Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
     
       Q. ***

Ni siquiera me atrevo a escribir tu nombre. Es como si todas las constelaciones de las galaxias todas lo impidieran. Quisiera ponerme muy serio y al mismo tiempo quisiera ponerme muy gracioso y también solemne y claro, también banal... ya sabes (¿o ya no sabes?) que no puedo. Las mañanas me cuestan. No quiero levantarme. Prefiero quedarme un rato, sólo un rato más para ver si sueño o no despierto. Luego hago el esfuerzo y me levanto y lo primero que siento es tu ausencia un día más. Sé que tampoco hoy será el día en el que vuelvas a ponerte en contacto conmigo. Sé que no será el día en el que volveré a escuchar tu voz. Sé que tampoco hoy será el día en que despierte de esta pesadilla que se alarga ya más de cuatro años. Desayuno. Siento la congoja. Me recompongo. Hago, a rastras, mis quehaceres y al llegar la noche deseo con todas mis fuerzas que el sueño llegue para volver a dormir, dormir... He parado. Me he dicho, ¿Para qué escribes esta carta? ¿Cuándo empezó todo? ¿Cómo empezó todo? ¿Cómo si sabes que no tiene la más mínima trascendencia sigues anclado en una espera que se hará eterna, es decir, se hará no tiempo? No tiempo vivido. No tiempo compartido. No tiempo usado. Sí tiempo desperdiciado. Sí génesis, seguramente, de la enfermedad que me llevará a morir. Luego pienso, aunque no estuviera ocurriendo esto seguirías siendo el mismo tipo con tendencia a la monomanía no se lo achaques eres tú que desde hace muchos años a esta parte andas a vueltas con todo buscando respuestas donde no puede haberlas siguiendo rastros que acaban en callejones sin salida queriendo que en los otros se hallen las soluciones cuando sabes lo sabes lo sabes que la única solución está en ti y esa solución sería la plena aceptación de la vida el absoluto respeto a las decisiones de los otros no pensar no exigir no tener actitudes preconcebidas y empezar a pensar en la solución del perdón empezar a perdonarte de una vez y levantarte una mañana y seguir tu camino y saber que hiciste lo correcto dentro de los estrechos límites que nos son dados a los humanos por mucho que venga el fenecido Escohotado a cantarnos las glorias de la civilización occidental y asegure que estamos mejor que queremos y se mofe de aquellos que se quejan de lo mal que está el mundo él el muerto Escohotado que acabó defendiendo a los mercaderes del templo  y renegando de los que ponen el grito en el cielo ante las injusticias del mundo cuando no mucho atrás se jactaba de justo lo contrario seguir mi camino y si alguna vez me volviera a cruzar contigo si quisiera la divina tyché que nos encontráramos en una calle en una nevada bajo palio en el cementerio de La Chacarita en una balconada en un precipicio en una montaña rusa en una laguna seca en un páramo verdecido en una sala de una casa recién construida en un avión en un bar en una pista de tenis en un simposio de ergonómica en una plazuela de nuestra ciudad o un recinto ferial pudiera mirarte a los ojos  tus preciosos ojos redondos y sonreír como si la devastación no hubiera acabado con mi carne y todo lo vivido desde tu desaparición no hubiera sido una estancia en el Tártaro donde cada segundo dura mil años y donde la luz no es conocida. Esas cosas pienso, sin puntos ni comas, todo de seguido, del todo loco, a punto de abrirme el pecho y sacarme el corazón y ofrecértelo por si la sangre derramada y los pálpitos del músculo pudieran hacerte recapacitar y que tú también me miraras y, ¡Oh, Dios en el que no creo; Oh, Diosa en la que no creo, Oh, daimones en los que no creo; Oh, duendes en los que no creo; Oh, espíritus en los que no creo! con la sonrisa propia de los que fueron hijos me dijeras, He vuelto. Quisiera hablar contigo.

Tuyo siempre tu ***
 

Epistolario

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 22/04/2024 a las 18:47 | Comentarios {0}








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