23 de febrero de 1906

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 30/07/2009 a las 14:58

HM. me ha escrito esta mañana. Aún estaba dormido cuando el bueno de Juan ha entrado en mi alcoba y como si fuera con él la cita, nervioso, me ha espabilado moviéndome un poco el hombro derecho.

Señor, señor, me ha dicho, la muchacha francesa de ayer por la tarde... ¿Y tú cómo sabes que es de ella?, ¿Lo has abierto? No, no, señor, Dios me libre de ser indiscreto con mi amo, ¿no lo huele? ¿no huele su perfume...?

Bien, bien, le he dicho mientras me quitaba la bigotera, prepárame un buen desayuno y luego el baño, bien caliente, hace un frío de mil demonios. Juan, el mayordomo, se ha quedado quieto como esperando, Cada cosa a su tiempo, le he dicho, cada cosa a su tiempo y he dejado encima de la mesita el recado sin abrir.

Mientras saboreo un buen café cargado, releo: Jueves. Querido amigo, ¿quiere usted almorzar conmigo en el Automóvil Club el próximo domingo? Iré a buscarle a la salida de misa. Venga, sería para mí un gran placer tenerle conmigo ¿Me responde indicándome la iglesia y la hora de salida?

¡Ah, qué tendrán las hugonotes para mí! Pienso y aspiro el perfume ligero que ha quedado impregnado en el recado de escribir.

El domingo 26 de febrero, sí, sí, por supuesto que sí.
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