Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Los sentimientos pequeño burgueses son los únicos sentimientos (ver al hombre maduro con miedo a amar o la hija que encuentra al padre -que es el hombre maduro que teme amar); los sentimientos de clase son otra cosa, son sentimientos sin esperanza y así dejan, en el fondo, de serlo; los sentimientos de cambios sociales son maquinarias de construcción; una construcción cuyos ladrillos... (y ahí la metáfora, ¡ay, las metáforas!) ¿por qué Sabato no pone el primer signo de interrogación o exclamación? La crítica me la trae al pairo y apenas sé nada más que vivir es traición porque al vivir se muere; los sentimientos pequeño burgueses que se decía en los años sesenta; ¿cómo se podía defender la Unión Soviética? esos sentimientos de pañuelo y abrazo; ese abrazarse a una mujer desnuda un día de otoño con los ventanales abiertos y en la habitación entra la suave brisa de la última hora de la tarde y dentro de la cama huele a dos cuerpos que acaban de follar y huele a melancolía y a fatiga y huele a hambre y a boca mientras fuera todo se desperdiga y apenas importa la mujer reventada en un sótano ni el niño lleno de moscas ni el viejo abandonado ni el hombre desolado por no tener un puto trabajo que llevarse a las espaldas porque en esa habitación con los ventanales abiertos, en una buena casa burguesa, con algún cuadro abstracto colgado en la pared y unas cuantas cerámicas tradicionales colocadas con primor en sus repisas y unas hileras de libros que todos deberíamos leer y en la nevera carne, pescados, frutas, verduras, lácteos y una pizza, esa mujer desnuda y ese hombre desnudo descansan del esfuerzo de amarse, de amarse mucho, de amarse hasta mañana, de estar vivos hasta mañana, mañana que se levanta espantada con los ojos vendados como la justicia y cuando chirríen las palomas y cuando viertan los colectores detritus de todas las ciudades y los ríos se inunden de heces y mueran los peces transexuados y bailen las putas sin gracia y golpeen los proxenetas con sus cintos y se pinchen los drogados de sí mismos y surjan las locomotoras y se eleven los aviones y por los circuitos de mil millones de toneladas de cobre se envíen mensajes y códigos secretos y se hagan transacciones unas más legales que otras y en todas las pantallas se divulguen las noticias y sean unos más guapos que otros y unos tengan éxito y otros se enfanguen hasta quedar podridos, hasta el pelo de mierda y en los colectores y en los suburbios y en las faldas de las montañas y en las grandes cumbres y en los hoteles y en las aceras y en los bares y en los cementerios, todos, todos, alienados como se decía en el pasado siglo como se sienten tantos hombres, tantas niñas, tantos agrimensores, tantos perdularios, tantos presidentes, tantos magnates, tantos chupatintas, tantos escolares, tantos barrenderos, tantos nacionales que defienden sus causas armados de plomo y sigamos mendigando los más, con la extraña prepotencia del cristal los menos, un segundo más de vida por si al final de la mina se encuentra el  filón de diamantes que nos de para comprarnos lo que de ley habría de ser... ¡oh, no! esos, esos sentimientos pequeño burgueses que surgen en La sonata a Kreuzer y por qué no en Doctor Zhivago, esos ojos de Omar Sharif o la vendimia y su fiesta báquica, hombres, hombres, relacionándose, buscándose, perdiéndose, yéndose de este infierno, desapareciendo para siempre, carne de olvido, todo para el olvido, todo, todo para el olvido, ¿será el espíritu de Cioran? ¿O ha venido a visitarme el bueno de Estragón al que acaban de golpear de nuevo y aún no sabe cómo ahorcarse del único árbol del páramo? ¿Y esa escarcha, esa heladura mortal? ¿Y esa idea de desconyuntar a un recién nacido y con la boca rellena de nieve abandonarlo en la estepa para que sirva de aperitivo a los lobos ?

