Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Ivan Zulueta a la izquierda y Will More durante el rodaje de Arrebato
Ivan Zulueta a la izquierda y Will More durante el rodaje de Arrebato
Esta noche ponen en la 2 de Televisión Española Arrebato de Iván Zulueta, una de las películas emblemáticas de los años 80 en Madrid. La veré sobre todo porque Will More -el actor que interpreta el papel de Pedro- es mi primo Joaquín y Carmen, su hermana, la mujer a la que, según dicen, Antonio Vega dedicó La Chica de Ayer, es mi prima.
Yo recuerdo a Joaquín y Carmen en los años sesenta cuando pasaron alguna vez por casa de mis padres. Yo debía tener unos ocho años y ellos rondaban los veinte. Lo que más me llamaba la atención es que ambos iban vestidos con la moda hippie (tengo la imagen de Joaquín con un amplio sombrero y un abrigo tres cuartos de mujer. Ellos vivían entonces, si no me equivoco, en Londres)) -algo totalmente desconocido en el Barrio de Salamanca de Madrid en aquella década-. Ambos eran hijos de mi tía Carmen, hermana de mi padre.
Es una pena -o no- que en mi casa se hablara nada de ellos y así supe por casualidad, mucho después de ver por primera vez la película, que aquel actor (que tanto se parecía a mi padre) era el Joaquinito que nos visitaba de vez en cuando y del que si no recuerdo mal nuestra madre (o padre) nos advertía: Y no les hagáis (a él y a Carmen) mucho caso que están un poco locos. Y digo una pena porque yo que también me he dedicado al cine -desde el guión- quizás hubiera podido conocerle a él, hablar sobre nuestro mundo, e incluso de su mano llegar a conocer a Iván Zulueta o a Eusebio Poncela o Cecilia Roth.
Así son los secretos de familia: a veces se descubren demasiado tarde y yo lo descubrí cuando Will More había desaparecido del mundo y se había convertido, entre los de su medio, en una leyenda viva que vivía allende los mares.

Buceando un poco he encontrado este artículo escrito por Céfiro y algunas fotos:
...El cineasta vasco [Iván Zulueta] nos ha dejado también este año pasado (murió en 2009). Como tantos otros. Como Antonio Vega. Su película más famosa, Arrebato, estaba interpretada por un actor muy joven, Will More (Pedro en la película) y por Eusebio Poncela. Arrebato es la película del caballo de los ochenta por antonomasia. Zulueta era heroinómano y lo fue hasta su muerte. Como Will More, como Eusebio Poncela y como Antonio Vega. ¿Y qué tiene que ver Antonio Vega con todo esto aparte del común vicio de la heroína? Will More era un esquelético hombre de piel transparente, rostro anguloso y cara de ángel caido. Como Antonio Vega, aunque la historia que vengo a contar tiene más que ver con la hermana de Will More que con el propio Will. Que por cierto no se llama Will More sino Joaquín Alonso Colmenares-Navascúes García Loygorri de los Ríos. Ahí es nada. Su hermana se llamaba Carmen (María del Carmen) y era una de las chicas más guapas que frecuentaba la movida madrileña. Según Alaska, Carmen era como su hermano, blanca, alta y con unos tacones de impresión. Eso lo contaba Rafa Cervera en “Alaska y otras historias de la movida”. Alaska estaba enamorada de Carmen pero Carmen se lió con Antonio Vega (fue un rollo juvenil, un par de meses a lo sumo) y según cuentan fue ella la que inició a Antonio en el peligroso juego de la heroína. Luis Antonio de Villena cuenta algo de todo esto en su fabuloso “Madrid ha muerto”. Para el que quiera una crónica de lo que fue aquello, se lo recomiendo. Se cuenta también que la famosa canción de Antonio, “Chica de ayer” fue inspirada por la hermana de More. Que Carmen fue en realidad la chica de ayer de Antonio. Casi ná. Los More (Will y Carmen) provenían de una familia de alta alcurnia de San Sebastián (de ahí los apellidos). Su familia (sobre todo la de su madre Mari Carmen, muerta a los cuarenta y cuatro años, los García Loygorri de los Ríos) era una de las más adineradas de Donosti pero a los hijos Will y Carmen les tocó vivir los ochenta. Will era por aquel entonces un joven muy atractivo que hizo amistad con Iván Zulueta convirtiéndose en su actor fetiche. Protagonizó varios cortos con él antes de “Arrebato” y también uno con Julio Medem y otro con Almodóvar. A partir de ahí poco, muy poco de Will. La heroína fue devastando al símbolo sexual dejándolo en cenizas e impidiéndole trabajar. Su último trabajo fue en el noventa a las órdenes de Miguel Ángel Toledo. De su paradero poco se sabe. Desapareció sin dejar rastro. Unos dicen que se fue a vivir a Sudamérica y que allí sigue. Otros dicen que lo han visto por Madrid (2008). Y otros que murió. Poco se sabe. Y de su hermana aún menos. Fue un ángel que pasó por Madrid a principios de los ochenta, que enamoró a hombres y mujeres, que fue musa de la canción más importante de la época y que después desapareció. Se la tragó la tierra. Como a su hermano. Como a tantos otros.

