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'); document.write(' 29 Sottigliezza'); document.write('
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'); document.write(' Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
'); document.write(' Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.'); document.write('

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183.- Hay días en los que me veo tentado a entrar al trapo de los enfrentamientos. Sólo me siento tranquilo conmigo mismo cuando consigo olvidar el supuesto agravio, la supuesta ofensa.

184.- No todas las opiniones son respetables lo que no quiere decir que no se puedan tener. No, que quede claro: no todas las opiniones son respetables y menos aún ese igual de que a veces se le añade.

185.- Asignatura obligatoria en las escuelas de primaria debería ser El arte del diálogo.

186.- Toda opinión que ataque o persiga derogar cualquiera de los derechos contenidos en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada y proclamada por la Asamblea de las Naciones Unidas en su resolución 217 A (III) de 10 de Diciembre de 1948, no merece respeto alguno y ha de ser cuestionada mediante la justicia y la razón.

187.- Desertar no significa abandonar.

188.- Yo, que tantas veces he desertado. Yo, que tengo desde muy chico la sensación de no haber tenido nunca patria y muy joven leí aquellos versos de Nietzsche: Infeliz aquél que de patria carece.

189.- Hay ya momentos en los que siento con absoluta claridad que la muerte anda cerca y al percibir su cercanía tengo la misma reacción física que experimento cuando me asomo al abismo desde lo alto de un acantilado y luchan en mí el deseo de lanzarme y volar por última vez y el terror de tropezar y caer y morir.

190.- Algo que sí intuyo que ocurre con el paso de los años (si los años han posado, si has vivido esos años, si los has madurado, incluso si los has perdonado) es que, desde la madurez que ya entra en la vejez, se es consciente de la manipulación grosera con la que el poder dirige los miedos de las masas.

191.- Divide y vencerás (divide et impera).

192.- ¡Cuántas viejas novedades nos asolan!


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'); document.write(' Tags : '); document.write(' Reflexiones para antes de morir '); document.write(' Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/07/2025 a las 13:05'); document.write(' | '); document.write(' '); document.write(' Comentarios {0}'); document.write(' '); document.write('
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'); document.write(' Vía'); document.write('
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No es el día que más sueño tiene. Sí recuerda haber soñado con grandes cantidades y con las frases que una mujer le decía al oído, ¡Quédate quieto! ¡Déjame a mí! Silencio. Una hormigonera empieza a sonar. Son las ocho de la mañana. El aire anda fresco. ¿Sobre qué trataban las cantidades? ¿Tiene sentido preguntárselo? La hormigonera. Luego los martillazos del vecino al muro que separa ambas parcelas. Ligirofobia. Sabe por qué. ¿Tiene por qué? ¿Es necesario? Alterado ante el sonido de una hormigonera a las ocho de la mañana un día de verano. (Recuerda su mano fuera de la ventanilla. Llega aroma de mar. Aspira hondo. Recuerda su pecho y la voz grave que tenía y la risa franca, vuelo de bandada de estorninos). Mientras desayuna, lo sopesa. ¿Son pruebas? Y si lo fueran ¿Pruebas para qué? No, no. Aleja la idea de la cabeza. Hace sus abluciones. Se viste para ir a la ciudad. Se pregunta si se volverá a encender el testigo de fallo en el sistema antipolución en el navegador de a bordo de su viejo Citröen. (Sí, sí se encenderá. Más tarde, a la vuelta, tras las maniobras adecuadas...). Se dice, Es un buen día para salir de aquí. Me evito los ruidos. Ligirofobia. ¿Sabe por qué?
Su perro le mira y él no le hace esperar. Le dice que sí, que se van juntos, que hoy lo puede llevar. La mañana. Sale un poco más tarde de lo que él hubiera querido. Suenan dentro de su cabeza las notas de un tema de Morton Feldman. Una vez más se recuerda lo que ha de hacer y que aún no ha hecho. El ruido. La hormiguera. Los martillazos. La ira. Las voces. Monta con su perro en el coche. Limpia el parabrisas. Cuando pone la llave de contacto y se enciende el coche, se ilumina el testigo de fallo en el sistema antipolución. Conduce. Salen del pueblo. Se encaminan -el perro y él- hacia la ciudad. Una hora por la autovía. Hacia su destino. Con su perro. Como desde hace años. Tantos años, piensa y recuerda el sueño sobre grandes cantidades de no sabe qué. Se ha alejado tanto el sueño... se aleja. No hay remate, piensa. Es una autovía, piensa y él es un usuario más de esa vía de comunicación... también de transporte... sí, transporte y comunicación... Una mujer le decía, al oído, ¡Quédate quieto! ¡Déjame a mí! No sabe qué cantidades... Ligirofobia... por la autovía...
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'); document.write(' Moralistas/fascistas'); document.write('
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'); document.write(' Pequeño apólogo moral'); document.write('

