Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Jack in the pulpit nº IV de Georgia O'Keefe. 1930
Jack in the pulpit nº IV de Georgia O'Keefe. 1930

Esa fuente, la que se esconde en la maleza; la fuente de los secretos y el amor; esa fuente que viene acompañada de un ritmo con ecos flamencos; la fuente de la que quizá surja el surtidor de la vida y las estrellas y el espacio vacío; esa fuente desde la cual podamos entender la materia oscura y desde la cual podamos entrever a qué grupo de neuronas es debido la idea de conciencia; conciencia de rodilla; conciencia de dolor de muelas; conciencia de armonía. Esa fuente busca el muchacho que descubre por vez primera la plenitud del aire (porque aire pleno, un aire -diría- que no se esconde de ser aire, que deviene vida, que huele a mañana con rocío y a baile de madrugá); la fuente donde se baña la diosa; la fuente desde donde ser Acteón y asumir tras la contemplación desnuda de lo divino, la transformación en rumiante (rumio de lo visto, rumio de la eternidad, pensamiento que se hace, que se conforma en hueso, en cuerno, en abundancia; rumio de la esfera; rumio del pasado porque la belleza es rumio de las cosas bellas, no sólo contemplación sino también contemplación del acto de contemplar); esa fuente aventuro donde el agua se descompone en física de los prismas y surge del mismo surtidor la esencia misma de los colores; así fuente; así contemplación de fuente; así metáfora de fuente y seguir derivando por calles de fuentes estrechas por donde el viento pasa sin saberlo; esa fuente insisto que me hace temblar, que me llega a emocionar como cuando ayer, en no sé qué imagen llegué a la conclusión de que todo es fuente y las fuentes fuentes son.

Ese abrazo que surge de los nombres de los solitarios; la disconformidad con la grey; el lobo estepario y su nombre que aúlla por los páramos del norte de cualquier país del Septentrión o los nombres ¡oh sí! los nombres de las Oceánides y los nombres ¡oh, sí! los nombres de las Nereidas que vienen a la mente cuando las hojas van alfombrando un camino de polvo y espera; ese abrazo que tiene aires de vals; ese abrazo entre mujereshombres que vuelven tullidos de la última guerra y cuya fuerza es una buena medida del sufrimiento soportado; ese abrazo en la Aurora de la pareja que se ha amado por primera vez; ese abrazo con flujos de esperanza y generación y las canciones que, abrazados, se musitan al oído los amantes; ese abrazo de la desnudez; ese abrazo tras el baño en el mar; el abrazo de no sentir en absoluto el sentimiento oceánico; saber, abrazado, que morir es dejar de todo.

Ese continuar mientras escucha con la emoción propia de los sensibleros una melodía que te recuerda (o que es) la que escuchabas en la niñez en los pocos momentos en los que fuiste ¿feliz?; continuar una mañana más; continuar como lo hacen las escobillas del batería cuando acarician los platillos con suave y nada sincopado ritmo de jazz; continuar escuchando por enésima vez un tema de Leonard Cohen y saber que ese hombre también estuvo mil noches desesperado en cualquier Chelsea Hotel; continuar, sí, continuar con las manos callosas, con el alma enfangada; continuar y saber que nada alcanzaste y que como todos -por mucho que la estadística se empeñe en desmentirlo- no lograste domesticar el azar.

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 17/10/2021 a las 12:22 | Comentarios {0}


Jardín de Joaquín Mir, ca. 1923
Jardín de Joaquín Mir, ca. 1923

Se irá reintegrando al regimiento de las flores con la cabeza alta; devendrá atmósfera que se inhala un día de marzo mientras camina por la rivera de un regato ahíto de agua tras el deshielo; será rapaz que avizora la era; será canto del ruiseñor en la mañana cuando el celo y el horror se juntan en ese canto lírico del ave a medio camino entre la obsesión por un nombre y la letanía de una oración; será hierba con rocío en una mañana que nace con la Aurora de rosáceos dedos que retira, suavemente, el embozo de las sábanas a Sol para que vaya despertando y con su despertar caliente el mundo el cual, constante en sus rutinas, se fue quedando frío al correr de la noche; será esperma de bacilo; será luciérnaga en el manglar un día de noviembre en el que el hombre blanco se dio a satisfacer sus placeres más íntimos rodeado de bioluminiscencias, muy cerca del mundo de los lisérgicos; será alfombra oriental sin ningún vuelo; será sueño de una novicia que se mete el dedo en su coño virginal hasta correrse, éxtasis de dios, veneración suprema; será el estío que acaba con todo, que todo lo mata, con la intención última de que al llegar el otoño la vida se renueve hasta alcanzar lo frío; será nostalgia si lo quieres, pequeña niña amada que nunca le tuvo en cuenta y lo será -si tú lo quieres- a su manera, tú ya sabes (mirada a lo lejos, altas cumbres nevadas, anuncio de tormenta, sonido lejano de un motor en una remota carretera, un abrazo de cuando olías a recién bañada y te ibas quedando dormida bajo el embrujo de su voz); será misericordia y esfera; será la pasión del bastón cuando hunde su contera en la tierra y esa acción impulsa al hombre que la ejecuta un paso más allá ¿de dónde? ¿de dónde un paso más allá? Será el horizonte sin muro; será la esperanza de los hombres buenos; será, casi lo puedo asegurar, un adiós sin pañuelo.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 10/10/2021 a las 14:24 | Comentarios {0}