Diario

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/10/2011 a las 19:36 | Comentarios {12}


Tapa del Cuaderno Negro
Tapa del Cuaderno Negro
Entre el 20 de octubre de 2000 y el 14 de noviembre de 2002 escribí el Cuaderno Negro; es un diario escrito al revés, de atrás hacia delante las páginas porque, al ser diario, lo lógico es que lo primero que se lea pasado el tiempo, sea lo que está más cecano. Formalismos. Lo precioso de este Cuaderno Negro como lo de todos los diarios que he escrito en mi vida (El Cuaderno Naranja, El Cuaderno Marrón, El Diario de las letras -porque las tapas era letras de diversas tipografías-; aquí, en Inventario, la ventana Diario y algunos otros que se me olvidan, ¡ah, sí! un diario que titulé Sobre literatura) es que en ellos puedes rastrear tanto lo que acaeció como quien eras. Me sorprende en ellos que el Fernando que los escribe en ocasiones parece otro, excepto por la letra, y lo curioso es que a veces me parece más distinto el que está cronológicamente más cerca que aquél que empezó a escribir diarios allá por los finales de los años setenta del pasado siglo...

(quizá luego siga escribiendo sobre esto. Ahora me voy a nadar)

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 03/10/2011 a las 13:10 | Comentarios {0}


Capítulo 8. Epílogo. Constance37


No dormí. Fui directamente al estudio. Pude aguantar gracias a la papela que se había dejado Olmo. A las siete había terminado el trabajo. A las ocho y media había quedado con Constance37 en El Brillante. Me quedaba la última raya. Me la metí. Era principios de octubre. La terraza del bar aún estaba puesta. El sol doraba los castaños de la plaza. Llegué a las nueve menos veinte. Me senté. Delante de mí, a tres mesas, junto a la calzada había una mujer sola, de espaldas a mí, tenía el cabello largo, negro y ondulado y el sol lo bañaba. Cogí el móvil. Marqué el número de Constance37. La mujer que estaba delante de mí lo cogió.
- ¿Constance?
- Hola. Ya estoy aquí.
- Yo también. Estoy detrás de ti, justo debajo del rótulo del Brillante.
La mujer morena se levanta y se gira. Seguimos hablando por teléfono mientras se acerca.
- ¿De verdad te llamas Constance?
- Sí, ¿y tú cómo te llamas?
- Mi nombre es Olmo, le miento.
Constance llega hasta mi mesa. Sería bellísima si no fuera por la cicatriz que le cruza la cara desde la sien derecha hasta la comisura izquierda de la boca atravesando en diagonal todo su rostro. Llega hasta mí. La miro. Seguimos hablando por el móvil frente a frente.
- Si no te gusta me voy.
- Al contrario, me encantan las mujeres marcadas.
Colgamos el teléfono.
Constance se sienta. Empieza el ocaso.

