Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Variación del texto publicado ayer por recomendación atribuida a Isaac Alexander


¿Qué se podría añadir?
1.- No ser demasiado pesimista ni demasiado optimista. Dejar al gusto del escéptico positivo (ese que todo lo sonríe porque todo lo sabe posible -y su contrario-) el análisis racional (pongo en cursiva racional porque en ese racional entra un desdén hacia la razón como si ésta fuera la encarnación del Amparo. En nombre de la razón todo es posible. Todo es humano.) de las cosas. Escribir cosas por no llamarlas por sus nombres: crueldad, opresión, asesinato, robo, violación, degradación, indignidad, olvido, egoísmo hasta los límites más asfixiantes (el bello ideal del individualismo que surge en el siglo XII y tiene su culminación en el siglo XV ha degenerado hasta este insulto a la convivencia en que se ha convertido la sociedad capitalista. Todo ideal sublime del hombre deviene en bello, cae hasta lo feo y muere matando) que jamás se imaginaron.

2.- Los medios de comunicación trasmitiendo el miedo. Siempre el miedo. Alimento de miedo. Cómodos en ese no maten al mensajero cuando el mensajero es hoy (¿lo fue siempre?) el mensaje.

3.- Ejemplo: El juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón es denunciado por Falange Española de prevaricación (a cuenta de la instrucción del juez Garzón acerca de cuestiones relativas a las consecuencias jurídicas y penales de determinados hechos acaecidos durante y tras la Guerra Civil Española).
El magistrado del Tribunal Supremo, Luciano Varela, ampara y alienta y anima a que Falange afine su denuncia. Surgen las críticas. El Tribunal Supremo advierte que cuidado con la intensidad de las mismas.

4.- Los pequeños problemas de casa que se pueden exportar a cualquier parte del mundo. A partir de aquí escribí una serie de exabruptos. Se quedaban cortos. No añadían nada.

Ensayo

Tags : ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/04/2010 a las 12:42 | Comentarios {0}


Estulticia: Locúra, bobería, necedad y falta de juicio. Es voz latina y de poco uso. Lat. Stultitia Palom. Mus. Pict. lib. 4 cap. 2 Cierta especie de estultícia y descuido digno de grave reprehension, es desvelarse los hombres en cultivar la hacienda que han de dexar à sus hijos.. Cast. Solorz. Donair. Prolog. Sin más que tu agudeza, tu estultícia.

Necear. v. n. Decir necedades ò porfíar neciamente en alguna cosa. Es formado del nombre Necio. lat. Ineptire Pic. Just. f. 274 Y todo lo demás que en tales ocasiones se suele necear.. Villeg. Erot. Od. 31. Solo con gracias a nosotros vengas/ y no con discreciones/ que es dulce el necear en ocasiones.

Necedad S. f. Ignorancia total de las cosas, en quien debía o podía saberlas. Lat. Ignorantia, Fatuitas Boc. de Or. cap. 5 Mejor es la ceguedad que la necedad, cá por la ceguedad témese hombre de caer en el foyo, è por la necedad témese de caer en la muerte. Quev. Fort. Tiene repartidas la necedad por los hombres estas infernales cláusulas: quien dixera, no pensaba, &c..

Necedad: Se toma también por el dicho ù hecho fuera de razón, nacido de la ignorancia de las cosas, ù de las circunstancias de ellas. Lat. Ineptia. Lor. Arcad. f. 179. Haciendo alarde de tus flaquezas, la que pudiera mas de sus necedades. Cerv. Quix. tomo 2 cap. 39. El haberse casado con un Caballero tan gentilhombre, y tan entendido como aquí nos le han pintado, en verdad, en verdad que aunque fue necedad, no fue tan grande como se piensa..

Necedad: Se toma asimismo por imprudencia, terquedad o porfía. lat. Imprudentia. Temeritas.