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 28/02/2015 a las 19:47 | Comentarios {0}


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sueña que todo sucumbe sueña que la vida llega sueña mecerse la palmera en las cumbres de Nepal sueña el corsé muy ceñido sueña el libre albedrío y por no dejar de soñar sueña la voz del señor que a tus plantas se postró pidiendo para sí perdón y para ti luna nueva

sueña la bestia el tesoro sueña la selva inclemencias sueña el barco la deriva sueña la nube la ira de un viento provocador sueña la niña la estirpe sueña la sierpe el camino sueña el loco el embrión y sueña el trigo la mies y la mies sueña el trigal por donde corre un zagal que apenas alcanza a ser

sueña el corzo leopardos sueña la mano ser pie y sueña el ave caer de la rama al almirez sueña el acantilado un faro y el faro sueña volar con las luces desplegadas parejo a un cormorán sueña la sed agua fresca sueña la noche la luz y la luz jamás se acuesta sin haber soñado tú sueña el laud melodías sueña el enamorado versos sueña la doncella siestas y sueña el alba el azur

sueña la esclava sirenas sueña el mirlo una cadencia  sueña el centro del mar su frontera de coral

sueña el cantante una voz sueña un negro la revuelta sueña el militar esposas sueña el arcabuz cadenas sueña la bala el reposo y el oso sueña dormir todo el tiempo y a su antojo

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Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/02/2015 a las 19:20 | Comentarios {0}


(Piensa el  hombre que está apoyado en la farola):
Mantenido en este alambre me ha nacido el vómito con sangre. ¿Por qué me he tapado la boca con la mano? ¿Por discreción? ¿Por la repulsión de los otros? ¿Cuándo empezó este venirse abajo? ¿Estos pulmones que empiezan a despedirse del aire? ¿A quién se lo diré? ¿Mantendré la dignidad ante el médico de turno? ¿Querré que ese médico simpatice conmigo? ¿Querré que haga suya mi enfermedad? ¿Le preguntaré sobre la agonía? ¿Aceptaré el tratamiento? ¿Cómo pasaré las horas en el hospital? ¿Tendré fiebre? ¿Me dolerá el cuerpo? ¿Dormiré mucho? ¿Cuánto tardaré en volver a estar apoyado en esta farola? ¿Volveré a estar apoyado en esta farola? ¿Piensa esta farola?

(Piensa la farola en la que está apoyado el hombre):
Hierro. Calambre. Altura. Dar el paso. Desarraigarme. Pedestal. Plaza. No me manche. Yo recuerdo a un niño que corrió hacia mí sin saber que era dura y al golpearse contra mi fuste y al prorrumpir en llanto, hice un esfuerzo sobrefarolero y quise encenderme como si fuera un milagro. Vi de lejos -aún con la bombilla apagada- cómo la madre se acercaba y en su gesto adiviné la tensión de la carne en el aire que penetra la materia blanda. A mis pies cogió al niño en sus brazos. Apoyada en mí limpió la sangre de la nariz del niño. Luego se quedó callada, apoyada en mí, abrazando al niño.

(Piensa la mujer apoyada en la farola con su hijo en brazos):
No debí dejarlo correr. Nunca, nunca más te dejaré correr. Te llevaré siempre a mi lado, cogida tu mano. No sé cómo ha podido pasar. No sé cómo me interesaba más la estupidez que escuchaba que la carrera de mi hijo. ¿Qué es un hijo? ¿Cuál es la naturaleza de este amor? ¿Qué significa esa palabra? ¿Cómo se podría definir con lenguaje el sentimiento de angustia y alegría que a un mismo tiempo circula por mi cuerpo cuando decidio que he de dejar a mi hijo que camine solo, solo por el mundo, solo por este mundo? ¿Qué será al verle crecer? ¿Cómo seré capaz de enseñarle a que se vaya? ¿Y cuando lo haga? ¿Cómo le veré marchar? ¿Cómo es posible no amar -sea lo que sea ese amar- a un ser que apenas sabe correr y que se extraña con la dureza en su nariz del material con que esta hecho este objeto que no sabe ni siquiera cómo se llama? ¿Habrá hecho la relación entre farola/correr/golpe/sangre/dolor en la nariz? ¿Ha funcionado esa electricidad? ¿La sangre está taponando ya la herida? ¿Los leucocitos están luchando ya? ¿Le evitarán la infección?

