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document.write(' Si dijeras, si lo dijeras, de una vez y para siempre, te levantaras porque estabas tumbada y habías pasado la noche gimiendo por quien ya estaba lejos, allende los Mares; si dijeras, si te atrevieras, quizás abriendo la ventana del patio interior de tu casa, desde lo alto, desnuda de cintura para abajo; abierto al mundo el nacimiento del mundo; si dijeras; si admiraras tu propio descubrimiento pero lo admiraras sin tensión, sin exaltación, más bien lo admiraras pasmada como cuando el descubrimiento surge aumentado a través de la lente del microscopio y sabes, de una vez y para siempre, que una de las posibles causas de la enfermedad son los microbios (los ves, la lente de aumento desveló lo invisible. Entonces no hay nada que demostrar, tan sólo tienes que mostrar); si te asomaras al patio interior, desnuda de cintura para abajo, habiendo descubierto minutos antes, cuando estabas tumbada, con el camisón arrebujado entre tus piernas y la pesadez de la noche que ya ha avanzado mucho; tumbada en postura fetal, ladeada hacia la ventana que tiene las persianas medio echadas y a través de las lamas se entrevé la noche con luna, la misma luna que fluye entre tus piernas ahora, la luna roja de los días fecundos, la luna roja del tránsito a la vida y de la vida al morir como allende al Mar, los cálidos mares de los sures cálidos. ');
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document.write('
'); document.write(' Miscelánea'); document.write('
'); document.write(' Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/07/2014 a las 18:52'); document.write(' | '); document.write(' '); document.write('