Apuntes (8)

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/01/2020 a las 21:54

Arte erótico japonés
Viene del paisaje blanco, oscura, sin aliento; viene desnuda y desgarrada por animales con garras; apenas gime. Le ha curado las heridas y ella, siempre en silencio, se ha ido a su rincón y se ha quedado dormida.

La noche tiene ecos de luna creciente, exclama el ciego de ceguera blanca que no hace mucho la veía. Lo ha vuelto a repetir, la noche tiene ecos de luna creciente. Al callar ha escuchado el silencio y ha pensado en el pentotal sódico. Dormitando en la lechosidad en que se ha convertido su mundo, ensueña la verdad.

Una gata araña el cristal.

El joven se ha dado cuenta de que la historia ha terminado. Está sentado en el borde su cama con la lámpara de mesa encendida. Sobre la mesa de estudio el Harrison. En el cenicero una pava. Aún no sabe que podrá seguir viviendo.

Apoyada en el pretil de puente. La risa mece su cabello. Pasta el caballo. Se acerca desde la ría una tormenta.

Sin haber cumplido los cinco meses ha sentido el dolor físico por primera vez. Se lo ha infligido su padre porque le ha despertado su llanto en la madrugada. Su padre ha llegado hasta su cuna y ha empezado a pellizcarle por todo el cuerpo mientras le grita, ¡Ahora vas a llorar con razón, cabrón! ¡Ahora vas a llorar con razón!

La rosa no es necesariamente frágil.

¡Aquella goleta que abría las aguas del mar con una elegancia tan refinada que la espuma del mar recordaba a las babas de Venus!

La soledad es un libro.

El hombre escuchaba una conversación en la terraza de un chiringuito de playa, en el sur, donde el calor y el Levante; era una conversación entre dos amigas; ambas eran universitarias y acababan de descubrir que en el sol se producen terribles tormentas.

Cuando por la noche se escucha la caída del agua por tuberías de mala calidad, entre muros de pajizo, en bloques de casas para pobres, el hombre del insomnio clama en silencio por el fin del mundo.

El erotismo le sigue pareciendo fruto prohibido, obra de un diablo hermoso. ¡Oh, Lucifer, cómeme el coño!

El personaje le preguntó al autor por qué ponía como ilustración a sus últimos textos, escenas del viejo Japón. El autor le besó.
 
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