(Piensa el niño en los brazos de su madre mientras toca fascinado el metal de la farola):
Cuando sea grande vendré a por ti. Sabré acercarme. Vendré solo. Mamá no lo sabrá. Caminaré despacio, armado con mi inteligencia y te prometo que no te tendré miedo. Mira, haré lo siguiente: te rodearé, te estudiaré, te abrazaré, te escalaré, llegaré hasta lo más alto de ti, te encenderé, te haré caminar sobre el asfalto y tu luz nos guiará hacia el mar y cuando lleguemos, derramando luz a nuestro paso, te pondré el flotador, te tumbaré con cuidado, te fletaré sobre las aguas del mar y subido en ti, agarrado a ti, sin dolor, te haré navegar hasta el siguiente continente y allí conquistaremos el encuentro entre el mineral y el hombre.

Cuando cae la noche y la cabeza de la farola se ilumina, todo está desierto; es una farola de polígono industrial y centros comerciales, a las afueras de la gran ciudad; un espacio diurno; tan sólo los fines de semana se acercan por la noche amantes borrachos que se besan bajo su luz, jóvenes drogados y algún lunático que canta extrañas canciones venidas de muy lejos. Hoy es lunes y la soledad es absoluta, el último vestigio de vida pasó hace ya horas, fue una mujer en bicicleta. Quieta y hermosa la farola ilumina nada. Poco a poco van llegando hacia su círculo de luz un pie y un trébol. El trébol va montado en el empeine del pie. Es un trébol de tres hojas. No tiene nada de especial. El pie es largo y estrecho. Sus uñas estás perfectamente cortadas y camina con un ritmo justo, como si fuera el pie de un ángel. Al llegar al círculo de luz de la farola se detienen y parecen descansar. El trébol se estira. El pie se relaja. La farola los mira con cierta sorpresa.

(Piensa la farola con el pie y el trébol apoyados en su base):
Parecen fugitivos.

(Piensa el trébol bajo el círculo de luz) :
Un poco de luz me vendrá bien.

(Piensa el pie apoyado en la base de la farola):
¡Qué frescos el hierro y la vejez!

Narrativa

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 18/02/2015 a las 18:39 | Comentarios {4}


