Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Rencor: s.m. Enemistad antigua, ira envejecida.
¿Cuánto rencor he escrito con la pluma?
¿Cuánto rencor ha crecido en el callo que tengo en el dedo corazón sobre el que a lo largo de años y años de escritura se ha apoyado la pluma?
De lo viejo viene. De lo que se ha ido sedimentando.
"Esta es la historia de una enemistad antigua, de una ira vieja..." ¡Qué gran principio para una narración vulgar!
¡Cuánto duele el rencor!
¡Qué difícil extirparlo!
¡Cuánto miedo alimenta el rencor! ¡Qué olores a muerte cuando se destapa!

Ira: s.f. Afecto impetuoso y pasión ardiente del alma que incita al deseo de venganza o apetito de ella. Es uno de los siete pecados capitales, y voz puramente latina. Navarr. Man, cap. 23 num. 114 Ira propiamente dicha es ... una pasión del alma, assentada en la potencia que llaman irascible. Solís, Hist. de Nueve Esp, lib. 4 cap. 14. Ímpetus de la ira, moderaciones del miedo, y repugnancias de la soberbia.

Ira: Se toma también por el movimiento o impulso de la ira, que inclina o lleva a hacer mal o a vengarse.

Ira: Se toma assimismo por indignación o grave enojo, a veces justo.

Afecto impetuoso, pasión ardiente del alma. El alma no puede albergar estas pasiones. Es el cuerpo de ese alma el que transforma en rencor el dolor no sanado. La ira es una emoción y la emoción es la manifestación física de un sentimiento unido a un pensamiento.

¿Cómo se resuelve un afecto impetuoso envejecido? ¿Sería la imagen de un viejo con el bastón en alto amenazando al joven que corre y huye entre risas?
¿Cómo imaginamos una pasión ardiente envejecida? ¿Sería la imagen de un viejo borracho en un burdel de arrabal que es incapaz de empalmarse ante la prostituta que le enseña el sexo?
El rencor sería entonces un viejo con el bastón alzado e incapaz de empalmarse.
El rencor sería entonces impotencia para vengarse.
En rencor sería entonces puro veneno, muerte lenta, insatisfacción perpetua.
El rencor sería futuro, siempre futuro. Futuro viejo. Futuro de ayer. Continuo futuro de ayer.

¿Cuánto rencor fluye por mis venas?
Mi sangre emponzoñada.
Mis uñas que son garras.
Las lamentaciones.
Las lamentaciones que se elaboraran en bellos cantos de caballeros y damas.

Huye de mí enemistad antigua. Fuera ira envejecida. Porque los cielos se abrirán un día y podré mirarlos sin que el sol me lo impida. Porque sin el esfuerzo del recuerdo nada me cegará; sin alzar mis lamentaciones a Dios nada me ensordecerá; sin sentir cómo la aguja verde clavada en mi corazón -mi corazón negro como la pez- sigue hurgando, hundiéndose en mí, sin ser yo, rencor día a día alimentado, consciente de ello, nada me atenazará. Y podré, ¡Oh, Potencia que quieres ayudarme a desnudar la sombra de su condición de algo!, sonreír al cielo abierto, hasta el cielo de mi boca y miraré, limpio de heridas envejecidas, dejándolas morir, ese cielo azul y ese abismo verde y esos campos amarillos y esas estrellas blancas y esos cabellos negros; y podré escuchar esas melodías lentas, el rugir de las cataratas, el beso, podré oír el beso, la materia de los velos, las palabras del amigo y la lejanía del enemigo; y podré tocar la madera de los bancos y la piel de la amada y el brazo del amigo y la suavidad de la espalda y el agradecimiento del agua. ¡Cuánto siento haberte tenido por compañero! Haberme dejado guiar por tus consejas de vieja, haber levantado mi espada contra el fantasma, a sabiendas tú, de que un fantasma no puede ser herido por metal ninguno; no sabes cuán ciego he estado alumbrado como estaba por tu hacho; no sabes cuánto tendré que purgar. O sí lo sabes y entonces eres justamente eso un viejo impotente cuya venganza ha consistido en anular mi fuerza a base de necesidades de venganzas. Porque la fuerza reside en mí. Soy de la estirpe de los Hombres y tú eres de la estirpe de la Sombra. Como Hombre nunca es tarde. Como Sombra tarde es siempre. Como Hombre me enfrento a ti, desde hoy, sin armas de metal, ni maneras de viejo. Soy el Joven que corre delante de ti, riendo aunque me duela tanto el corazón que apenas me queda resuello para dar un paso que me aleje de ti; soy la joven prostituta que te enseña el sexo, fresco como manantial, jardín umbrío, donde reposar en el soto sagrado de la fatiga del diario vivir. Soy el escritor que comenzó escribiendo: "Esta es la historia de una enemistad antigua, de una ira vieja..." y terminó su historia con las siguientes palabras: "...ya no recordaba, soltó la espada y quitándose la armadura se encaminó desnudo hacia la mañana".

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 12/01/2012 a las 18:06 | Comentarios {0}








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