Bajo la sombra de este peligro, caminar es arriesgado. El camino se tuerce cuando asoma la necedad en sus veredas.
Piénsese: es la noche. Dos hombres están sentados. Uno frente al otro. En sus gestos se adivina la edad y todas las arrugas que ello conlleva. Arrugas de ánimo.
O: Una mujer desea a un hombre. Están en una cocina. Apenas se escucha el mundo fuera. Todo está dentro en ese instante de esas vidas.
Piénsese: Uno de los hombres le dice al otro, Y a ti te falta todavía algo esencial. Importantísimo. Te falta ser un cínico.
Esa noche transcurre. La vida pasa en esos alardes. Demasiado, piensa uno de los hombres, el que según el otro todavía no es cínico. Lo suficiente. Lo suficiente.
Las contradicciones pueden no ser necesariamente necias. Pero hay mucha necedad en las contradicciones.
No se puede alardear de humilde si la soberbia surge a cada rato. O el orgullo que es una soberbia burguesa.
No se puede alardear de libre si el deseo no se satisface con alegría. Incluso más, con encanto. Satisfacer el deseo con encanto.
Inmaduros. Egoístas. Agrestes (no sé por qué me surge este concepto). Asolados.
Piénsese: El hombre que no es cínico se llama D. y el hombre que aconseja serlo se llama Q. D. mira a Q.. Quisiera ser sincero. Quisiera poder hablar. Siente la furia de la lluvia en los cristales. Tras él. Al mismo tiempo siente una paz fuerte. Una paz que tira de él hacia dentro. Decide seguir escuchando.
O: la mujer se afana en una larga discusión sobre el sentido de la oportunidad y se alarma por unas valoraciones del hombre acerca de su interés por ella.
La necedad es un abismo. No tiene suelo. Se puede llegar hasta lo más intestino y dar vueltas en una explicación de las cosas, en un sucederse los sucesos que puede llegar a cegar ese resquicio de verdad que asoma siempre en nuestra lengua cuando estamos mintiendo. La necedad se alimenta de ausencias. Se alimenta de hambre.
Piénsese en la inseguridad de D. y Q.. Sobre la noche el temor asoma. No dejar al silencio que tome las riendas. Callarse. Mantener el silencio como arma defensiva. Ni siquiera necesitar morderse la lengua. Nada hay que decir. Todo sería necio. Porfíar neciamente es dañarse seriamente el hígado, piensa D. y también piensa, ¿Qué me pasa? ¿por qué he vuelto a perder el don de la indiferencia? ¿Cuántas veces habré de aprender lo mismo? ¿por qué me sigue mirando con esa miserable superioridad? ¿cómo no soy capaz de transmitirle mi perplejidad? Q., por su parte, aturdido de impaciencia y soberbia habla de que cuando él eligió a D. como amigo. Más: le eligió como discípulo y Q. mira fijamente a D. y continúa su escalada argumentando que aunque D. nunca lo hubiera reconocido él -Q.- fue su maestro.
O: la mujer que se llama Ll. sabe que no podrá dejarse llevar. Mira al hombre T. mientras muerde un pastelillo y sabe que no podrá llegar a él. Sólo si él se mostrara. Sólo si él se arriesgara. La baraja por la mano. Estrategias dirán los benditos estúpidos. Necedad pensarán los escépticos de sí mismos.
Necean los dos ejemplos. Nada se consolida. El tiempo se aburre sobremanera en esos falsos aproach. Llega la llaga hasta el estómago. Alguien quiere terminar la tarde de domingo y sumergirse en un baño de agua.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/04/2010 a las 11:19 | Comentarios {0}




... aquel ataque despertó en mí (el ataque está relacionado con una película suya de tendencia homosexual que fue duramente criticada en Polonia, su país natal) un instinto de lucha que hoy percibo como un regalo. Me permitió saber hasta qué punto era inmaduro y narcisista y me permitió transformarme. El ser humano necesita que le ataquen para construirse. (Krystian Lupa, director teatral).

