Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
En España se está juzgando al juez G. por perseguir a corruptos y por intentar que, en base a la ley de la Memoria Histórica, se pudieran exhumar los cadáveres de los rojos que yacen en las cunetas de media España tras la última guerra civil.

Yo quiero contar una historia que le pasó a mi amiga M. con el juez G.
Mi amiga M. es una mujer excepcional; excepcional en muchos sentidos; desde joven era muy grande, muy gorda, muy mullida, muy afable. La conocí cuando trabajaba en un grupo teatral de los años 80. Ya entonces su carácter afable, su cuidado -quizás excesivo- de las personas, le hacían parecer un ser angelical con las hechuras de un humano. Porque M. es fea, o por decirlo de una manera menos insultante -porque no es ésta mi intención- las facciones de M. no eran, ni son, las comunmente aceptadas como bellas. Quizá Gaultier, le hubiera hecho un hueco entre sus modelos como se lo hizo a Rossy de Palma.
Su vida fue dura, es dura y será dura por una decisión que no sé si llamarla consciente o inconsciente. A mediados de los 90 abandonó el artisteo y se fue a la selva del Amazonas para conocer a una bruja de una tribu cuyo nombre he olvidado para que la iniciara en los arcanos de su saber. M. debía recorrer todos los días un camino de más tres horas en plena selva hasta llegar al lugar donde vivía la bruja. Ésta, al final, aceptó tomarla como aprendiza y la inició -para alcanzar el conocimiento- en la ingesta y control de la ayahuasca, una hierba alucinógena y cuyas propiedades te permiten navegar en el tiempo.
A lo largo de seis años, M. pasó largas temporadas en la selva amazónica. Cuando volvía a España trabajaba de camarera o de limpiadora, de lo que fuera, para sacar un dinero que le permitiera volver a Brasil. Vivía en cuartuchos. Comía lo que podía. Malvivía en la Costa Brava.
Al sexto año, la bruja de la selva le anunció que había terminado su aprendizaje y que ya podía, con la técnica de la ayahuasca que había aprendido, ayudar a otros seres a encontrar su camino, a reencontrarse consigo mismos, a aceptar su pasado para poder disfrutar del presente. M. con la ayuda de un indio de la tribu amazónica, comenzó su trabajo en España trayendo la ayahuasca directamente del Brasil.
Y fue en uno de esos viajes cuando ambos, M. y el indio, fueron detenidos en el aeropuerto de Barajas y acusados de tráfico de drogas. El juez al que se le asignó el caso fue el juez G. M. fue llamada a declarar y durante tres horas fue interrogada por el juez.

Hay un axioma, o un principio, que dice que la ley no es la justicia. Yo corroboré este principio cuando una noche de verano, cenando con unos amigos en la sierra, uno de los cuales estudiaba las oposiciones a juez en la escuela de jueces, nos comentó que, entre las enseñanzas que se impartían, se recomendaba que en los juicios no se mirara al reo porque el juez no juzga personas sino hechos.

Tras la declaración de M., el juez G. la dejó en libertad sin cargos y también al indio. Porque su inocencia era tan palpable que, efectivamente según los hechos, habían cometido un delito contra la salud pública, pero hubiera sido del todo injusto condenarlos por un delito que ellos nunca habían querido cometer. Su intención era la contraria: sanar a las personas (estuvieran equivocados o no), ayudarlas, honestamente, a mejorar. Y aquí la palabra honestidad es esencial.
La inocencia de su acción quedó de manifiesto cuando M., al levantarse le preguntó al juez G.: ¿Y dónde puedo recoger la ayahuasca? El juez G. sonrió y le dijo: A ésa no la puedo dejar libre. Y tú tampoco la puedes volver a traer.

