en la presentación de este mini-serie de 10 capítulos producida por Steven Spielberg y Tom Hanks.
Desde el momento en que empieza la serie hasta pasadas diez horas asistimos a las vidas de los hombres de la Compañía E(asey) 506 del 111 Batallón Aerotransportado del ejército de los Estados Unidos de América, el cual la madrugada del 6 de junio de 1944 se lanzó en paracaídas sobre las líneas enemigas en Normandie. El día D.
Los bueno de las series de TV en oposición a las películas es que en las series prima más el desarrollo del personaje (tienes más tiempo) y sobre todo permite que la moraleja final de casi toda película (eso que tan pomposamente se llama arco del personaje) no se tenga que dar en los personajes de serie; de hecho los personajes de la televisión no hacen sino repetir en cada episodio los mismos errores (o aciertos). Una de las más curiosas paradojas de Woody Allen es que siendo un director de cine ha creado para la posteridad un personaje de serie de TV (él mismo con sus repetidas neurosis). Cuando vas a ver una película de Allen en la que trabaja él, en realidad vas a ver a ese personaje que desde Bananas si no antes viene haciendo lo mismo, cometiendo los mismos errores.
Cada capítulo de Band of Brothers tiene como protagonistas a uno de los soldados u oficiales de la Easy y una de las misiones que hubieron de realizar a lo largo de casi un año. Más de la mitad de los hombres de la Easy murieron en combate. La vida que llevaron, los dramas a los que asistieron, las muertes que lloraron, las conquistas que consiguieron, el descubrimiento de los campos de concentración, el saqueo de El Nido de las Águilas donde Hitler descansaba de su venganza contra la Humanidad y Goering ocultaba las obras de arte robadas, todos esos momentos los vamos viviendo desde la mente de estos hombres que en la vida civil eran ferroviarios, vendedores de periódicos, albañiles, ejecutivos, taxistas o comerciantes.
Antes de comenzar la acción propiamente dicha, escuchamos a los protagonistas reales de aquella Compañía E, ya muy viejos y tan duros, tan duros que ninguno puede evitar llorar por los que se quedaron allí. Uno de ellos, el mayor Winters, cierra la serie con una pregunta que un día le hizo su nieto, ¿Abuelo, tú fuiste un héroe? y el anciano Winters, con los ojos llenos de lágrimas, le responde, Yo no pero estuve en una Compañía de héroes.
Muy bien realizada. Muy bien contada. Con una preciosa banda sonora y unas interpretaciones justas, me ha hecho pasar una semana llena de infancia cuando los sábados por la tarde ponían una película de guerra y yo me sumergía en aquellos hombres que luchaban a brazo partido, uno junto al otro, donde se forjaban amistades que llegaban hasta el sacrificio de la propia vida. La guerra debe de ser lo único bueno que procura: la amistad en mitad del odio. La amistad con mayúsculas.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/05/2010 a las 20:54 | Comentarios {0}


Hazlo, se decía. Atravesó un instante y se dejó llevar. Era el aire del verano. El cielo azul. Esas cosas eran.
Bajó por la calle Arenal. Se detuvo en un estanco. Compró un mechero. Porque sí. No fumaba. Miró a una chica joven con un gran escote y una falda muy corta. El final de su cuerpo, en cambio, le pareció el de un centurión.
Rió. Bebió una sangría. Porque sí. Jamás le había gustado la sangría. Miró a un chico feo y simpático que se estaba camelando a una guiri con el desparpajo de un buscavidas galdosiano. Aún en la calle Arenal.
Recordó unos buenos momentos. Una carretera. Un gran cansancio tras un gran esfuerzo y el sabor de un agua muy fresca. Recordó una tarde en un Colegio Mayor en Avignon. Una joven le descubrió masturbándose. Era estudiante como él. Aquella noche se acostaron. Los días siguientes los pasaron juntos viendo espectáculos teatrales. Cuando llegaba la noche se acostaban y follaban. No les importaba que durmieran en un largo corredor y que tan sólo estuvieran separados de las otras camas por una cortina. Ella se llamaba Elianne. Recordó la muerte de su padre.
Caminó por la calle Arenal hasta la plaza de Ramales y de ahí, por la plaza de Oriente, tomó la calle Bailén.
El cielo azul. La sierra a lo lejos.
Se puso en el mp3 la música que había elegido. Sorteó la mampara del Viaducto y se lanzó al vacío. Su última palabra fue: Café.

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 20/05/2010 a las 19:49 | Comentarios {1}


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