Cuento

Tags : El Brillante Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/10/2011 a las 10:49 | Comentarios {0}


Capítulo 7. La conversación (2)


Soy un puto descreído. Ni siquiera podría decir de mí que sea un escéptico. O un agnóstico. O un ateo (de hecho los ateos creen fervientemente en no creer). La aparición de una pava en la página de contactos que usaba el nick Constance37 y poco después la llamada de Olmo, lo achaqué a la jodida casualidad. Lo quise achacar a la jodida puta casualidad. Así es que me levanté del sofá, me metí en el baño y me puse presentable (no lo he dicho antes: desde que Gema se separó de mí; desde que perdí a los niños y no vivía en una urbanización pija, rodeado de pijos con jardines pijos y ropas pijas, me había abandonado bastante. De hecho mi padre, hacía un mes más o menos, me vio en el estudio de arquitectura con las ropas arrugadas, sin duchar, y me dio un toque más o menos serio) para que Olmo no se sintiera aún más deprimido de lo que debía estar. Mientras me duchaba tomé la decisión de levantar el ánimo aunque fuera sólo esa noche por el que fue mi mejor amigo y quizá también por el hombre que me había empujado a esta situación -lo digo porque fue tras su boda con Constance cuando Gemma se...se... se fue-; me sentí bien mientras me duchaba y cuando me estaba afeitando y me vi reflejado en el espejo, casi me emocioné conmigo, por lo buen tipo que era. Me servía un vino cuando suena el telefonillo.
- ¿Olmo?
- El mismo.
Le abro el portal. Respiro hondo. Doy un trago. Enciendo un cigarrillo. Suena el timbre de la puerta. Abro.
- ¿Qué pasa, men? -Olmo sonríe y pasa-. Vaya casa, tío. Menuda mierda ¿no? ¿Cómo es que vives en esta pocilga?
- Siéntate y ponte cómodo.
- Eso pensaba hacer.
Olmo se sienta y se me queda mirando.
- ¿No me vas a ofrecer nada?
- ¿Un vino?
- ¿De tetrabrik?
- Casi.
Le sirvo un vaso. Nos mantenemos callados durante un tiempo que a mí me parece interminable.
- Sentí mucho la muerte de Constance y Paolo.
- Es la vida. ¿Una rayita?
- Lo siento, hace tiempo que no...
- Schssst.
Olmo saca cuatro papelas de un gramo y un bolsita con un polvo blanco...
- MDMA. ¿Por cuál empezamos?
- Por lo clásico.
Olmo coge una de las papelas. La abre con cuidado. Hace un par de buenos lonchones. Los esnifamos. La cocaína por mi garganta me recuerda tiempos felices. La sensación de adormecimiento en los palatales me hace estremecer.
- Es buena.
- De primera.
- Me alegra mucho que me hayas llamado.
- Quería disculparme contigo. He sido un gilipollas.
- No te entiendo.
Me paso la lengua por los labios. Olmo también. Bebe el vino.
- De ahora en adelante agua. Trae una jarra, anda.
Voy a por la jarra. Limpio un par de vasos del fregadero. Vuelvo. Olmo ha abierto el MDMA.
- Mójate la punta del índice...
- Todavía no se me ha olvidado cómo se hace.
Nos metemos una buena cantidad. Olmo me mira. Sonríe.