Yo no conozco personalmente al juez G. y sí conozco personalmente a M. No sé si el juez G. es un mal juez pero lo que sí puedo afirmar es que es un buen hombre y creo que no debe ser mala cualidad la bonhomía para impartir justicia.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/01/2012 a las 19:21 | Comentarios {0}


11
Once fueron las palabras.
Once cimitarras albas.
Once cayeron muertas.
Once campanadas daban.
Once claveles en invierno.
Once olas despeinadas.
Once claros en el bosque.
Once espaldas mojadas
Once preces a los perdidos.
Once asuntos sin hilo.
Once carreteras siguieron.
Once amores fraudulentos.
Once cafeteras nuevas.
Once salmos de amor y cosecha.
Once saltos a la comba.
Once rosarios de Córdoba.
Once niños comulgaron.
Once niñas sucumbieron al palo de rosa.
Once palabras tontas.
Once manos.
Once onzas.
Once líneas.
Once días de febrero.
Once ramitas de romero.
Once sacudidas.
Once esferas.
Once ideas.
Once lágrimas de cera.
Once inciensos del Japón.
Once robos.
Once besos.
Once faldas.
Once puertas con aldabas.
Once campos.
Once puertos.
Once curvas.
Onde delgadeces anchas.
Once anchuras alargadas.
Once veces once.
Once tipos de amalgamas.
Once sábanas blancas.
Once deseos al sol.
Once vientres en las camas.
Once canas en la barba.
Once flores de un día.
Once camisones.
Once gorras.
Once capotes.
Once jofainas.
Once cólicos nefríticos.
Once calmas en la tarde.
Once copas bocabajo.
Once tiritonas largas.
Once pruebas.
Once purés.
Once lisonjas.
Once miradas que se fijan en la espalda de un muchacho.
Once veces once.
Once veces once.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/01/2012 a las 13:33 | Comentarios {1}


De Violeta García-Loygorri Tinajas


Asociación






Los números son personitas deprimidas



Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/01/2012 a las 19:40 | Comentarios {0}


¿Cuánto dura el mañana?
¿Sobre qué esquema de tiempo responderás a esta pregunta?
¿Cuánto dura el amor que se ha tenido y se ha perdido?
Y la actitud ¿Cuánto dura?

La selva se volvió ordenada cuando la razón la convirtió en jardín.

Las piernas que se enredan.

La boca que saliva.

La nieve picotea las agujas de los pinos.
Todo el paisaje ha cambiado.
La estela última se va desdibujando hasta convertirse en tierra de camino.

Vuelva a ti.

Eras de miel de eucalipto, con ese fondo a alcohol que deja en la garganta.
Eras la duración del mañana.
Porque el mañana es infinito.

¿Cómo se describe de frente y de perfil simultáneamente?
La pintura puede convertirse en atemporal. En la literatura sólo se pueden conseguir sincronicidades.

Vuelve pura, como el agua de la montaña que atravesasteis cuando erais niños y no sabíais que hay recuerdos que permanecen siempre.
¿Cuánto dura siempre?
¿Cuánto dura la caricia en tu cabello?
¿Cuánto dura la elevación de este silencio? ¿Hasta dónde se eleva? ¿Cuándo se calma?

Mérito tuyo será haberle besado.
Y mérito tuyo será abandonarle ahora.

La luna se escapó una noche de las fauces del día.
La luna se forjó en rojo cuando tú le despedías.

El tiempo no es más que una encadenación arbitraria de momentos.
No preguntes entonces. Déjale ir. Deja que no vuelva la vista. No obligues a tu pensamiento a que esboce un deseo. Déjale marchar como ya hiciste en otras ocasiones.

La vida pasa y vuelve y se desintegra.
Dejarle marchar es hacerle libre.

Sabes que la pregunta no ha sido respondida y aún así sientes la satisfacción de la tarea cumplida.

Le pedirás un romance.
Y luego una silva.
Y más tarde un soneto.
Y al final, como una broma, le sugerirás una quintilla.

Hasta el mañana.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/01/2012 a las 17:58 | Comentarios {2}


Las reflexiones de Marcelo Bielsa, entrenador del Atletic Club de Bilbao.
Recogidas por Diego Torres en el periódico El País.


