Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Zeta
Zacapella: s. f. Riña o contienda con ruido y bulla, que mueven muchos. Dícese más frecuentemente Zacapela. Lat. Contentio. Strepitus, us. Rixa, ae. Quev. Mus.6.Sonet, 22
Y todo fue un entierro de doncella,/
doctrina muerta, letra no tocada,/
luces y flores, grita y zacapella.


Zacear: v. a. espantar y hacer huir los perros, hablándolos con la voz Za, de la cual se formó el verbo. Lat. Voce canes avertere. Isaac Alexander Jaurías a mí: Por la cañada iba, silbándole a la zabida su aroma pringosa; iba distraído; iba sin ansia cuando una jauría de perros, desde un altozano se lanzaron a por mí. Y cuál no fue mi sorpresa cuando al zacearlos, como mi padre me había enseñado, huyeron los perros por donde habían venido.

Zafareche: s. m. Lo mismo que Estanque. Es voz arabiga, que tiene aún uso en Aragón. Isaac Alexander Jaurías a mí: No quisieron las ménades mostrarte el camino del zafareche donde las ninfas, locas de amor, se entregaban gustosas a los placeres del amar.

Zahareño, ñA: adj. Se aplica al páxaro bravo, que no se amansa o que con mucha dificultad se domestica. Es voz de la Cetrería, y puede venir según Covarrubias de la palabra arábiga Zahara, que significa piedra o peñasco. Lat. Ferus, a, um. Ulloa. Cetrer. cap. 6 De los halcones, pollos, unos son tomados con el araña, y red a los quales llaman zahareños.

Zahorí s. m. Llaman a la persona que vulgar y falsamente dicen ve lo que está oculto, aunque sea debaxo de la tierra, como no lo cubre paño azul. Es compuesto de las voces arábigas Zah que significa sin duda, y vari que vale veedór, ù de esta última y la partícula za que significa debaxo. Lat. Lynceus homo subterranea vides. Jacint. Pol. pl. 57 Bien sé lo que quieren decir estos dos versos; pero no lo que dicen: un zahorí culto los advine. Palom Mus. Pict. lib. 1 cap. 4 epi. 1 Qué diremos si se ha de atender la vulgar opinión de los que llaman zahoríes, que dicen penetran los senos más ocultos de la tierra.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/07/2011 a las 13:03 | Comentarios {0}


Diario de Milos Amós tras su descenso de la montaña


Primera hora
Nostalgia en el sueño de la noche. La certeza de un encuentro. ¿Por qué no sé? Me preguntaba al despertarme. El recuerdo de una equivocación cuando tenía coche y conducía como un engañado más. Fue en un cruce. No miré bien a los lados. Giré a la izquierda y escuché un largo bocinazo. El que había frenado me adelantó haciendo rugir su motor. Yo me disculpé con la mano pero él me esperó en la carretera. ¿Qué intenciones albergaba? En una rotonda le engañé y giré hacia otro lado. Temblé durante varios kilómetros.
Desayuno. Fumo un cigarrillo. Con la primera calada me voy a cagar. Leo Hojas de hierba. Me sueno la nariz. Moco líquido como si hubiera cogido frío durante la noche. Me limpio. Termino el café. Vuelvo al cuarto de baño y necesito mirarme en el espejo.

Segunda hora
Me miro en el espejo.

Tercera hora.
Siento la necesidad de encontrarme con alguien. Confiarle mi vida. Caminar por un sendero entre alambradas. Imaginar el cielo nublado y un gran monumento entre montañas. Hay un vuelo de buitres y otro de halcones. Corre la liebre y pace el toro. Se escucha la cadena de una bicicleta y un sordo rumor de multitudes airadas que elevan al aire consignas. Siento la necesidad de aprender. Y también la gana de reírme.

Cuarta hora
Me aseo. El agua caliente me produce una erección. Intento masturbarme pero me echo a llorar. No sé por qué. No lo sé y empiezo a cantar una canción. Creo que es una vieja balaba galesa. Cuando en el principio del mundo los árboles acudieron a la batalla. Me seco. No me afeito. No me pongo agua de colonia. Me lavo mucho los dientes hasta que las encías me sangran. Escupo la sangre. La huelo.

