Este diálogo se establece entre una mujer y un hombre que llevan años follando.
ÉL:
Escucho el eco y sufro. No debo acudir al muro. No debo morir achicharrado. Lo que debo... sí, lo que debo... (le cuesta decirlo. Apenas consigue mascullarlo.) ...es mirar la luz, el espacio que abre, sus materias.
Tras la última capa del mundo, la nada. La paz debe de ser ese vacío. La llaga vaciada. Sin medios la tortura. No afán. No "faber".
Ahora esculpo. Hay un fragor cuya relación con fragua ahora mismo se me escapa. Podría mirarlo. Sentirme útil.
En los últimos escalones hasta alcanzar la plataforma desde la que lanzarme por única vez al vacío.
Ella le contesta en cierto estado de trance, cercana a una sibila, quizá se llame Casandra (pobre destino entonces el suyo).
ELLA:
¡Aleja el eco! ¡Jala! ¡Jala! hasta perderte más allá del mar. Sube a la atmósfera. Planea sobre La Madre. ¡Vete, amigo mío! ¡Habib! ¡Vete, amado mío!
Más digo: Ni aunque supieras lo que deseas saber, sabrías. El saber y su cualidad la sabiduría saben porque no saben luego al saber tu sabiduría te llevaría a no saber.
Se sabe porque se ignora. La ignorancia es lo más cerca que los humanos podemos estar del vacío. ¡Ignora, habib! ¡Amado mío!
Más digo: Ni aunque supieras lo que deseas saber, sabrías. El saber y su cualidad la sabiduría saben porque no saben luego al saber tu sabiduría te llevaría a no saber.
Se sabe porque se ignora. La ignorancia es lo más cerca que los humanos podemos estar del vacío. ¡Ignora, habib! ¡Amado mío!
Se acercan. Se tocan. Se follan.