Vivace

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/11/2013 a las 00:44



Había acariciado el puerto; el puerto había acariciado; el puerto y las luces de los barcos de sardinas a lo lejos; lejos del puerto los bancos de sardinas; había escuchado la última melodía y había elevado el brazo protegiéndose de la montaña que se le venía encima; de la montaña que se le venía encima se protegía con el brazo; del beso no había escapado; de la jauría había huido; se había hundido en el olor de su axila; de su axila el olor que excedía el aire de la noche, la savia del sauce, la noche y su monotonía; había cantado sobre las notas de un violín; sobre las notas de un violín había cantado con aire de melisma; y surcaba así la vieja barca varada a los pies del mar; y a los pies del mar se acunaba; y sonreía; y sonreía y sonreía; había decidido pintar a la acuarela los accidentes de su cuerpo; la cicatriz pintaba; el lunar pintaba; pintaba lunar y cicatriz; cicatriz y lunar pintaba; había decidido habituarse y sonreír; sonreír la verdura de la espinaca en mitad de una tramontana; de la tramontana la espinaca; en un mes de noviembre se había acostumbrado a sonreír; a sonreír como las boyas flotan en el mar y nadan los brazos entre el oleaje cuando la tarde descansa en su esfuerzo de vencer al sol y el sol, derramado, se diluye en los reflejos últimos; en los reflejos últimos el sol se derrama ante la tarde que descansa en la observación de los brazos que atraviesan la mar y su oleaje; había decidido elaborar la rima; había sorbido como ambrosía su flujo y su conquista; flujo conquistado tras la risa; ambrosía blanca sin rima; había dilucidado; habíase calzado los zapatos nuevos, los de no andar por casa y por la casa anduvo con los zapatos nuevos, las luces apagadas, la sonrisa en la espalda; a su espalda la sonrisa de la amada; había iluminado la luna que luz no tiene; que no tiene luz la luna pero tiene sangre; sangre de hembra es la luna; sangre blanca de hembra oscura es la luna en la noche entre montañas; había llegado a las montañas escarpadas; había contemplado la palidez de un cielo ensimismado; ensimismado el cielo ante la observación del hombre que le observa; guiños había establecido hasta el alba; hasta el alba se mantuvo en guiños; en guiños lentos como la marea baja; había vuelto al puerto; el puerto había acariciado: el puerto y las luces de los barcos de sardinas a lo lejos...

Tiziano. La Venus de Urbino
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