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Ese manto oscuro. Lo que tapa. Ese asco que destilan los defensores de cualquier ideología. Los terribles guardianes de cualquier moral. ¡Qué detestables son los moralistas! (¿debería incluir los treinta y dos tipos de identidad de género que dicen que existen en la actualidad? No, soy de los que saben que el género gramatical no es sexual).
Los moralistas son aquellos que quieren hacer de su particular uso de la costumbre -no otra cosa es la moral- la norma común para todos. Los moralistas de cualquier moral son totalitarios, son, por decirlo en román paladino, fascistas de las costumbres. En su osadía llegan a confundir la ética con la moral y no seré yo quien les haga notar las diferencias. Que estudien, si es que quieren llegar a conocer -lo de saber es harina de otro costal-.
El mundo actual se ha llenado de moralistas de salón digital. Con absoluto desparpajo te lanzan sus miserias ideológicas a la cara y te avisan y te amenazan y te insultan si incumples algunas de sus rígidas normas de su Moral de Mierda. ¡Abajo La Moral! ¡Vivan las morales! Las pequeñas morales que buscan la tolerancia y el respeto para con todos excepto para con los intolerantes. Contra ellos a sangre y fuego si es necesario, a sangre y fuego. Intolerantes son los guardianes de cualquier moral. Contra ellos a muerte si es necesario.
Mira dentro de tu casa, moralista/fascista, y cuando hayas arreglado en ella tus asuntos -si es que te da la vida para ello- cállate y acepta el uso y el derecho al uso de cualquier costumbre que sencillamente cumpla una regla: que respete la de los demás. ¡Ah, una cosa más: no hay lugar más sagrado, por libre, que la imaginación de cada cual! ¡Cuidado con quererla censurar! 
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'); document.write(' Sinsabor (monólogo de un hombre ido)'); document.write('
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A veces me recompongo como si fuera una mermelada. Eso me me he dicho. Sé que la mermelada apenas tiene relación con la recomposición. Pero me altera el ruido. Me enloquece el ruido y cuando lo escribo recuerdo una frase que aparecía en una función de Dagoll Dagom allá por los años 80, Mi tornillo de vanadio. ¿Por qué en un seis de junio de 2025?
¿Nada me puede agredir más que recomponerme en mermelada? ¿Ser una sustancia pringosa que se desliza por los cuerpos con los que entra en contacto? ¿Son estos zeugmas aproximaciones a la muerte? ¿Es esta anarquía horaria anticipo de lo por venir? ¿Me estoy deshaciendo? ¿Me deconstruí y me recompuse en ser que relaciona mermeladas y resurrecciones?
¡Qué agresivo puede ser el silencio! ¡Qué violencia desata la injusticia! Puedo estar viendo una película que habla de unos sentimientos muy burgueses (el amor sólo se lo pueden permitir los estómagos llenos) que apenas me emocionan, que no agitan ya -viejas alas de mariposa en las tripas- los ritmos... mis ritmos...ahora que me paso los días contándolos, solfeando por las esquinas, las figuras básicas de los ritmos occidentales. Ritmos de la civilización blanca. La Devastadora. La Aterradora. Ahora que lo hago. Ahora que recuerdo la decepción de mi padre cuando le hice ver que la música es, ante todo, matemática sonora, la occidental. La Terrible. La Acompasada. Y veo sus ojos alcohólicos y huelo su sudor a ginebra. Las madrugadas de aquellos años míos de mil novecientos setenta y ocho que volaron por los aires y se convirtieron en estrellas de un firmamento en guerra.