- Quise creérmelo. Sencillamente. Quise creérmelo, joder. Desde que la vi en la playa. Era como una puta película. Era Julia Roberts sólo que en vez de ser la Novia de América, Constance era la Novia de la Barceloneta. No te jode. No sé por qué quería cambiar de vida. Ser normal. Dejar de ser un...
- Un ¿qué?
- Un descerebrado, un hijo de puta, un golfo, un cabrón, no sé, ¿qué puta palabra uso?
- ¿Ya puedes decir puta?
- ¡Abrázame, abrázame tío!
Nos abrazamos. Olmo me aprieta. Siento que el amor que nos teníamos vuelve a oleadas tan inmensas como las que se están produciendo en mi coco con la coca y el éxtasis. Me aparto.
- Bueno, vale ya de mariconadas.
- ¿Sabes cuándo me di cuenta de que todo era mentira? ¿De que yo era como tú, un pedazo de hijo de puta que no tiene en la cabeza otra cosa que arrancarle las bragas a una tía y clavársela hasta que ruegue por su coño e implore a la virgen santísima que esa bestia que está encima de ella acabe ya? ¿Sabes cuándo?
- ...
- Cuando Constance se quedó preñada.
Miro a Olmo. Se sirve agua. Su pierna derecha percute contra el suelo y escucho perfectamente el ritmo que produce. La luz tiene una aureola en todo semejante a la santidad. Me digo, Lo sabía. Sabía que esto iba a pasar. Cómo pude dudar.
- Estuve mil veces a punto de llamarte. Pero me daba vergüenza. Después de cómo te había tratado. Después de las cosas que le dije a Gema sobre ti...
- ¿Qué le dijiste a Gema?
- Más o menos que eras un jodido diablo, que no tenías arreglo, que ibas a arruinar la vida de tus hijos y que además te importaba una puta mierda.
- Joder con el angelito.
Nos callamos. Nos miramos. Estallamos en una carcajada. La piel se me eriza con nuestras risas juntas. Hago otro par de rayas. Esnifamos.
- ¿Se puso muy pesada tu señora con el embarazo?
- Puto embarazo. Puta señora. Puto niño. Desde el segundo mes sentía asco de aquella tripa que se iba haciendo grande; asco del asco de Constance y de su continua necesidad de mimos; sentía asco de las estrías que le iban saliendo y de cómo sus pezones que antes eran la guinda más delicada del mundo, se iban convirtiendo en unos cúmulos granulientos, oscuros, con pelos.
- Cállate tío, me vas a hacer potear.
- Entonces me empecé a meter otra vez. ¡Cómo te echaba de menos, tío! Cómo me hubiera gustado haber tenido los cojones para haberte llamado y... Me decía, Él es el brillante. Él es el brillante.
Mi cara debe haber cambiado absolutamente porque Olmo se calla.
- ¿Te siente mal?
- No, no, me ha sorprendido lo de brillante...
- ¿Por qué? Lo eres. Lo sabes.
- Hace mucho que no follo.
- ¿ Y qué tiene eso que ver?
- Perdona. Me tengo que mirar.
- Así me gustas. Bien colgao.
Me voy al baño. Me miro en el espejo. Pienso, El Brillante. Estoy sudando. Me lavo la cara. Meto la cabeza debajo del grifo. Por mi cabeza pasan una y otra vez las mismas dos palabras: El Brillante. El brillante. Antes de salir me recompongo. Olmo ya se ha hecho otro par de lonchones y se está metiendo otra punta de MDMA. Hago lo mismo. Todo brilla. Esnifamos.
