Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
A mí Montaigne me enseñó a disfrutar del pensamiento y de la libertad de pensar. Me enseñó el término exacto de la palabra librepensador siendo él un hombre anterior a ese término; a mí Montaigne me ha hecho llorar de risa y llorar de llanto; ha provocado un abismarme en mí y un contemplar los otros y lo otro con mi propia libertad; a mí Montaigne me ha obligado a desdecirme y a maldecir y me ha llevado a elevarme y detenerme largo tiempo en una reflexión. Para mí Montaigne como Krishnamurti o Juan de Mairena son maestros de la filosofía moral porque los tres parten de un principio devastador: Piense usted por sí mismo y déjese de maestros. Gracias, anti-maestros.

Extracto del Capítulo XXV Del Magisterio de Ensayos
Guardamos las ideas y el saber de otros y nada más. Es menester hacerlos nuestros. Harto nos parecemos a aquél que, teniendo necesidad de fuego se fue a buscarlo a casa del vecino y hallando allí uno grande y hermoso, quedóse allí calentándose sin acordarse ya de llevar un poco para su casa ¿De qué nos sirve tener la panza llena de carne si no la digerimos? ¿Si no se transforma en nosotros? ¿Si no nos aumenta ni fortalece? ¿Pensamos acaso que Lúculo a quien las letras formaron e hicieron capitán tan grande sin la ayuda de la experiencia, usase de ellas como nosotros?
Tanto nos apoyamos en los brazos de los demás que anulamos nuestras fuerzas ¿Que quiero armarme contra el miedo a la muerte? Hágolo a expensas de Séneca ¿Que quiero tener consuelo para mí u otro? Tómolo de Cicerón. Tomaríalo de mí mismo si me hubieran enseñado a ello. Nada me gusta esta inteligencia relativa y mendigada.
Aun cuando pudiéramos ser sabios con el saber de los demás, al menos prudentes, sólo podemos serlo con nuestra prudencia.
Traducción de Almudena Montojo

El fin de semana con la ayuda inestimable de Raúl, creamos el rincón de la escritura en mi casa nueva. Una casa que espero poder mantener durante muchos años. Hace un mes con Tere y César creamos el ambiente general. Junto a la mesa he colocado una estantería donde he puesto mis libros más amados. Se encuentra a mi lado izquierdo y no evito girar la silla y quedarme contemplando tanta belleza, tanto conocimiento, tanta ironía contenidas en ese invento extraño y peculiar -tan extraño y peculiar como lo fue la invención del castigo- como es el libro. Entre ellos, claro, se encuentra Ensayos de Montaigne al que siempre imagino en su castillo, rodeado de velas y antiguos libros, hurgando citas, relacionando temas y mirando de hito en hito, a través de una ventana estrecha, el fuego de las estrellas.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/10/2010 a las 20:29 | Comentarios {1}


El dinero (pondré el 1)
¡Qué extraña es la materia del dinero para mí! Nada más pensar este artículo me he querido ir por los Cerros de Úbeda y hacer referencia a un libro -interesante como todos- de Rafael Sánchez Ferlosio titulado Non Olet y acudir a anécdotas y alejarme un poco de la propia desazón que a mí me provoca. Hay personas con facilidad para tenerlo, conseguirlo y gastarlo. En mi caso tengo dificultades. Y ya aquí se me viene a las mientes la educación recibida y los tres tabúes que la buena educación impide tratar en una conversación: la enfermedad, el dinero y la sexualidad.
Me está costando y pienso si poner en el título un 1 como si eso implicara que seguiré, porque ahora lo voy a dejar, no quiero encontrar las palabras; no me atrevo a encontrarlas y pienso si de alguna manera encajaría un poema que me envío ayer Raúl por medio del correo electrónico y que me pareció de una ternura mezclada con reconvención muy de agradecer.
Busco también una analogía ¡oh, qué socorridas son las analogías! que me permita deslizarme por el tema sin mancharme, sin inmiscuirme pero también sé que si este cuaderno tiene vocación de algo, ésa ha sido la de mostrar todas mis caras, no sólo una o dos, sino las caras que yo soy capaz de mostrar, que anidan en mí, que forman ese multiverso al que otorgamos el pronombre Yo. Criticaba el otro día el que en muchas ocasiones me encuentro con que siempre que acudo, llego o derivo a lugares donde se expresan los seres humanos, en muchas me encuentro siempre con la misma cara de ese ser y desde ese momento siento cierto rechazo porque somos más que soy, porque deberíamos aplicarnos más el nosotros al yo, incluso deberíamos anular las tres personas del singular para hablar de seres humanos. Veis, ya me voy, esta digresión me permite no hablar del tema que titulo. Se me escapa. Hay uno de mi yos al que le da vergüenza hablar de ese tema. Y por eso quizá (y también porque estoy cansado. Me levanto muy temprano últimamente, a las seis de la mañana, para ir hasta Madrid donde hago un curso de formación para conseguir un trabajo que me dé algo de dinero para mantenerme) coloque el 1 detrás del título y lo intente otro día.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2010 a las 23:11 | Comentarios {0}


