El Beso

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/09/2009 a las 19:32

El beso, sometido a la carnalidad, aumenta su capacidad de agua. Vaga entre los labios. Labios aún cerrados.

Al mirarse el beso se encendió en sus bocas.

Y se besaron.

¿Cuál es la intrahistoria del beso?

¿Cuándo se acercaron las primeras bocas en un ansia, enamorada y caníbal, de comerse con los labios al otro?

El beso escalofría el cráneo y pone en punta todo el vello de los brazos. El beso acusa su presencia en los pulmones. El beso detiene pesares y aligera pasiones. El beso hace soñar a los músculos de la boca que en ellos estriba la plenitud.

El beso largo, el beso con la lengua, el beso en cuya maniobra la lengua entra en la otra boca y juega con el paladar, con los dientes y con la parte posterior de las encías; el beso, cuya lengua llega hasta la campanilla, hace sonar en el cerebro de los amantes la música para violonchelo solo de Juan Sebastian Bach.

El beso largo. El beso tumbados en la cama. El beso a media luz. El beso con ganas.

Ese tiempo de beso que luego muestra sin recato su pasión en forma de enrojecimiento del contorno de los labios. Ese tiempo de beso en las bocas frescas, recién lavadas, con olor a hierbabuena, de salivas alegres que traspasan sus esencias como si se mudaran de casa. Ese tiempo de besos que es en realidad una larga cadena de besos más cortos, algunos muy cortitos, que van puntilleando el deseo del otro y van humedeciendo el cuerpo entero hasta que el sudor, el flujo, el semen, la sangre, la linfa y todo el medio interno se conjugan en una única dirección.

Bésame.

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