Registro de patentes. Sucumbí. Me arrastré.
Soliloquio de un perro en el arcén de una autovía. Meneo de la cola. Argucia quizá cuando ladea la lengua y se tumba bocarriba. Quizá sea la artrosis o la bilis.
Cielo gris y asfalto gris. Cadencia de los kilómetros. Aguacero que no llega. Oigo, En la boca del Estrecho y siento una mezcla de anatomía y geografía que regurgita en mi entrepierna y provoca una erección.
Giro. Encuentro con una glorieta. Sucesión de carteles. Pérdida. Búsqueda. Polígono. Ángulos diversos se encuadran en la visión de lo que va a llegar. Una pintura de Brueghel me lanza castañuelas y extrañas concurrencias.
Lío un cigarrillo. Lío un pensamiento. Y voy llegando. Sin aire fuera. En el universo todo. Muerto en la fría estancia de una nave espacial. Los cascos se han crionizado. Las señales son apenas un fondo de radiación que nuestra civilización 0,7h no es capaz de entender. Entonces aparece San Sebastian de los Reyes.
Desciendo. Un segundo por la boca de un infierno y luego abro los ojos y la llaga de una loseta me devuelve a la realidad de lo dicho que es real: una hora, un cielo, una tierra, unos elementos. La vigilante de un edificio que no es público me muestra su arma reglamentaria y yo exhalo por mis poros el miedo al dolor y a la sangre fácil que se desliza, corre, se seca, se vuelve aire de hierro y por fin desaparece bajo la capa asfáltica de un remedo.
La no conversación: Yo vendo, tú no compras o quizá compro, quizá más tarde. La sonrisa. El parqué vibra. El bastón cae al suelo. Es recogido por una mano ajena a mí.
Cielo gris y asfalto gris. Cadencia de los kilómetros. Aguacero que no llega. Oigo, En la boca del Estrecho y siento una mezcla de anatomía y geografía que regurgita en mi entrepierna y provoca una erección.
Giro. Encuentro con una glorieta. Sucesión de carteles. Pérdida. Búsqueda. Polígono. Ángulos diversos se encuadran en la visión de lo que va a llegar. Una pintura de Brueghel me lanza castañuelas y extrañas concurrencias.
Lío un cigarrillo. Lío un pensamiento. Y voy llegando. Sin aire fuera. En el universo todo. Muerto en la fría estancia de una nave espacial. Los cascos se han crionizado. Las señales son apenas un fondo de radiación que nuestra civilización 0,7h no es capaz de entender. Entonces aparece San Sebastian de los Reyes.
Desciendo. Un segundo por la boca de un infierno y luego abro los ojos y la llaga de una loseta me devuelve a la realidad de lo dicho que es real: una hora, un cielo, una tierra, unos elementos. La vigilante de un edificio que no es público me muestra su arma reglamentaria y yo exhalo por mis poros el miedo al dolor y a la sangre fácil que se desliza, corre, se seca, se vuelve aire de hierro y por fin desaparece bajo la capa asfáltica de un remedo.
La no conversación: Yo vendo, tú no compras o quizá compro, quizá más tarde. La sonrisa. El parqué vibra. El bastón cae al suelo. Es recogido por una mano ajena a mí.
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Tags : Archivo 2008 Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2008 a las 13:43 |