establecieron una curiosa teoría vinieron a decir que cervantes no sabía lo que hacía al escribir el quijote es decir que cervantes no tenía un soporte intelectual bien estructurado o como se dice ahora lo de tener la cabeza bien amueblada parece ser que cervantes era un estúpido que tuvo suerte una suerte en forma de iluminación poética poética en el sentido amplísimo de todos los eruditos que alientan las palabras hasta sus últimas consecuencias y más allá de sus últimas consecuencias haciendo en instancia n que la palabra se vuelva vaga como la libélula de rubén darío si se me permite la intromisión del nicaragüense hablando del retrasado mental miguel de cervantes saavedra que no sabía lo que hacía intelectualmente hablando cuando escribía línea a línea borrón tras borrón la más alta novela de todas las épocas que en el mundo han sido lo que me lleva a pensar dos posibilidades o bien que lo mejor para ser un magnífico poeta es ser un absoluto imbécil o que eruditos como menéndez pelayo y tantos otros son tan imbéciles como para calificar de tal a cervantes no sé si me he explicado correctamente porque luego aparece una de esas mentes escasas en el mundo con nombre y apellidos que a continuación escribo y que son américo castro que escribe un libro en el que demuestra que la base teórica de cervantes al escribir su quijote no era en absoluto escasa más bien todo lo contrario porque estuvo en italia cuando se escribían las primeras poéticas la del pinciano por ejemplo y se estudiaba a aristóteles y su poética que aunque no sea nada del otro mundo siempre en su único afán clasificador sí fue tomada como del otro mundo por éstos que se dedican a enmendarle la plana a los artistas sobre su forma de utilizar su arte sin que ellos sepan utilizarlo en modo alguno porque si nos pusiéramos a criticar la prosodia del tal menéndez pelayo acabaríamos por ponerle un cero en redacción aunque quizá exagere pero por qué no voy a tener derecho yo a exagerar si ellos lo hacen sin ton ni son en fin lo que decía de américo castro que el buen hombre y hombre bueno para demostrar que cervantes no era un absoluto ignorante se pone a expurgar todas las citas que aquí y allá salpican su obra en donde pone de manifiesto sus tendencias estilísticas las cuales curiosamente se enlazan con todas las poéticas de su mundo y etcétera que para leerlo todo recomiendo el pensamiento de cervantes que es un libro asaz ameno y que destierra para siempre el adjetivo de memo del acervo de cervantes no sé si lo he dicho ni si lo he dicho bien porque sea como sea o bien se demuestra que no hace falta ninguna tener una base teórica para aplicar un concepto práctico o bien que los que tienen una cabeza barrocamente amueblada de teorías teoremas poéticas léxicos estudios comparativos etimologías historiografías y no sé cuántas ías más no les sirve para nada a la hora de recibir en semejante cabeza amueblada a un escritor tan sin par como el ingenioso don miguel de cervantes

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/10/2010 a las 20:06 | Comentarios {1}


