Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Cita del libro Desertemos escrito por Franco Bifo Berardi y editado por Prometeo editorial.


Evelyn Richter
Evelyn Richter

141.- Esta cita pertenece al capítulo titulado Breve historia de la felicidad. La cita es la respuesta a la pregunta que Berardi se hace a sí mismo: ¿Qué es la felicidad? pag 126. Hasta donde yo sé, los seres humanos experimentan la felicidad como conciencia que suspende el abismo y como la construcción de puentes sobre este abismo. Estoy hablando del abismo del no-ser del sentido, que es también el abismo de la ausencia. La falta de una base nos enfrenta a la conciencia de la muerte, a la descomposición del yo. Este es el abismo pero las mujeres y los hombres en este abismo saben caminar felizmente tomados de la mano como si caminaran sobre un puente. El puente sobre el abismo del sinsentido es el diálogo que establece el compartir un sentimiento, una visión. El compartir sensible libera del miedo de no-ser y hace posible la sintonía con el ritmo singular (el ritornelo del no apego). Liberarse de la voluntad de vivir, y así, finalmente, vivir. Las formas que adopta este compartir sensible son las del enamoramiento, de la ternura, de la creación, del viaje, de la alucinación y del movimiento. Cada una de éstas se manifiesta ante todo como experiencia de sentido.
 

Ensayo

Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/10/2024 a las 16:01 | Comentarios {0}


Cartel de Osvaldo Balleiro
Cartel de Osvaldo Balleiro
¡Qué veloz la rueda! ¡Cuánto volvía a mirarlo! [...] ¿cuántos segundos mantuvo la respiración retenida en sus ojos? ¿quiso ahogarse? ¿Nada tiene demasiada importancia? [...] El cielo se llena de capas y capas de grises... las nubes. El otoño ya ha reverdecido las montañas. Huele a musgo y a hojas húmedas pudriéndose con calma en el camino. Caminamos. Con dolores caminamos [...] luz divina [...] último meandro del Leteo antes de llegar al delta del Olvido [...] lo  bárbaro es que desde esta percepción (no sabe lo que ocurrirá en un eón) todo este tiempo ya huyó, las eternidades -que son únicamente el breve espacio que ocupa el presente en el fluir del tiempo- han sido sin saberse [...] Este sol oblicuo en la última hora de la tarde. Por el camino se acerca una madre con su hija. A la niña -que no tendrá más de cinco años- le fascinan las terneras las cuales, ajenas a la emoción de una niña, ramonean la hierba fresca de octubre. Prodigio ese azul y aquel malva de allá [...] ¿Eran expresionistas los Jardines de Babilonia? ¿Podría ser mi jardín un filamento de la inmensidad colgante de aquellos jardines míticos donde Semíramis reinó y el mal triunfaba? [...] ¡Oh, maldita edad! ¿Sufriré demencia senil blanca? [...] el mundo rezaba. Hubo un astro henchido de orgullo. Una masa arbórea caduca que mutó en perenne. La luz eléctrica. El muelle lamido por unas aguas negras cuajadas de reflejos. La terraza. Los comensales. Un aroma de siempre. Un deseo que no se podía cumplir. Recuerdos.
 

Narrativa

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 19/10/2024 a las 20:42 | Comentarios {0}



Fue un sábado, en una ciudad de cuyo nombre no quiero acordarme. Era a principios del otoño del año 2024. Me gustaría decir que tuve una premonición o que luego recordé un sueño o cualquier tipo de presagio que me llevara a él... mentiría. Nada me tenía sobre aviso. Hacía años que había dejado de saber de P., mi mejor amigo, el hombre del que más cerca me sentí. Un buen tipo. Se lo aseguro. Un buen tipo. De él diría que era un superviviente. Creí que lograría serlo hasta el final. Que se mantendría entero a pesar de los embates -permítaseme la metáfora fácil- del océano tempestuoso que es el vivir. 
Justo cuando se nos obligó a encerrarnos en nuestras casas, el año bisiesto de 2020, a causa de eso que se llamó coronavirus, P. desapareció. Luego, más tarde, reflexioné que era la única de todas las personas que conocía que iba a tener que pasar sola semejante encierro. En todo caso, como siempre, confié en su fortaleza forjada a base de palos para superar el trance.
El 14 de marzo, el día en el que se promulgó el Estado de Alarma y el confinamiento en nuestras casas (quien tuviera casa), fue la última vez que hablé con él y nada me hizo sospechar lo que iba a pasar. Habló con su natural seguridad sobre lo que estaba ocurriendo; me aseguró que se armaría de valor y que había que ir de día en día; sonrió en varias ocasiones y se despidió con un mañana hablamos. Nunca más volví a saber de él. Nunca más nadie de nuestro entorno volvió a saber de él hasta aquel día de inicios del otoño del año 2024, en la ciudad a cuyo nombre no voy a hacer mención. Lo vi en la esquina de una plaza importante de la ciudad. No hacía mucho frío. El viento zumbaba de lo lindo y rachas de lluvia arreciaban y nos dejaban calados hasta los huesos. Fue entre una cortina de agua cuando aquella figura sedente en el suelo con los pantalones arremangados por encima de las rodillas y con una pequeña caja ante él, llamó mi atención. Mis acompañantes iban a meterse en un restaurante donde habíamos reservado para comer. Les dije que se adelantaran, que en un minuto me unía a ellos. Cuando me quedé solo me dirigí hacia el hombre sentado en el suelo, calado hasta los huesos, con la cabeza gacha y vestido con harapos. Reconocí a P. por las partes de las piernas que mostraba al público; unas piernas poliomielíticas, cosidas a cicatrices. Le llamé por su nombre. Él no levantó la cabeza, tan sólo murmuró: una limosna, señor, para este pobre que tiene la debilidad de quererse vivo. Le dije, ¡P., soy yo C.! P. ni se inmutó, siguió con la cabeza gacha, quizás hundió un poco más el mentón contra el cuello. El agua corría por sus largas guedejas y por sus barbas. Las manos seguían pareciendo las manos de un hombre que jamás trabajó con ellas. Aseguraría, si no fuera porque podría ser un recurso sensiblero, que mantenía cierta dignidad antigua. Volví a llamarle por su nombre. Siguió sin reaccionar. No pude evitar llamarle de nuevo poniendo una mano en su hombro. Respondió, Una limosna, señor, para este pobre que tiene la debilidad de quererse vivo. Le di todo lo que tenía en billetes y monedas. Una ráfaga de lluvia atravesó la plaza y la dejó vacía. Sólo estábamos él y yo en aquella esquina. Antes de irme le dije, Sigo viviendo en el mismo sitio. Si me necesitas te espero.
A C. le costó separarse de P. Cuando empezó a alejarse, P. levantó la vista y lo miró. ¿Eran lágrimas o gotas de lluvia las que corrían a raudales por sus mejillas? Recogió el dinero. Lo guardó en uno de los bolsillos de sus pantalones y dejó que el tiempo siguiera erosionando su cuerpo así el acantilado se erosiona con los golpes de la mar.
 