- ¿Sabes cuánto tiempo has estado ahí dentro?
- Ni puta idea.
- Yo tampoco.
Nos descojonamos otra vez. De repente me pongo serio. Le pregunto a bocajarro.
- ¿No sentiste pena por la muerte de Paolo? ¿No querías a tu hijo? ¿No estuviste días y días con un dolor insoportable? Yo te hacía así. Me fui a Barcelona. Estuve en el tanatorio. No quise verte porque pensé que me partirías la jeta si me veías allí.
- Hasta los cojones, colega. Hasta los cojones de la mamá y el niño. Sólo de pensar que me quedaba nada más y nada menos que toda la puta vida por delante con aquel... bueno, mira, me callo. En gloria esté el pobrecico mío. Aquella curva y lo jodidamente mal que conducía Constance, me han devuelto la vida. Así de claro te lo digo. Nunca más, tío, nunca más. Ni mujeres, ni hijos, ni hostias. Que los follen en el puto cielo.
- ¡Qué bestia eres! Tú sí que eres brillante. Siempre lo tienes todo tan claro.
Olmo coge su BlackBerry.
- ¿No me irás a enseñar fotos? Sería el colmo.
- ¡Qué coño, tío! Estoy buscando un par de putas que nos alegren el nabo.
Olmo se levanta. Se acerca a la ventana. Marca. Yo preparo otro par de rayas. Pienso, Sólo queda una papela. Pienso, Bueno, si se acaba pillamos más. Olmo habla, dice que quiere un par de buenas putas, muy jovencitas, con buenas tetas y pelo en el coño, dispuestas a todo y natural, nada de condones ni hostias. Olmo recalca: Dispuestas a todo. Que no me vengan luego con gilipolleces. ¿Cuánto? Vale. Y termina con un: ¡Ah y si no son preciosas las mando de vuelta sin pagar un puto euro! En media hora. Muy bien.
- Vamos a tirar la casa por la ventana, me dice.
- Mejor tira la tuya, le respondo en broma.
- La mía ya la tiré por una colina, zanja en serio.
No quiero preguntarle. No quiero saber. No, no quiero saber. Todo se distorsiona. Siento el cuerpo y la llegada de las putas hace que mi rabo se ponga duro. De repente siento que no tengo nada que decirle a Olmo. Siento más. Siento que no sé quién es Olmo. El me mira sin mirarme. Está con la mirada ida. Tiene un gesto duro y feroz en el rostro. No quiero sentir miedo. No sé cuánto tiempo estamos en silencio. Vuelvo a hablar yo.
- Y el curro, ¿qué tal?
- ¡Cuánto tardan, joder!
- Tranquilo. Deben de estar al llegar.
- Primero yo. Me las quiero follar a la vez. Si quieres mirar o tocarlas mientras tanto hazlo. Luego son todo tuyas.
Llegan las putas. Se hace lo que Olmo dice. Cuando termina con ellas les ordena que se limpien el coño. A mí también me apetece follármelas a la vez. Las pongo de espaldas. Empiezo a follármelas por detrás y menos mal porque sin saber por qué cojones me pongo a llorar. Me corro. Ellas gritan mal. Oigo un portazo. Las putas se van. Olmo no está.