La tentation de Saint Antoine de Félicien Rops. 1878
La tentation de Saint Antoine de Félicien Rops. 1878

El tiempo de la luna gorda. El tiempo de mirar el cielo. Despejado. Camino de la tarde. Más soledades. Quizás en breve tiempo. A veces, diría... volver a  El Libro de las soledades para vivir El libro de las soledades. Ni tan siquiera hoy te voy a colocar el enlace para que al clicar sobre el nombre del libro vayas a él. Navegaciones. Átomos. Estas constelaciones que supuestamente se alejan. Hablar en la noche. Varias horas.

El tiempo y sus ciclos. Saber que el tiempo no es igual en todas partes. ¡Qué hermoso pronunciar: Horizonte de sucesos! Volver a viajar y permanecer quieto al mismo tiempo. Los cambios que generarán una nueva rutina, es decir un nuevo no cambio. Paradojas que se resuelven en ocasiones con una delicadísima sencillez.

Tengo miedo. Lo digo hoy. Te lo digo a ti, mi querido lector, por si quisieras consolarme, estar cerca de mí en estas horas bajo el influjo de la luna gorda, influjo del culo manchado de la luna que es al mismo tiempo su faz y su belleza. No me perderé en contemplaciones, sólo que ayer al posar mi vista en la serpiente no di un respingo y me alejé lo más rápido posible sino que la acompañé hasta donde pude en su reptar (llegué hasta el muro que ella atravesó por una rendija). ¡Qué minúscula su cabeza! ¡Qué sinuosidades (me recordaron, no vagamente, a Salomé danzando)!  Porque tenía miedo a vivir es posible que temiera menos a la serpiente.

Si pudiera hablar en segunda persona del plural, dirigirme a vosotros, ser memoria vuestra, abrazaros así, grandemente, como si mis brazos fueran los de un Titán que no estuviera encadenado y no hubiera ofendido a los dioses. Grande. No fiero. Abiertos los brazos. Un abrazo universal. Un pensamiento dirigido por el Universo hacia este lugar microscópico que nuestra perspectiva convierte en gigante; si pudiera hablaros en un espacio vacío que por medio de una silla se convirtiera en escenario -una silla, por supuesto, ocupada por El Otro, por ti- y por medio de una gesticulación apropiada y unas palabras bien medidas pudiera transmitiros las causas y las consecuencias de mi miedo; si ese explicarme supusiera la desaparición o cuando menos la disminución de ese miedo entonces yo -mejor: el personaje que habla (personaje/persona proviene de máscara)- sentiría que el aire vuelve a entrar sin obstáculos en mis pulmones porque, ya lo sabes -¡Oh, caro!- el único efecto del miedo es que dificulta la entrada del aire en los pulmones y como consecuencia atosiga la sangre de resultas de lo cual todo el organismo se resiente.

Influjos de luna. Grandes riadas de sangre. Tormentas neuronales. La estación del otoño. Los primeros balbuceos de un niño y su falsa indiferencia al ver por primera vez el mar. Mecanismos de defensa. Menosprecios. Reacciones. Pensamiento→ tiempo→ miedo. Si quitas el pensamiento anulas el tiempo y al anularlo impides el miedo. No pensamiento→ no tiempo→ no miedo. Inmanencias.

He respirado. He movido el cuello. Una persona amada está siendo inyectada. Sobre mi cabeza sobrevuela la columna de humo de Ray Bradbury. Es él quien me ha animado a llamarte, mi querido lector, mi Otro... por ti resucitaré de entre los muertos y volveré a vampirizar lo que quede de sangre por mis venas.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/09/2021 a las 13:18 | Comentarios {0}


Cipreses en la noche estrellada. Vincent van Gogh. 1889. Dibujo a pluma y tinta
Cipreses en la noche estrellada. Vincent van Gogh. 1889. Dibujo a pluma y tinta

Donde la luna me lleve; ahí estaré. No importa si entiendo. No importa si vuelvo o si la espuma se convertirá en agente atmosférico. La lluvia ha de verterse sola y a su ritmo. No es descubrir por descubrir. Tampoco debería ser un manto de olvido. Es dejarse llevar hasta donde la luna decida. Por vagabunda. Por materia rocosa y callada. Por su misteriosa –por mucho que explicada- presencia y ausencia. Entregarse. No por sucumbir a ella sino por agradecimiento, vuelta a la vuelta. Sí, sí, ser rueda, el tiempo de estar vivo ser rueda y desgastarme y pincharme y quedar aislada en un lugar remoto y desierto y frío donde la vida se haya hecho tan escasa que una sola brizna de hierba sea la exaltación misma del existir.