Cuento

Tags : Cuentecillos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 15/10/2024 a las 14:25 | Comentarios {0}


Fotografía de Evelyn Richter
Fotografía de Evelyn Richter

[...] no corresponde a mi edad, yo lo sé. Habría de desertar. [...] pero la canción, la melodía, ese sentimiento romántico, lo apasionado [...] ya debería declinar [...] ya voy siendo viejo pero aún quisiera querer y ser querido. No, miento: Aún quisiera querer hasta morir y ser querido hasta la muerte. Eso del amar [...] hasta el tránsito, la siguiente parte del proceso, de nuevo el túnel sin memoria [...] llevo demasiado tiempo en el páramo [...] hubo un callarse que me dejó frío [...] me siento, en ocasiones, mañana de enero en lo alto de una cordillera por donde pasa el quebrantahuesos [...] me siento, en ocasiones, un amasijo mal engrasado de articulaciones que nunca estuvieron, ¿para qué negarlo? demasiado bien engrasadas [...] ¿por eso busqué el amor carnal? ¿por el dolor de los huesos? [...] el apetito de ser muy amado y amar mucho, ese deseo que apenas se congracia con la quietud que dicen trae la paz; lo turbulento, lo enredado, lo misterioso, lo húmedo... los hurgalios y los orfelunios [...] la vejez a veces no casa con la emoción intensa [...] coexisten en el mismo cuerpo las dos vertientes del existir: la vivacidad del cuerpo joven con la experiencia del cuerpo por el que el tiempo fue grabando sus memorias [...] no sé si aún [...]  sí sé que merece la pena [...] la noche se hace grave y cuando el amanecer la mate llegará la levedad del canto de los pájaros y esa nube lejana, casi malva, que sugiere en sus claroscuros el cuerpo de una mujer [...]
 

Ensayo poético

Tags : Fantasmagorías Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/10/2024 a las 12:18 | Comentarios {0}


Me declaro libertino (en el sentido que a esta palabra se le daba en el siglo XVIII, es decir, en moderna terminología: librepensador). La reflexiones que voy a ir plasmando a lo largo de las próximas semanas tienen un carácter provisorio y se acogen a una de las características de uno de los métodos científicos: estas reflexiones son falsables. Incluso yo mismo, a lo largo de este periodo que hoy se inicia, podré mostrar la falsabilidad de algunas de ellas.
Estas reflexiones no pertenecen a ningún heterónimo. De cada una de las palabras que escriba en este libro el único responsable soy yo: Fernando García-Loygorri Gazapo. Por supuesto que cuando utilice citas facilitaré el nombre del autor y el título del libro o fuente de donde las haya sacado.


Fotografía de Zhare Janati.
Fotografía de Zhare Janati.

129.- Sólo sé cuerpo.

130.- Te convoco si escribo tu nombre y lo uno a mi apellido.

131.- Pienso, ¡Qué cuerpo tan bonito! porque es todo lo que sé. Porque el término cuerpo (la autoridad) abarca eso inteligente, eso  memoria, eso emoción. Porque sólo sé el cuerpo.

132.- Sí, don Benito Pérez Galdós, la vida es una novela que no se puede corregir.

133.- ¿Desechar cierto -cuando menos- sentido finalista a la vida?

134.- Si digo cierto sentido finalista ¿no incurro en oxímoron? Un ápice de sentido finalista ya será lo infinito.

135.- ¿El pre-nacimiento es proceso? ¿También lo es la post-vida?

136.- ¿Cómo defino con precisión la autoridad (término) proceso?

137.- En el concepto proceso cabe el devenir. Una de las características del proceso es que se deviene.

138.- ¿En el pre-nacer y en el post-vivir se deviene entonces? Dos devenirse, en todo caso, sin vida. Dos devenirse entre una vida.

139.- Le diría: lo terrible y  lo maravilloso se unen en esta interpretación, en esta representación de cómo sentimos el vivir: la vida no se puede corregir.

140.- Es tanta mi torpeza que a veces me sonríe.
 

Ensayo

Tags : Reflexiones para antes de morir Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 04/10/2024 a las 13:15 | Comentarios {0}


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