Se conocieron en una pensión para enfermos tuberculosos.
Él era mayor que ella.
No eran de la misma clase social.
Sólo que la guerra lo iguala todo.
Toser sangre juntos los hacía reír.
Rieron mucho. También callaron mucho mientras en la galería trasera de la pensión contemplaban, tumbados en chaîses-longs y envueltos en mantas, los atardeceres de un otoño ya avanzado.
Una tarde él recordó unos versos castellanos de nueve sílabas, al modo francés escritos, de un viejo poema titulado La vida de madona Sancta María Egipciaqua, redactado hacia mediados del siglo XIII. Aquellos versos decían:
De sus tetiellas bien es sana:
Tales son commo la mançana.
Se amaron meses más tarde.
Murieron poco después.