A veces tiene la espada en la mano (sabe que tiene que corregir, que lo primero que se escribe es lo menos válido sólo que no sabe si lo sabe y tan sólo acepta lo que tantos han dicho; una cuestión en todo caso de esfuerzo, de concentración porque no puede evitar que la frescura de la primera escritura se pierda en el momento mismo en que se altera una coma y a la frescura no le da más valor que el propio de su significado y no sabe si es más valioso lo más perfecto que lo más fresco) y siente el temor de los domingos por la tarde cuando todo se encamina hacia una película comercial en la noche y un vaso de vino; a veces siente el frío de saber el frío y no porque mire las montañas nevadas (que son su horizonte) sino por la constancia de esta tierra que se abona de los muertos y claro que podría derivar en palabras como humus o limo u otras más bellas aunque pocas palabras tan bellas como limo; ahí está esta tierra donde unos aman a Montaigne y otros lo critican duramente como Pascal por ser tan lenguaraz y, en el fondo, tan pagado de sí mismo. Y sabe que Pascal tiene razón y sin embargo no puede dejar de admirar a Montaigne y no tanto por lo mucho que habla de sí sino por por la falta de vanidad con que lo hace (sí y pagado de sí mismo). Tiene en la memoria lo que decía la madre de Forrest Gump, Estúpido es el que hace estupideces. Y también esa escena en la que Forrest empieza a correr animado por Jenny, Run, Forrest, run! y a medida que corre los aparatos que tenía en las piernas se rompen en mil pedazos. A veces todo eso ocurre al mismo tiempo mientras camina por una calle muy larga y al final hay una rotonda y sopla el viento de febrero y hay una división en el cielo entre lo despejado y una gran muralla de nubes grises que se acerca y está saltando ya por encima de la cordillera y pasa un coche con la música muy alta y surgen de la primera luz de la mañana dos ciclistas que remontan la cuesta y tiene su pedaleo algo alegre, algo renovador y se agita su corazón y los pasos calman su mente, lo que se agita en su mente y quisiera correr como Forrest, quitarse sus aparatos, los que le impiden moverse con levedad en un mundo con tal cúmulo de gravedad y escupir algo, quizás escupir a la cara de un blanco que acaba de moler a palos a un negro en una cantera del corazón de África y también no sucumbir al odio de la mirada de los negros por ser blanco o algo así, piensa, cuando cree tener una espada en la mano, a la grupa de un caballo, a punto de iniciarse una vieja y nueva batalla. Abre la cerradura, se encamina hacia su casa con la cabeza llena de ideas y pesares, con el frío del que hablaba hace un rato, esa pesadumbre de ser consciente de ser finito y contingente aunque esas dos palabras le suenen a tufo jesuítico, alcanfor de cristianismo y se imagina abriendo el libro de los mitos (ahora pasa lentamente las paginas del libro y recuerda que una de las formas de nominar libro en árabe es Jardín en el bolsillo y también recuerda mientras observa a Vishnu dormido que ha olvidado no caerse una vez más, que ha de aferrarse a estas inspiraciones y estas expiraciones, que a la vuelta espera la eternidad y debe atrapar este tiempo tan escurridizo, este tiempo que no es espacio sino ámbito por el que transitar, porque es consciente de que en la eternidad no se transita, en la eternidad se está y quiere sorber este aire, uno de sus últimos aires -y no porque ya la edad, no, no porque ya la edad, ¿quién nos dijo nunca que el primer aire del recién nacido no fuera a ser el último?- con el ritmo de quien admira y se aquieta ante la puesta de sol o aquél que desesperado ataja su drama componiendo una canción, perfilando una mancha o generando la forma en la piedra) y pasando a lo largo de una noche que será larga su vista sobre las formas de la imaginación del hombre y añade el sonido de la respiración de ese otro cuerpo que ama y que ahora duerme en la cama, con la luz apagada y arropada con un edredón del norte y la seguridad del perro a sus pies. Y porque todas esas sensaciones se desvanecen y crecen y se intercambian y fluyen y se diluyen y se encrespan y se atascan y se queman y se enfrían y juegan y duermen y saltan y huyen y vuelven y mandan y ahuyentan y pierden y saltan y se elevan y cantan y se animan y se confuden y se alimentan y se sostienen y se encadenan y se añoran y se buscan y se enlazan y se hurtan y enloquecen y se turban y se ríen y se abrazan y se encaminan y descansan y retoman y se abarcan, él tropieza justo en la puerta de su casa y da con la cabeza en el suelo y se la raspa y se sienta y sonríe y agradece a la suerte no haberse hecho más que un poco de sangre, lo que se llamó siempre un simple rasguño. Y se levanta y se emociona y sube hasta su casa y abre la puerta y se limpia la herida y observa el milagro de su sangre y la exactitud y prodigalidad de las plaquetas.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 16/02/2015 a las 23:56 | Comentarios {2}


Centella en la autopista A-6
En la noche. Nilo detrás se ha tumbado. Acabamos de salir del puerto. Enfilamos la autovía. Reconozco los lugares por los que paso. Me he acicalado. Voy a dormir con mi mujer. Tomo el desvío para entrar en la A-6. No hay mucho tráfico. Entro en el carril de aceleración. Un coche marca con el intermitente que se desvía al carril central para dejarme libre el carril de incorporación. 110 kilómetros hora. Para ahorrar algo de combustible. Fulgor de ojos verdes.  La carretera brilla con los faros delanteros y los faros traseros. Poco a poco todo va entrando en un perfecto equilibrio. Un equilibrio universal. Y lo siento. Siento que estoy vivo. La vida como cúmulo de sensaciones. Sistema nervioso que está enviando sus señales a todos los rincones de mi cuerpo y gracias al cual sé que estoy vivo. Es una necesidad de agradecimiento. Es la certeza de lo vivo. Es la suerte de haberse introducido cierto espermatozoide en cierto óvulo. Es una historia mil millonaria. Es la triste y sublime capacidad de los seres humanos de ser conscientes en un instante de que ese instante sólo es en tanto en cuanto estoy en él. Formar parte. Con los ojos muy abiertos. A lo lejos ya se asoma la ciudad. Aparcaré. Pasearemos mi perro y yo por el Madrid que tanto me vio ser. Subiré a la casa de mi mujer. La abrazaré. Beberemos un buen vino por su cuadragésimo segundo cumpleaños. Jugarán los perros. Nos quedaremos dormidos y si el sistema nervioso lo promueve despertaremos y volveremos a la vigilia.

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 13/02/2015 a las 09:59 | Comentarios {0}


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