Material para un discurso

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/04/2024 a las 19:43


Debería haberse puesto en pie. Haber lanzado una proclama. Airear a los cuatro vientos que tiene cambios de humor repentinos, ¡Ventoleras! y que ya quisiera controlarlas. El mundo se le vuelve oscuro y echa de menos, en esta decisión tomada, no ser más querido. Es lo que la soledad tiene, que sólo te tienes a ti para quererte. Quererte como nadie. Quererte como a nadie. Luego amanece y ve la guerra cerca y siente en su piel, de nuevo, la cercanía del dolor inmenso de quienes hoy sufren la guerra, la enfermedad y la muerte y ante eso palidecen todos sus dolores mundanos. Realmente palidecen y siente que se ríe del mundo si se queja de sus penas y siente más: siente que éstas no son ciertas sino mañas de viejo para sentirse aún vivo. No, no dice que todo haya ya terminado (realmente cree que es ahora cuando mejor compone, que es ahora cuando mejor piensa, que es de esta época de la que se sentirá menos a disgusto); no, habla de la maldita necesidad del Otro. ¿Por qué carajo? se pregunta algunas noches en las que el sueño huye por los resquicios de las mosquiteras. ¿Por qué carajo la grey? ¿Cuándo empezó todo? ¿Cuándo se resquebrajó el palacio? ¿Cuándo ya no pudo reparar las grietas y tan sólo se dedicó a contemplar cómo en las paredes se iban abriendo líneas (líneas que sonaban a repique de muertos; líneas que eran como garras; líneas profundas; líneas arraigadas)? Aún espera como cuando era joven que una mañana, de repente, sin venir a cuento, sin esfuerzo previo, lo entenderá todo, lo asumirá todo, lo agradecerá todo y no sabrá por qué y no podrá explicarlo, tan sólo su rostro se habrá relajado y creerá que el invierno será venturoso y frente a un mar al norte de su sur respirará como dicen que hacen los seres que se han rendido para siempre.
 
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