Quinta y sexta horas
Escribo.

Séptima hora
Apenas como. Salgo a la calle. Ha bajado un poco la temperatura. No ocurre nada en el trayecto hacia La Hamburguesa feliz.

Desde la octava hasta la decimosexta hora
El coreano se ha quemado un dedo. Mi compañera tiene la regla. Me lo ha dicho para que le echara una mano. Tiene jaqueca y un fuerte dolor de riñones. Estoy sangrando como una cerda, me dice. Está pálida. Más sin gracia que de costumbre y algo despistada.
Una mujer de unos cuarenta años me ha pedido un hamburguesa con doble de queso y pepinillos y una cerveza. Sin patatas fritas, me ha dicho. Mientras se lo servía me miraba. Me he sentido incómodo. No era guapa. No me atraía. Me hubiera ido con ella. ¿Por qué? Me ha pagado y me ha dicho: un hombre tan mayor y tan tímido. No sé por qué le he contestado: Acabo de salir de prisión. El gesto de la mujer ha cambiado. Casi tira lo que contenía la bandeja por el suelo. Habrían quedado manchas como la culpa o el desconsuelo.
Malos pensamientos, me he dicho en la decimocuarta hora.

Decimoséptima hora
Vuelta a casa. El sonido de un coche de policía. Un recuerdo de la infancia. Un hombre ebrio se tambalea en la plataforma del autobús. Una mujer con niño intenta protegerlo del espectáculo del borracho. Un frenazo. El hombre cae al suelo y rueda. El conductor llega a la parada y sin contemplaciones echa al hombre del autobús. El hombre queda tendido en la acera. No se mueve.

Decimoctava hora
Me meto en la cama. Tengo mucha hambre pero no quiero comer. No leo. Apago la luz. La oscuridad no me da esperanzas. Siento muy grande la cama. Doy vueltas y más vueltas. Pienso una vez y otra. Intento respirar acompasadamente. No lo consigo. Pienso: Bajé de la montaña porque estaba curado. Pienso: Nunca se está curado del todo. Pienso: la vida es la larga convalecencia de la muerte. Pienso: ser muerto es estar sano. Pienso: me llamo Milos Amós. Y ese pensamiento me permite la mínima tregua para que el sueño me alcance y me quedé, inquietamente, dormido.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/07/2011 a las 12:45 | Comentarios {0}


Diario de Milos Amós tras su descenso de la Montaña.

La historia de Milos Amós se puede leer siguiendo las 19 entregas anteriores de LA SOLUCIÓN.


Primera hora
He querido recordar el sueño de la noche. Ardía algo. Una oficina quizá. Una oficina de mi propiedad. Ráfagas de un castillo. Un paisaje francés. Amo Francia. He abierto los ojos con calma. Una ligera brisa de verano entraba por la ventana. Traía aires de montaña.
Me he levantado desnudo. He caminado descalzo por la casa. Las paredes desnudas. Pienso en cómo vestirlas. Aún no me acostumbro al concepto de tener vecinos que me puedan ver desnudo y que ese verme así les pueda causar incomodidad. Quisiera decir: "Estoy curado de la enfermedad de la muerte. Respiro porque quiero no porque debo".
En la cocina. Pongo un café. Lavo los cacharros de la cena de la noche anterior. Tengo una pequeña radio. Sintonizo un emisora que dé noticias. Las noticias y los comentarios me parecen de otro mundo. Sale el café. Me alegra su aroma.
Bebo el café en la sala y me lío un cigarrillo. Tras la primera calada me entran ganas de cagar. Voy al cuarto de baño. Cago mientras leo Hojas de Hierba de Walt Whitman en la traducción de Jorge Luis Borges. Me limpio. Vuelvo a mi habitación y me visto con una camiseta y unos pantalones cortos. Termino el café.

