Confabulaciones

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/06/2013 a las 18:51

Dice:
He sido despojado del hígado y aunque vivo y hablo, la muerte es salada. A través de la puerta está el Mundo y sus interpretaciones. Yo me consuelo con intuir que otros creyeron saber. No derramaré lágrimas y mis manos tiemblan. La lozanía de la luz de mayo atraviesa la frontera.
Estoy dispuesto a enfrentarme a la fiera porque sé que mi discurso no puede ir sino a mi favor. Como la tarde siempre corre a favor de la noche.
No hablaré del fracaso. Todo eso queda puertas afuera.
Aún así sé que va a llegar la hora de volver a mis aposentos. Echaré las persianas. Desaparecerá la luz iluminada y en la umbría de mis sueños desearé que la mañana sea benigna. No hay tiempo, mendigo, para suplicar una salva de aplausos. Mantengo la cabeza alta y los hombros rectos como una buena pianista que supiera colocar su columna vertebral para que no la dañe el ataque a La Rondeña de Albeniz.
Agua caliente en una vasija de loza.
Balanza de cocina para el peso exacto.

Voy a desandar, me sugiero; voy a tumbarme de lado sin mirar lo que queda de pared o el rastro de la araña que se tiende coqueta en el ángulo muerto. Pudiera ser mañana. Pudiera darse el elixir. Pudiera sobrecogerse el Mundo y bostezar cachorros y recién nacidas.
Yo enciendo la llama del último sol. Yo surco las aguas del Estrecho. Yo hundo los pies en la arena. Yo alojo el yodo en mis tobillos. Yo observo la tos del enfermo. Y acumulo en un cajón los últimos goces.
Indagaré, entonces, el optimismo.

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