La piel y la linfa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 01/02/2011 a las 12:51

Extracto del capítulo Humaniora de la novela La Montaña Mágica escrita entre 1911 y 1923 por Thomas Mann.
Traducción de Mario Verdaguer
Editado por Plaza & Janés


Habla el doctor Behrens con Hans Castorp y su primo Joachim en el gabinete de su casa

- Así pues, ¿la piel...? ¿Qué quiere que le cuente de esa superficie de sus sentidos? Es un cerebro externo, ¿lo comprende? Ontogénicamente hablando, tiene el mismo origen que nuestros pretendidos órganos superiores, aquí arriba, en nuestro cráneo: el sistema nervioso central. El sistema nervioso central, y esto es muy conveniente que lo sepa, no es más que una forma evolucionada de la epidermis, y en las especies inferiores no hay diferencias entre el centro y la periferia, esos animales huelen y saborean por la piel, ¡imagínese!, no tienen más sentido que el de su piel, lo que debe ser muy agradable si nos ponemos en su lugar. Por el contrario, en los seres como usted y yo la ambición de la piel se reduce a mostrarse quisquillosa, porque no es más que un órgano de defensa y transmisión, pero presta una atención infernal hacia todo lo que se acerca demasiado al cuerpo, puesto que se extiende más allá de los órganos del tacto, a saber: los pelos, el vello del cuerpo, que no se compone más que de pequeñas células de piel endurecidas y que permiten distinguir la menor aproximación antes de que la piel misma sea tocada [...]
- Doctor -dijo Hans Castorp, y contempló el retrato que estaba sobre sus rodillas (el retrato es el de madame Clawdia Chauchat, pintado por el doctor Bherens y de la cual Hans está perdidamente enamorado)-, desearía saber... Usted hablaba hace unos momentos de los fenómenos interiores, del movimiento de la linfa y de cosas análogas... ¿Qué es eso? Me gustaría saber algo más sobre el movimiento de la linfa, por ejemplo: si fuese tan amable, eso me interesa vivamente.
- Lo supongo -replicó Behrens-. La linfa es lo más fino, lo más íntimo y delicado que hay en toda la actividad del cuerpo. Supongo que usted se da claramente cuenta de ello puesto que me lo pregunta. Hablo de la sangre y sus misterios, pues se considera a la sangre un líquido muy especial. Pero la linfa es el jugo de los jugos, la esencia, ¿sabe usted?, una leche sanguínea, un líquido absolutamente delicioso que después de una alimentación grasa tiene precisamente el aspecto de la leche.
Y muy vivamente comenzó, en un lenguaje lleno de imágenes, a describir cómo esa sangre, ese caldo de un rojo de capa de teatro, producido por la respiración y la digestión, saturado de gas, cargado de quilo alimenticio, hecho de grasa, albúmina, hierro, azúcar y sal, es impelido, a una temperatura de 38 grados, por la bomba del corazón a través de los vasos y mantiene en todas partes del cuerpo la nutrición, el calor animal, en una palabra: la vida misma; cómo esa misma sangre no llega a las células, sino que la presión bajo la cual se halla hace traspirar un extracto lechoso de la sangre a través de las paredes de los vasos y lo infiltra en los tejidos, de tal manera que penetra en todas partes y llena cada hendidura, dilata y tensa el elástico tejido conjuntivo-. Eso es la tensión de los tejidos, la turgor, y es gracias a esa turgor cómo la linfa, después de haber recorrido amablemente las células y asegurado su nutrición, es enviada a los vasos linfáticos, a los vasa lymphatica, y vuelve a la sangre, a razón de un litro y medio cada día.
Describió el sistema de conductos y aspiración de los vasos linfáticos, habló del canal galactóforo, que recoge la linfa de las piernas, del vientre y el pecho, de un brazo y un lado de la cabeza; luego de los delicados órganos que se forman en todas partes de los vasos linfáticos, llamados glándulas linfáticas y situados en el cuello, el sobaco, las articulaciones, los codos, el tobillo, y en otros lugares no menos íntimos y delicados [...]
Firma de Thomas Mann
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