Segunda hora
Pienso: el desierto de los últimos meses. La lluvia. La humedad en los huesos. Mi mujer. La que fue mi mujer. Sus tetas. Su culo. Su coño. Sus caderas. Sus gritos cuando enloquecía. Su dulzura cuando estaba ebria. Un amigo muerto. Una anciana muerta. El paso de los días. Una gran hoguera que yo mismo provoqué. Las ganas de volver a mi trabajo. Sacudirme la arena del desierto mental en el que he estado. Volver a amar. Volver a enamorarme. Que una mujer vuelva a mirarme a los ojos y terminemos besándonos las bocas. El deseo de una hembra. Yo macho. Recuperar si fuera posible mis libros.
Bebo polen.
Limpio la casa.

Tercera hora
Permanezco sentado en la pequeña terraza de mi casa.

Cuarta hora
Me aseo. El agua caliente de la ducha produce en mí una erección. Me masturbo. Imagino a una mujer que corre desnuda hacia mí. Me corro. Me afeito. Me pongo un agua de colonia fresca. Me visto con el uniforme de La Hamburguesa feliz..

Quinta y sexta horas
Escribo.

Séptima hora
Salgo a la calle. Me dirijo a la parada del autobús. Hay mucha gente. Hace mucho calor. Soy consciente de que nadie es como yo y sé que es falsa esa conciencia. Una mujer me ha mirado más de dos veces. Yo no me atrevo a mirarla. Me da vergüenza mi deseo sexual. Y no sé por qué.

Desde la octava hasta la decimosexta hora
Me repugna el olor de la carne picada frita. La supervisora es borde: se cree alguien. Me es simpático el cocinero coreano. No dice esta boca es mía. No sé si conocerá nuestro idioma. Mi compañera me cae muy bien: es fea y no tiene ninguna gracia. Los clientes, en general, son despreciables. Sobre todo las familias. ¡Me dan asco las familias!

Decimoséptima hora
Vuelvo en el autobús a casa. Huelo a fritanga y patatas fritas. Me gusta, cuando llego, el olor de mi casa. Huele a mi soledad. De nuevo siento la necesidad del contacto con una mujer. El sexo de los machos, pienso. Mamíferos, pienso. Primates, pienso. Estoy más salido que la pata de una mesa, concluyo. ¿Por qué?

Decimoctava hora
Me acuesto tras fumarme un cigarrillo y beberme un vino tinto. Me gusta estar desnudo en la cama, con la ventana abierta, sin arroparme. Leo El nombre del viento, una novela que me devuelve a mis orígenes. Me entra sueño. Estoy empalmado otra vez. No tengo ganas de hacerme otra paja. Antes de cerrar los ojos digo en voz alta: Soy Milos Amós. Oírme me tranquiliza de no sé qué. Apago la luz.

Cuento

Tags : La Solución Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/07/2011 a las 18:03 | Comentarios {0}


Reflexiones acerca de dos silencios: la de Velocidad de escape y la de un amigo.


Ya sé que los grandes escritores del siglo XIX escribían sus textos en folletines, por capítulos, que se publicaban al día siguiente de escritos en los diarios (de ahí creo yo el verdadero surgimiento del naturalismo en la literatura: no fue tanto un imperativo de movimiento literario cuanto un imperativo de las rotativas de los diarios. Escribir natural es la forma más sencilla de escribir). Así empecé a escribir Velocidad de escape -al modo de los folletineros del siglo XIX- y podría haber seguido pero no quiero. Ha llegado un momento en el que uno de los escritores que habita en mí, necesita llevarse a los personajes y a las situaciones fuera del ojo de los lectores. Que te lean es jodido. Todo escritor aspira por supuesto a que llegue ese momento y cuando llega jode porque, ya lo habré escrito varias veces, lo que se lee no es lo que se escribe. Y esa distancia, a veces, es tragicómica. Hasta puede llegar a romper amistades y amores y vínculos aún más fuertes...