Raúl Morales García poeta
Yo sé que nadie que no lo haya intentado podrá valorar el silencio, la elipsis, lo que no se escribe en un poema y justo porque no se escribe adquiere toda la fuerza. Si se escribiera esa ausencia (convertida, claro, en presencia), haría perder imagen (imaginación) a lo que queda.
Lo que queda del silencio es lo que podemos leer en los poemas de Raúl Morales García. O por escribirlo de otra manera: la poesía de Raúl es los armónicos de las notas, lo que se va yendo, lo que apenas tienes tiempo de aprehender.
No me quiero poner crítico (ni sé), hablo como lector.
Lo que unos llamarán escasez, yo lo llamo esfuerzo.
Y en ese esfuerzo de lo poco (que lo es todo) el poeta Raúl Morales va contracorriente de estos tiempos en donde la abundancia es la religión de nuestro lado del mundo. Lo verborreico, lo que no se quiere callar, la antipaciencia, la desmesura.
No voy a escribir mucho más porque sería ir en contra del propio poeta sobre el que escribo, poeta y amigo, que acaba de publicar este libro Casa, editado por Ediciones Vitruvio y del que sólo apuntaré (para abrir vuestro apetito) estos versos: Descansa la boca sobre el trigal quemado,/ su olor/ -verano, lluvia/ la horca que sostiene el nido./ Se inclinan labios, dientes/ sobre lo negro,/ sobre los tallos tiernos de mujer// que ya verdean

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/10/2010 a las 12:43 | Comentarios {0}