Luna extraña. Luna amada. Tan desdeñosa y linda como una mañanita de abril con quince años y a punto de encontrarte con el aire de la primavera en tus pulmones. Cuesta de abril. Sendero de mayo. Ausencia de junio. Canícula de julio. Ardor de agosto. Arrecogías de septiembre. Colores de octubre. Lluvias de noviembre. Helor de diciembre... mañanitas de abril.

Luna mía, redonda como el vientre de la madre de mi hija la víspera de parir. Redonda fertilidad del mundo. Endiosamiento de la diosa. ¡Serpiente y águila! Felices dragones tendréis.

Luna fiel. Luna infiel. A ti. Mies del universo. También un pájaro de papel. También tiza y pizarra.

He de recogerme. Estoy en el fondo de la cueva. Donde la luz no llega. Un hacho ilumina las paredes. En sus relieves adivino la forma del bisonte. No hace calor. No sufro. Sólo he de saber utilizar la mano y los pigmentos. Y sé.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/06/2021 a las 13:54 | Comentarios {0}


Avant les courses, Deauville ou au Paddock. Acuarela de Raoul Dufy. 1935
Avant les courses, Deauville ou au Paddock. Acuarela de Raoul Dufy. 1935

     Decían, En aquellos tiempos cuando los seres humanos éramos ciegos y Prometeo aún no se había compadecido de nosotros... los que decían estas cosas se extendían mucho como han de hacer los buenos rapsodas, los cuales crearon un Collegium en el que los más viejos enseñaban a los más jóvenes las mejores técnicas para memorizar y alimentar el relato. (De esto hace mucho. No sé por qué lo recuerdo). 

     El oficio. Cuando camine pensaré en él. Hoy he vuelto a meditar. Sobre la mente gravita una fuerza nuclear débil. Todo recuerdo guarda en mí un alto grado de fragilidad. Si los dejo ir se quiebran unos en otros cada poco. Apenas he entrevisto una situación próxima (algo relacionado con una roca) cuando ya mi mente anticipa el tiempo y busca en el futuro una situación que nunca se dará. A lo lejos escucho un trueno y caen, dilatadas en el tiempo, gotas de lluvia.

     Contra el vicio de pedir, la magnanimidad de conceder.
     
Varios días más tarde
     No hay lugar más interesante que la frontera. La frontera en el tiempo tiene una delimitación tan clara como la frontera física. Yo veo cómo me acerco a esa frontera temporal. Siento el nerviosismo propio del que está a punto de atravesar un tiempo en el que son más las cosas que no le pertenecen que las que le pertenecen como ocurre cuando atraviesas una frontera espacial y de inmediato asumes un nuevo papel, el de extranjero, y desde la lengua hasta ciertas costumbres cambian de inmediato siendo uno el que ha de asimilarlas cuanto antes y para ello, muchas veces, has de renunciar a lo que era tuyo -tu lengua, tus costumbres-.
Lo mismo ocurre en las fronteras temporales: nada más atravesarlas has de aprender de nuevo porque son muchas las cosas que desconoces: la lengua de ese nuevo tiempo, los modos de ese nuevo tiempo, el status que te corresponde en ese nuevo tiempo. Me acerco a una nueva frontera temporal. Aún no la avisto. La husmeo.

     ...es sentirse, en relación con los otros, más en el purgatorio que en el infierno (al cielo apenas se accede).

     Sí, vendrán los cielos cubiertos. Las nieves perpetuas a lo lejos. Soñará con olores nuevos y dejará que la vejez del animal sea tranquila. Le esperan largos paseos. Le esperan bosques nuevos. Quizás algún día descubra un rincón al que acudir cada tarde y sienta una noche, al respirar hondo, que el laberinto se inclina hacia la recta. Algo así espera. No va más allá en sus deseos como si al fin hubiera descubierto que por ser inmenso el mundo es muy pequeño porque te permite transitar por muy pocas de sus infinitas variables. Así espera un espacio adecuado para el árbol que ama la sombra y que sol y luna pasen ante su ventana tras tantos años de ausencia, tras tanto estirar el cuello inútilmente, tras cientos de millones de segundos de horizonte vertical, tras tanto encierro.
 

Ensayo poético

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 14/06/2021 a las 17:52 | Comentarios {0}


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