Mi amigo ha apagado la luz. Ya no se ve el cuadrado de su ventana en la noche del mundo, una ventana iluminada que era como un faro entre tanto dolor y tanta estúpida...; una ventana que marcaba longitudes y latitudes y parecían, al ser vistas, asentarte en un espacio donde la dulzura y la guerra, el amor y la Bestia, la ausencia y el universo se daban las manos en cada frase colgada, en cada preposición sin destino, en cada adjetivo sin nombre. Respetaré su silencio y sentiré saudade...

...entonces hay que irse, recogerse entre los cuatro ángulos de la mesa, someterse a las inclemencias de la imaginación, aguardar al pie del cañón las embestidas de las frases, construir con la paciencia del oso la levedad de las ideas, llorar si es preciso, reir a pleno pulmón o extasiarse ante el milagro de convertir en signos el asalto al castillo, el encuentro en los campos de heno recién segados, la partida sin mirar atrás o la resurrección de la luz en la llama que se había extinguido...

Porque entiendo la necesidad de mi amigo, no le pediré que vuelva pronto. Porque sé que su silencio será bellísimo, no le contaré lo mucho que pesará en el mío. Porque deseo la paciencia, no exhortaré a Diana Cazadora para que vuelva pronto, él tan cazador de pájaros, tan al acecho de sobrentendidos, tan escueto...

Llegará el día en que la historia necesite la luz de los Otros, mes semblables, mes frères. Hasta entonces Velocidad de escape entra en el mundo ausente del taller del escritor...

En nuestro regreso a casa/ noviembre no terminaba en las manos/ cortadas por el frío/ en la carretera rapidísima -veinticinco veintiséis veintisiete baldosas negras-/ ni en la esquina que nos daba miedo/ No.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/07/2011 a las 18:13 | Comentarios {0}


¿Cuándo se generó la vida?
Química y electricidad: eso somos.
¿Y el alma entonces? Yo aventuraría que el alma es el tiempo.
Química para sobrevivir.
Electricidad para tomar decisiones.
Tiempo para devenir nuestra química y nuestra electricidad.
Cuando hablamos de tiempo necesitamos espacio. No ocurre lo mismo cuando hablamos de espacio. El espacio no necesita tiempo. Así el alma. Así el cuerpo.
Los que, desde el conocimiento racional, han estudiado las etapas de la vida hablan de una evolución: desde los primeros entes químicos que, tras sucesivas transiciones de fase, llegaron a autorreplicarse dando lugar lugar a lo que entendemos por vida mientras la tierra se iba enfriando y surgían los protovirus, las protobacterias hasta llegar, en lentísimos transcurrires geológicos, a los mamíferos cuya esencia eléctrica supera a la química y la conduce. Y en esa marcha (me cuesta llamarlo evolución por su inevitable cercanía con los conceptos de progreso, avance, perfeccionamiento) surge el hombre y en el hombre surge la sensación del tiempo y el tiempo le lleva al descubrimiento del alma.
Sin poder generalizar (ni querer) el tema del alma es una cuestión meramente temporal. Como el tiempo, el alma es invisible, ubicua e inasible. Los Dioses, quintaesencia de las Almas, son sólo Tiempo. Pueden, en algún momento, transfigurarse en animal o planta pero es sólo para que nuestra parte espacial (la sometida a la química y a la electricidad) pueda percibirlos. Las religiones sin Dios promueven la fe en la trasmigración de las almas y en el alma de las cosas en sí ¿Y qué es trasmigrar y ser en sí sino atributos del Tiempo?
Porque si el espacio se contrajera hasta quedar convertido en un agujero negro supermasivo, el tiempo seguiría existiendo y no podría ser absorbido. Sencillamente porque el Tiempo como el Alma al no existir (es decir al no conducirse mediante parámetros de autorreplicación y decisiones), existe siempre. En un universo contraído o expandido el Tiempo (acelerado o ralentizado) sería invariable, es decir: seguiría siendo tiempo. No ocurre así con el espacio que deja de serlo si desaparece.
Tiempo y Alma.
Química y electricidad.
Exaltación y pausa.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/07/2011 a las 09:27 | Comentarios {0}


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