Siglo XI. Eva de Autun del escultor Gislebert. Considerada la primera mujer seductora del arte occidental desde la Caída del Imperio Romano
Siglo XI. Eva de Autun del escultor Gislebert. Considerada la primera mujer seductora del arte occidental desde la Caída del Imperio Romano

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/04/2010 a las 14:18 | Comentarios {0}


Cuando Renato Nonato supo que era un fantástico cocinero, descubrió al mismo tiempo que era un asesino implacable.
Así de sencilla es la trama de Estómago película dirigida por Marcos Jorge. Una parábola o una alegoría sobre el mundo de los sentidos y el mundo del poder. El poder sobre los otros y cómo el alcohol -como elemento que descompone esa frágil cosa que se llama realidad- altera los resortes del hombre y lo lanza a una distorsión y esa distorsión altera la vida de Renato Nonato para siempre. Y la comida, la cocina, el estómago agradecido, lo que supone para el cocinero. La cocina, repito, los ingredientes, la mezcla, la sabrosura, el color, la presentación o el asco. Y todo envuelto en esa tristeza brasileira que tanto se ve en su cine, esa melancolía de la risa y del color y más aún en este hombre que ansía algo que reduce al cuerpo de una mujer que además es una puta que además no le quiere y que le llevará al desastre.
He pasado la noche junto (Repito una frase que siempre me pareció un pensamiento amplio: el sueño todo lo unifica y la vigilia todo lo disgrega) a Renato y Bujiu y don Zeferino e Iria y he lamentado sus vidas y he lamentado la mía porque era parte de las suyas y he caminado por esas calles dejadas de la mano de Dios y he descubierto que la cárcel es uno de los lugares donde la justicia animal del hombre mejor se exhibe. He pasado la noche hablando en portugués y en un momento, a solas Renato y yo, en la cocina del Restaurante Bocaccio le he confesado que yo también reduzco en muchas ocasiones todas mis ansias de belleza a un cuerpo de una mujer. El ha querido brindar con un Negrote (una bebida bestial, llena de grados y locura) y yo le he rogado que no lo hiciera porque quería despertar y escribir sobre él en este extraño libro que llevo escribiendo tanto tiempo, que no tiene espacio ni vocación ni nada y que tan sólo intenta, como si yo fuera un buen cocinero, mezclar ingredientes que den sabor al diario vivir.
Estómago

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/03/2010 a las 10:08 | Comentarios {0}


La noche ha sido incómoda. No reniego del dolor, creo que es una forma excelente de avisar que algo no anda bien. Existen además dolores que tienen algo de cósmico como cuando la atmósfera se carga de electricidad y las articulaciones de un cuerpo pequeño, de un cuerpo que camina por una ciudad mediana del mundo, de un cuerpo que mira el cielo como si fuera un pozo invertido (lo digo porque la traducción literal de patio interior en chino sería Pozo del Cielo), lo acusa y surgen en sus articulaciones dolores intensos y aunque el cielo se muestre despejado, ese cuerpo sabe, ese cuerpo anticipa, la tormenta que vendrá. Y, en efecto, la tormenta llega y el dolor se junta a ella y son Uno en un mismo universo interconectado. Los dolores articulares de mi cuerpo son la prueba más evidente de que mi mente es el universo y el universo es mi mente (es ésta una frase de un filósofo chino del siglo IX d.C. del cual no recuerdo su nombre. Ahora no escribo desde mi habitación y no puedo consultar el nombre exacto. Cuando llegue por la tarde lo pondré).
La noche, decía, ha sido incómoda. Me dolía la cadera izquierda. Me revolvía en la cama. Escuchaba el sonido del mundo por si los truenos golpeaban en mí. Miraba la oscura luz que entraba por la ventana por si un relámpago advertía de la llegada de una nueva tromba. No ha sido así. El dolor continúa. El mundo está inestable. La atmósfera cargada de electricidad. Me he tomado un analgésico. Sueño con nadar. Este último año apenas he podido. Y cuando eso ocurre la enfermedad gana terreno y avisa a las tormentas para que me prevengan de que si no nado la electricidad del universo se adueñará, una vez más, de mi dolor.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 25/03/2010 a las 12:36 | Comentarios {0}


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