El toro, la realidad, la metáfora
España es un país (una idea de país, una intención de país, la sombra de un país) hecho a través de la confrontación brutal y esquemática de dos principios: la realidad y la metáfora. Es como en las plazas de toros: tendido de sol y tendido de sombra; o como en los dos polos de Don Quijote de la Mancha con el propio don Quijote y su inevitable acompañante Sancho Panza como polos.
España no es un país de contrastes, es un país de blanco y negro (de un solo contraste por lo tanto). El por qué de esta cuestión tendrá sus fundamentos y sus discusiones. Unos vendrán que defenderán que España se hizo como se hizo por la constante contienda; otros que si la envidia es el fundamento de todo su ser. Otros menos arcaicos –en el fondo menos españoles en cuanto a esa única dicotomía blanco/negro- defenderán con agudeza y un extraño sentido de la historia que España es el cruce de tres culturas, de tres castas: Los moros, los judíos y los cristianos. El mejor (quizá único exponente de esta sorprendente teoría) es Américo Castro, sobre todo en dos de sus libros fundamentales: España en su historia y De la Edad conflictiva. No está bien visto Américo Castro en los ambientes académicos, es lo que tienen los buenos heterodoxos. Y en España los ha habido y muchos. Casi todos hubieron de huir como el bueno de Miguel Servet, el cual murió quemado a fuego lento en Ginebra por un tal Calvino y no porque descubriera la circulación menor de la sangre sino porque este descubrimiento estaba dentro de un libro herético llamado De Trinitatis erroribus.
Ejemplos de esta España blanquinegra los hay a montones y no me detendré en enumerar muchos; sólo y casi a modo de chiste enfrentar La Reforma con la Contrarreforma, nacida en España aunque fuera auspiciada por un Emperador que al llegar al suelo patrio no sabía hablar una sola palabra de castellano (blanco y negro de nuevo) el cual al final quiso acabar sus días en lo más extremo de este país, en el monasterio de Yuste.
En España una pareja se rompe y no se vuelve a dirigir la palabra; una amistad se rompe y es para siempre; un negocio se quiebra y no se recompone. Admiré una escena que presencié en Francia entre una pareja separada que, un día, al caer la tarde, frente al magnífico fuego de una chimenea, en la casa de él, que había sido la de ellos, tomaron sus agendas y se dividieron los días con su hijo en plena armonía, sin levantar la voz mientras el niño leía tranquilo junto a la ventana. Esto en España es impensable y si alguna pareja española es capaz de llegar a tal grado de civismo me juego el bigote a que tiene ascendientes extranjeros en la generación anterior. En fin, bromas aparte y generalizaciones a parte; este país es un todo o nada por eso funciona tan bien el bipartidismo.
Y justamente es en este país donde se afianza un rito en verdad metafórico y realista a la vez. Quizá otro día bucee en sus orígenes, si fue en Miconos o en Creta, si hubo una ligazón desde tiempos tan remotos o surgió de nuevo, renovado en el siglo XVII. Porque la corrida de toros funde realidad y metáfora como sólo lo puede hacer el Arte. Conste antes de nada que no soy un decidido defensor de los toros ni tampoco un ferviente atacante. No me gustan especialmente y hubo un tiempo en que sí me gustaron. Sí amo su vocabulario y el Cossío es un monumento al habla, un verdadero tesoro de la palabra.
Pensemos lo siguiente: Un niño está en el útero de su madre y de repente le llega el momento de salir. Él se resiste pero los músculos de su madre lo empujan, le obligan a salir. Y de la oscuridad sale a la luz, a un mundo de tierra y aire y fuego (el agua era su medio hasta entonces), donde unos seres nuevos, apenas escuchados de lejos, le rodean y le jalean. Al principio al niño le dejan hacer, le aplauden, le jalean, le dicen ¡Olé, mi niño! Pero llega un momento en que a ese niño hay que meterle en vereda, hay que educarle, hay que hacerle entrar en el engaño de que la vida está hecha para obedecer a un trapo y para que aprenda pronto, para que aprenda antes, por agotamiento más que por razonamiento se le desangra, se le desengaña con un primer puyazo en todo el alma cuando se lo arranca del lugar de los aplausos y se lo lleva a un rincón donde un cuchillo se hundirá lo justo para abrir la herida que descubrirá la muerte. Espantado el toro, digo el niño, querrá volver al centro, querrá rebelarse contra su Otro, el que le quiere hacer entrar al trapo pero ese rebelarse acelera su desangramiento, ese rebelarse le va agotando por dentro y entonces, antes de que se canse, antes de que abandone se le acuchilla de nuevo pero esta vez con unos cuchillitos pequeños que no van directos al alma, sino al orgullo porque le avergüenza que quien se enfrenta ahora a él no tenga el trapo que le engañaba sino que va a pecho descubierto, con los brazos en alto y el joven que antes era el niño piensa, Con él sí podré, ahora no me podrá engañar, tengo fuerza, lo voy a intentar y cuando se lanza a por el banderillero, con la vista fija en su vientre, dispuesto a embestirlo con toda su osadía, la osadía de la juventud, pierde de vista las alturas donde refulgen, ansiosas, las banderillas que se clavan en su cruceta y si no, si el encargado de engañarle es torpe, quizá le duelan más porque esos cuchillitos se clavarán en su piedad, en su alegría o en su optimismo. Y así, aturdido, con seis agujas afiladas clavadas para siempre en su vida, desnortado y confuso, sintiendo que lo que antes eran jaleos de bienvenida se han convertido en arreones furiosos, en insultos, en griterío, ve acercarse de nuevo al hombre del trapo cuyo color ha cambiado y si antes era de un rosa galante, ahora es un rojo violento, un desafío a vida o muerte. El hombre ha descubierto que no le queda otro remedio que enfrentarse a su destino, ha descubierto que jamás saldrá de esa plaza, que ha de luchar aunque no quiera y que frente a él tiene un arma que le embruja, un arma que no es nada, tan sólo tela y sin embargo qué cruel, qué engañosa, qué implacable. Y así lo intentará luchando contra alguien que en el colmo del engaño va vestido de mujer, cita como una mujer, calza como una mujer, lleva medias de mujer y coleta de mujer y sin embargo tiene toda la furia, todo el ansia de muerte y batalla de un hombre. Y el bicho embiste y agacha la cerviz y si responde al engaño el mundo aplaude y si lo rechaza el mundo le abuchea. Y el que engaña se luce con su engaño y el engañado se va desangrando en cada lance y boquea y le falta el aire y ya no siente la alegría del principio cuando una cerrada ovación le recibía y huele su propia sangre y de repente siente que ya no le importa morir y cuando la mujer –que en realidad es un hombre- pliega el trapo rojo ante él y descubre una espada curvada en su extremo, el hombre se queda mirando el trapo sin entender cómo ha podido estar tanto tiempo engañado por eso que ahora yace yerto ante él y cuando está pensando en ello siente en lo alto de su estima cómo se hunde –como acero frío, quirúrgico, insalvable- la muerte en su vida y todo a su alrededor gira, todo son trapos que le engañan y él quizá se atreve aún a lanzar algún derrote, por ese afán de ser hombres que nos persigue hasta el final, y si no claudicas cuando el mundo quiera entonces la mujer que es hombre te degollará y al final sacas la lengua en un último gesto de solemnidad.
La realidad de una corrida de toros es cruel porque su metáfora lo es. No creo que sea útil ponerse vendas en los ojos. La muerte del toro en la plaza como la vida de todo hombre que lucha por ser amado es siempre honrosa.
Vuelvo al principio sólo para constatar que un país tan tosco como España contiene en sí una de las alegorías más sutiles sobre el vivir y su sentido.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/09/2010 a las 00:10 | Comentarios {0}


1 ... « 64 65 66 67 68 69 70 » ... 88






Búsqueda

RSS ATOM RSS comment PODCAST Mobile