Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

A ti, pequeño pez; agüita salada. A lo mejor nunca te dije. A lo mejor no supe mirarte a los ojos con la dulzura propia de un buen padre y con la misma haberte tomado las manos una noche en las que las tenías frías; pececillo, vieja aurora, anhelo mío con cuánto empeño he fracasado; me he empeñado tanto que he triunfado y ahora me veo en lo alto del mundo sintiendo en el aire el infierno. Perdóname. No supe. Caminé como si el camino me fuera a regalar florecitas, sencillas margaritas, la flor de la manzanilla o unas amables violetas. No sé si sabes que fui muy dichoso y aún hoy, en algunos momentos, siento que todo lo vivido fue bien aprovechado, que esta escasez final es un regalo que no sé valorar. También en la valoración de los presentes he fracasado. Impostor el fracaso. Impostor su opuesto. ¡Qué cierto! Tanto como el dolor que siento cuando cambia el tiempo y mi cadera me dice  que hasta ahí ha llegado. Naricita de azúcar, no voy a narrarte desdichas ni quiero, de veras te lo digo, que este fracaso te suene a derrota porque es un fracaso de hoy, es una sensación de pesar que tiene como tiempo la tempestad y como futuro la calma. Porque al final he de morir y todo quedará quieto como tu alma en mi pecho, como tu voz en mi oído, como tu ser en mi ser, como tu aliento en mi canto.
Ahora debo volver a mirar las películas que me gustan; los versos que me aprendí quiero volverlos a leer y también cantar, cantar alto, cantar fuerte, rota la voz si quieres, pero con el alma toda puesta en ella; debo cantar loas a la percepción; debo cantar escalas que suban hasta ese ángel que quedó un escalón por debajo de dios para que lo juzgue por mí y lo condene por no haber inventado volver atrás y crear de nuevo una tarde en la que no viniste pero que en esta nueva creación si vienes y hablamos y tú me cuentas y yo te cuento y nos animamos en nuestras desdichas y nos alegramos con nuestros hallazgos y miramos juntos lo que la otra vez no miramos y sé de ti y sabes de mí y te gusta nuestra casa y acaricias como solías a nuestro perro que te mira arrobado como la primera vez que te vio.
Buenas noches. Fuera llueve. Tengo roto el corazón.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/06/2025 a las 00:10 | Comentarios {0}


Cuadro negro sobre fondo blanco. Kazimir Malevich. 1915
Cuadro negro sobre fondo blanco. Kazimir Malevich. 1915

No son palabras las que necesita Gaza. Es arroz. Es fruta. Es aire. Es calma. ¡Buen Pueblo de Israel vosotros sabéis de qué os hablo! Buen pueblo de Israel vuestro gobierno está compuesto por la descomposición. ¿Acudimos a la Torá? ¿Nos ponemos regios? Si los carniceros, los maquinistas, los sastres, las doctoras, los albañiles, las amas de casa, las cocineras, las maestras, los deportistas, las equilibristas, los químicos... si la mayoría del pueblo alemán no hubiera sido cómplice de la masacre nazista otro gallo hubiera cantado. Spielberg, rueda, por Jehová te lo pido, un canto al gueto de Gaza como ya lo hiciste con el gueto de Varsovia. ¡Buen pueblo de Israel acabad con el crimen! Dejad de sentiros culpables por enésima vez. La tolerancia sólo ha de ser intolerante ante la intolerancia. No puede ser. No es justo. Semejante venganza no es justa y menos aún cuando parece que subyacen intereses espúreos, ajenos al ataque miserable de Hamás.
Uno de los lugares en los que he sentido una mayor emoción fue en  El Mémorial de la Shoah sita 17 rue Geoffroy l'Asnier de la ciudad de París. Era tanto el peso del sufrimiento. Tan constante. Era tan abrumador, cada rincón, cada imagen, cada objeto. Una sensación de sin aire. Está tan cerca todo aquello. No han pasado cien años. Quedan aún miles y miles de supervivientes de aquella sin razón, de aquella barbarie, de aquel dolor inmenso que el ser humano le infligió al mundo cuyos gritos aún resuenan, se escuchan, claman... como hoy en Gaza. No es una comparación banal. Es necesaria, buen pueblo de Israel, benditos seáis vosotros y vuestros descendientes por los siglos de los siglos.
 

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/05/2025 a las 19:17 | Comentarios {0}


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Lo irreparable. Fotografía de Gilbert Garcin
Lo irreparable. Fotografía de Gilbert Garcin