- Amor y perdón. "Hay algunas cosas que me sirvieron. La religión, especialmente la católica, tiene cuatro ejes antagónicos. Culpa y castigo; amor y perdón. El castigo está más en la superficie que el perdón y la culpa está más en la superficie que el amor. Con el tiempo me fui dando cuenta de que perdonar y querer al futbolista lo mejora".
- Coincidencia. "Las palabras respeto y afecto, aquí, funcionan como sinónimos. Viví cuatro años en Chile. A los chilenos les va bien como país. Y les va bien por algo que los argentinos, que somos confrontativos, describiríamos como hipocresía y falsedad, que es ponerse de acuerdo, que es soslayar las diferencias con el otro. Para ir en un mismo sentido hay que tener un margen mínimo de coincidencia".
- Quiero que me quieras. "Como todo ser humano, lo que dice el futbolista es: 'Quiéreme de verdad. No solamente para que gane. Yo quiero que me quieras para poder ganar, no quiero que me quieras porque gané'. A todos nos taladra ese que cuando vas a la cancha te dice: 'Hay que ganar'. Y te genera un fenómeno interior de tener que responder a las expectativas de todos. Dices: '¡Puta!, ¿cómo voy a tener que ganar?".
- Desarrollo. "Los países desarrollados se caracterizan porque comparten la pobreza. Los equipos de fútbol desarrollados son los que reparten el trabajo sucio".
- Resiliencia. "La resiliencia es la principal virtud de un jugador. Es la virtud que tiene un cuerpo de recuperar la forma original después de haber sido deformado. Los grandes jugadores superan inmediatamente el dolor de la derrota o cualquier dolor que le produzca el juego".
- Uniformidad. "Los que tenemos que gobernar colectivos queremos que todos los jugadores sean iguales. Estamos en contra de los diferentes. Pero hay partidos de 0-0 en los que en el minuto 90 les pides a los jugadores: 'Inventen algo'. Y te miran diciendo: '¿Toda la semana uniformados y en el minuto 90 de un 0-0 inamovible hay que ser diferentes?'. Ahí empiezas a entender lo imprescindible del diferente. No basta con tolerar al distinto. Es indispensable respetarlo... Y lo digo yo, que los tolero, no los respeto. ¡Pero sé que debo respetarlos! ¿Con qué condición hay que incluir al distinto? Que no arrastre a otros".
- Reglamento. "Interpreto el reglamento como un arma que asiste al juego para que haya armonía y para que la dedicación esté puesta en tratar de superar al rival. El juego fue creado para superar al rival de acuerdo con la belleza de los elementos que tiene el juego y no para observar el reglamento buscando perfiles que nos permitan superar al rival, pero no con la legitimidad de la esencia del juego. La esencia del juego es el gesto al servicio de la belleza".
- Pase y 'gambeta'. "Eliminar al rival a través del pase es el sustituto a la gambeta. Cuando uno no puede gambetear porque no tiene talento, gambetea a través del juego asociado. No es tocar y picar. No es sucesión de vértigos. Hay una estación intermedia".
- Regreso. "La falta de regreso al ser eliminado en una gambeta es una cosa que el futbolista no tiene incorporado. Hay que desarrollársela. Nosotros estamos acostumbrados a pedir ayuda, pero estamos menos acostumbrados a darla después de recibirla".
- Emotividad. "Siempre les digo a los jugadores que hay que estar 'cerca y dispuesto'. El fútbol es fundamentalmente un hecho activado por la emotividad. Todo esto se logra entrenándolo, pero no es necesario entrenarlo si los jugadores están entusiasmados. Estas cosas se hacen para cuando los futbolistas no tienen ganas".
- Pared. "La pared es una forma de eliminar rivales que necesita la complicidad del que defiende: el defensa es cómplice porque originalmente está más cerca del lugar al que va la pelota que el destinatario de la devolución".
- Pase. "La forma de comunicación a través del pase tiene 36 formas posibles".
- Desmarque. "¿Cómo se aprende a enseñar a desmarcar? Viendo a los que se desmarcan bien muchas veces y sacando la matriz, el eje, la huella que identifica el movimiento. Por ejemplo, el desmarque Orellana. Le pusimos así porque lo aprendimos de él. Orellana es frágil y la pide antes y la recibe después. Porque, si la recibe antes, como tiene poco peso, sufrirá más la patada. Es la naturaleza la que enseña. La cultura de los que tienen es distinta de la cultura de los que no tienen".
- Programa. "Los futbolistas, en la actualidad, no están formados con la estructura de un programa y esta cuestión va en contra del desarrollo del talento. La formación silvestre, natural, es la mejor de todas. No tiene normas y los jóvenes la ejecutan espontáneamente. Pero eso ha dejado de ser posible porque para que la formación natural se concrete hay que disponer de cinco horas diarias libres durante un periodo de cuatro a seis años. Hay continentes que siguen dando futbolistas porque se produce lo que hace falta: lugar, tiempo y amor por el juego".

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/01/2012 a las 18:04 | Comentarios {0}


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