Me lo arrebató. Me destruyó. Agónico. Sin esperanza. Recomponiéndome en mermelada. Mi tornillo de vanadio. Mi brillante tornillo. MI luna rota. Mi espejo envuelto. La osadía de haberlo intentado. Recomponerse. Recomponerse. En mermelada. Sin un sabor preciso. Con una cocción exacta. A estas alturas. Traspasado ya el primer cuarto de siglo que no pasó ni rápido ni lento sino lleno de destrucciones, como un gran castillo de mierda venido abajo. Supurando pus alumbré la noche y quieto entre mis manos murió el lagarto. Tiritaba el saltimbanqui bajo la lluvia de fuego en Irak. La ira era blanca. Mi esperma negro. La ira era blanca. Mi esperma mudo. La ira era blanca. Mi esperma escaso. La lluvia de fuego sobre Irak. El olor a muerte en Gaza. Dios menstrua sobre Israel. Betsabé. Ira de la abundancia.
Nana quiero para dormir, yo recompuesto en mermelada. Acúname Nana. Cierra mis ojos e insufla por mis fosas nasales el suficiente veneno para morir.
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Aquel muchacho que fuiste lo serás siempre y bastará con que una persona sea algo detallista para que sepa reconocerte de inmediato en el deje de tu mirada aunque haya pasado cincuenta años sin saber de ti.
¡Ay, muchacho que ahora sales al mundo, yo te deseo que tus padres no sean unos hijos de puta! Te deseo que quienes han de reprimirte lo hagan con toda la dulzura posible y sepan que en ti anida la mirada que ellos te impondrán.
¡Querido mío, indefenso cuando asoma tu cabeza por el coño de tu madre, yo te deseo que esa mujer sepa acunarte y que cuando te asolen las desgracias te quiera y que cuando se produzcan las victorias te quiera y cuando se den esas largas temporadas nada se encuentre a tu lado, serena su mirada, con su mano sobre la tuya!
Porque siempre serás el niño que te hagan. Porque en tu corazón anidarán los miedos que, como improntas, te fijaron en el alma. Y también las fortalezas se mantendrán y te harán sano.
No suelen los padres ser buenas personas porque tampoco sus padres lo fueron y así tú te convertirás, sin poder evitarlo, en un mal hijo y cuando seas padre también harás  daño a los tuyos. Esa es la rueda perversa de la vida. Esa es la verdadera herencia.
Es cierto que a veces, muy pocas, se producen mutaciones y tras la represión en los días de la alta infancia cuando estamos sometidos a los inconscientes de nuestros padres y sufrimos sus castigos con un horror inexpresable y esperamos sus caricias como el maná los judíos en su travesía por el desierto; en esos tiempos en los que se conforman nuestros miedos, tan intensos, que los negamos; hay veces, te escribía querido muchacho, que el resultado no es otro ser humano miserable más sino que aparece un hombre admirable, una mente sana que supo convertir su dolor en conocimiento y su conocimiento en bien. A veces pasa, sí a veces pasa.
Pero como ésa es la excepción tan sólo te pido, muchacho mío, que te mantengas alerta y cuando tengas entre tus brazos a tu hija recién nacida seas consciente de que tu única misión, la única realmente vital, es que le hagas el menor daño posible.
Quizás así, un día, el mundo no amanecerá en llamas, la injusticia no campará a su anchas y la violencia sea tan sólo un rescoldo de la Historia de la Humanidad, casi cenizas, humo que desaparece, ignorancia incluso...
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'); document.write(' Ensayo poético'); document.write('

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