Cuento

Tags : El Brillante Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/10/2011 a las 17:55 | Comentarios {0}


Capítulo 6º La conversación (1)


Cuando me enteré de la muerte de Constance, volví a Barcelona. Hacía un año que se habían casado. Yo no había vuelto a hablar con Olmo y sólo por amigos intermedios supe que a los seis meses habían tenido un hijo al que llamaron Paolo. El niño y Constance murieron bajando la colina donde tenían la torre. Constance perdió el control del coche y cayeron hasta el mar. Ella tenía treinta y siete años y Paolo no alcanzó los cuatro meses.
También mi vida se me había muerto. Al poco tiempo de volver de Barcelona, Gema pidió el divorcio. Los primeros momentos fueron de una liberación tremenda. No quería ver a los niños. No quería saber nada de mi vida con Gema. Salía todas las noches. Y tomé la costumbre de acostarme con putas. Así estuve varios meses. Siete exactamente hasta que una mañana en mitad de una resaca espantosa, una amigo común me contó la tragedia de Olmo. No lo dudé. Me despejé como pude (es decir con un bloody mary bien cargado) y cogí el primer AVE que salía para Barcelona. Desde la estación de Sants me dirigí al tanatorio de Les Corts. Era muy de mañana, no más de las ocho y media. Cuando llegué a la sala donde descansaban Constance y Paolo, no había nadie. Así pude verlos a través del cristal. Constance seguía estando hermosa. La tanatopráctica -no sé por qué supuse que había sido una mujer- había hecho un buen trabajo en ella y en Paolo. El bebé parecía dormido, incluso creí ver cómo su corazón palpitaba. Era en todo parecido a Olmo. Sin saber por qué se me escaparon dos lágrimas. Rápidamente me recompuse, salí de allí, me fui a la estación y volví a mi ciudad.
Los meses pasaron y fueron extraños. No sé por qué dejé de salir. Fue poco a poco, sin darme cuenta. Había alquilado un piso en las afueras de la ciudad, casi en la sierra, en una urbanización aislada, sin bares, casi sin gentes. Cuando salía del estudio, cogía el coche y aunque muchas veces pensaba en pasarme por los tugurios donde tan bien sería recibido, al final siempre enfilaba la autopista y me metía en mi casa y en ella bebía y navegaba por internet. Fue así como encontré una página de contactos. No estaba borracho cuando me apunté. Ni apurado por tener una mujer. Ni deseaba enamorarme y menos de esa manera. Me apunté, sencillamente. Y entonces ocurrió algo inesperado. El método de esa página consistía en cruzar perfiles y luego, si interesaba, se ponía uno en contacto con la mujer que había aceptado. Nos dábamos los teléfonos y si tras una charla absolutamente absurda apetecía, quedábamos. La primera cita la tuve, a petición de ella, en un bar que se llama El Brillante. Se encuentra en una plaza muy conocida de mi ciudad. La mujer con la que quedé era triste y fea. Nati, se llamaba. Hablamos un par de horas y nos despedimos para siempre. La segunda cita fue con María, una mujer polaca. Le pregunté dónde quería quedar y me dijo que en El Brillante de la plaza conocida de mi ciudad. La polaca era triste y fea como Nati. Se había quedado viuda recientemente y quería rehacer su vida. Charlamos un par de horas y nos despedimos para siempre. La tercera mujer con la que quedé se llamaba Norma. Le pregunté dónde quería que nos viéramos y sin dudarlo me dijo que en El Brillante.
Mi ciudad es grande. Viven en ella millones de personas. Hay millares de bares y de plazas. ¿Por qué siempre, mujeres que nada tenían que ver unas con otras, me proponían quedar en el Brillante? Reconozco que me sentí inquieto ante la casualidad y decidí no volver a quedar con mujer alguna. La costumbre, como se sabe, es enemiga de las decisiones y así, poco antes de acostarme, solía echar un último vistazo a mi correo para ver los contactos que se me proponían. Aquella noche sólo me habían enviado este perfil:

Número de contacto: 75BNS6RT
Pseudónimo: Constance37
Edad: 37
Estado civil: Casada
Estatura: 173 centímetros
Figura: Estilizada
Ojos: Negros
Pelo: Negro ondulado
Longitud del pelo: Largo
Preferencia sexual: Sexo normal. Sexo oral. Sexo anal. Masturbaciones, Squirting. Fotografiar. Juguete sexy. Palabrotas. Lencería sexy.
Qué busca: Una picaresca aventura. Un flirteo muy normal. Charlas eróticas. Sitios particulares. Una relación duradera.
Signo del Zodiaco: Escorpio.

La escribí. Claro. Y me contestó. Y le pedí el teléfono. Y me lo envió. Y la llamé. Y me contestó y su voz, su voz... Le pregunté dónde quería quedar y ella me dijo, En el Brillante, el que está... sí, en la plaza conocida de mi ciudad. Quedamos al día siguiente a las ocho y media. Colgué y temblé y cuando estaba temblando brilló la pantalla de mi móvil y apareció sobre el fondo azul el nombre en negro de Olmo. Lo cogí y le escuché decir.
- Estoy en la ciudad. ¿Nos vemos?
Atónito le di la dirección de mi casa.
- En media hora estoy allí, me dijo y colgó.
Y yo le esperé.

Cuento

Tags : El Brillante Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 27/09/2011 a las 19:14 | Comentarios {0}


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