Tendrá que volar y contenerse. Acudirá a los médicos que corresponda. Ingerirá los fármacos prescritos por cada uno sabiendo como sabe que unos anulan a otros y así se llega hasta la otra orilla. Asimilará la callada por respuesta. Dejará de hablar para siempre del tema. Sabe que a partir de entonces vivirá tan sólo dentro, a lo profundo del hígado, donde las almas remolonean y cantan canciones que nadie inventó.
Será fuerte. Será capaz. Desde lo alto de las enredaderas lo verá todo liso como una vez cuando niño vio el mar como una vidriera. No volverá a... No sentirá el impulso de... No saldrá corriendo cuando la noche deja de ser del todo negra para vagar por los caminos vestido con un camisón blanco que no es propio de machos. Quizás un día, a la vuelta de muchos años, ignore y será ese el momento en el que pueda respirar hondo y crea salir de un sueño que se fue acercando sin provocarlo al tempo de la pesadilla.
Hasta entonces silencio. Hasta entonces las corrientes marinas, el viento en las cimas, la carrera de un corzo que surgió de la espesura de los bosques, el cruce con paso, la línea que divide, no leer, no especular, quedar callado, suspendido... hasta entonces, sí, hasta entonces...
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/05/2025 a las 17:50 | Comentarios {0}


Caricatura. Roland Topor
Caricatura. Roland Topor

Iba a emprender el viaje. La miró con la mirada que se pone cuando se sabe que se ve por última vez aquello que se mira. Y sintió todo el peso de la nostalgia en su espalda. Sabía por qué se marchaba. Sabía que aquella maldita decisión estaba bien. Sabía que a veces lo bueno duele como una tortura. ¿Cómo le gustaría llamar por última vez la habitación en la que ahora se encontraba? ¿Escritorio? ¿Despacho? ¿Taller? ¿Biblioteca? Miró las dos mesas que había y le volvió a resultar milagroso que siendo como era la habitación tan chica, ambas mesas respetaran el espacio vital de la otra. ¡Cuántas horas! ¡Todo aquello! Recordó el día en el que cogió un trozo de adoquín de unos sacos que contenían cientos y cientos de trozos de adoquín, los cuales estuvieron durante varias semanas colocados en las veras de los caminos que rodeaban su casa; lo cogió para que ejerciera la función de sujetalibros de una de las estanterías voladas que había puesto en una de las paredes de la habitación en la que ahora se encontraba, la que miraba por última vez, donde tanto imaginó, donde un día supo que no había sido una buena persona. No fue ese descubrimiento el que le lleva ahora emprender el viaje, eso lo barruntaban sus tripas desde hacía años. Demasiadas veces le habían llamado diablo. Demasiadas personas se habían apartado, espantadas, de ella. Lo que sí ocurrió fue que una mañana al sentarse para iniciar su labor, sintió con una claridad y un pasmo que la sobrecogieron, que no era, que nunca había sido una buena persona porque sólo ése podía ser el motivo para que los otros -mis querido Otros, se decía en íntimo monólogo interior, que sois tan hermosos, tan veraces, que nunca habéis roto un plato; mis queridos Otros que siempre habéis actuado en consecuencia y os habéis sabido relacionar a la perfección; mis queridos hechos a vosotros mismos, con unas descendencias dignas de admiración- para que los otros -escribía- le abandonaran con cierta facilidad y ella nunca tuviera la fortaleza, la osadía, la no delicadeza de enfrentarte a ese desprecio y exigir explicaciones. Sólo una mala persona es incapaz de defenderse a sí misma. Y cuando estaba en estas disquisiciones que siempre terminaban produciéndole una explosiva sensación de ridículo, le vino a la cabeza, una vez más, la palabra ominoso y una vez más, después de más cuarenta años luchando con ella, después de haber buscado su significado en el diccionario una y otra vez, de nuevo, una vez más, no sabía a ciencia cierta cuál era su significado. ¿Era pesado? o ¿Era vergonzoso? ¿O no tenía nada que ver con eso? Ominoso, le gritó su mente; Ominoso, se lo susurró esta vez. No recordaba. Se sentó en el suelo. Se apoyó en una de las librerías que aún estaba arriostrada a la pared y al mirar hacia arriba vio que en la librería de enfrente, solitarios en una balda, como olvidados, estaban los dos tomos del Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Bajó la vista. Cerró los ojos. La oscuridad, como anuncio de neón que parpadeara su luz sólo un instante, escribió en su vientre, ominoso, y se apagó. 
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/05/2025 a las 17:57 | Comentarios {0}


La perseverance. Fotografía de Gilbert Garcin
La perseverance. Fotografía de Gilbert Garcin

Ardía como la escarcha. Me dejaba mudo como quien suspira y descubre que se encuentra debajo del agua. No maldecía. No injuriaba. Dejaba que el aliento de la muerta me rozara por la espalda. Inquieto desperdiciaba una honda bocanada y me quedaba quieto, a la espera de que el maremoto me tumbara, me arrastrara junto con los cables de luces y teléfonos por una calle estrecha que moría en la mar. Recuerdo que mientras era arrastrado escuchaba la voz de Sara Vaughan desde un inmenso altavoz colocado por las autoridades en lo alto del campanile y aquella voz y aquel swing me protegían del terror que sentía al verme llevado aguas bravas abajo sin control ninguno por mi parte. Creo que en algún momento, antes de ser sumergido, grité algo así como, ¿No es esto estar vivo? y un coro de ángeles me respondió, Sí, sí, sí y tocaron, cuales niños por las calles nevadas de una apacible tarde de navidad, sus panderetas y sus zambombas. Morir era un regalo, el precio a pagar había sido vivir.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/05/2025 a las 14:04 | Comentarios {0}


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