Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri

Fragmento de la Introducción El lado oscuro de la vida cotidiana escrita por Connie Zweig y Jeremiah Abrams para el libro Encuentro con la sombra (varios autores).
Editado por Kairos.


Ruinas del Templo de Apolo en Delfos
Ruinas del Templo de Apolo en Delfos
Fragmento pág. 11

Conócete a ti mismo
En la antigüedad los seres humanos conocían las diversas dimensiones de la sombra: la personal, la colectiva, la familiar y la biológica. En los dinteles de piedra del hoy derruido templo de Apolo en Delfos -construido sobre una de las laderas del monte Parnaso- los sacerdotes grabaron dos inscripciones, dos preceptos, que han terminado siendo muy famosos y siguen conservando en la actualidad todo su sentido. En el primero de ellos, «Conócete a ti mismo», los sacerdotes del dios de la luz aconsejaban algo que nos incumbe muy directamente: conócelo todo sobre ti mismo, lo cual podría traducirse como conoce especialmente tu lado oscuro.
Nosotros somos herederos directos de la mentalidad griega pero preferimos ignorar a la sombra, ese elemento que perturba nuestra personalidad. La religión griega, que comprendía perfectamente este problema, reconocía y respetaba también el lado oscuro de la vida y celebraba anualmente -en la misma ladera de la montaña- las famosas bacanales, orgías en las que se honraba la presencia contundente y creativa de Dionisos, el dios de la naturaleza, entre los seres humanos. Hoy en día Dionisos perdura entre nosotros en forma degradada en la figura de Satán, el diablo, la personificación del mal, que ha dejado de ser un dios a quien debemos respeto y tributo para convertirse en una criatura con pezuñas desterrada al mundo de los ángeles caídos. Marie -Louise von Franz reconoce las relaciones existentes entre el diablo y nuestra sombra personal afirmando: «En la actualidad, el principio de individuación está ligado al elemento diabólico ya que éste representa una separación de lo divino en el seno de la totalidad de la naturaleza. De este modo, los elementos perturbadores - como los afectos, el impulso autónomo hacia el poder y cuestiones similares - constituyen factores diabólicos que perturban la unidad de nuestra personalidad».
 
 
Nada en exceso
La segunda inscripción cincelada en Delfos, «Nada en exceso», es, si cabe, todavía más pertinente a nuestro caso. Según E. R. Dodds, se trata de una máxima por la que sólo puede regirse quien conoce a fondo su lujuria, su orgullo, su rabia, su gula -todos sus vicios en definitiva - ya que sólo quien ha comprendido y aceptado sus propios límites puede decidir ordenar y humanizar sus acciones. Vivimos en una época de desmesura: demasiada gente, demasiados crímenes, demasiada explotación, demasiada polución y demasiadas armas nucleares. Todos reconocemos y censuramos estos abusos aunque al mismo tiempo nos sintamos incapaces de solucionarlos.
¿Pero qué es, en realidad, lo que podemos hacer con todo esto? La mayor parte de las personas destierran directamente las cualidades inaceptables e inmoderadas a la sombra inconsciente o las expresan en sus conductas más oscuras. De este modo, sin embargo, los excesos no desaparecen sino que terminan transformándose en síntomas tales como los sentimientos y las acciones profundamente negativas, los sufrimientos neuróticos, las enfermedades psicosomáticas, las depresiones y el abuso de drogas, por ejemplo.

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 31/03/2017 a las 00:32 | Comentarios {0}


Leo hoy que una persona que ha hecho comentarios sobre el presidente franquista Luis Carrero Blanco y su forma de morir -en un atentado de ETA hace más de 40 años ¡¡¡¡¡hace más de 40 años!!!!!- ha sido condenada a un año de cárcel y a siete de inhabilitación por la Audiencia Nacional. El año de cárcel si la sentencia se hace firme (imagino que la recurrirá ante el Supremo) no lo cumplirá pero los siete de inhabilitación -según sus palabras- le han arruinado la vida porque ella pensaba dedicarse a la educación -imagino que en centros de titularidad pública-. He leído muy por encima los comentarios que ha hecho esta señora y al leerlos lo que no entiendo es como no han sido llevados ante la justicia el arzobispo Cañizares (por incitar al odio con sus homilías) o el portavoz del PP Rafael Hernando cuando realizó frente a las cámaras de televisión unas declaraciones en las que tachaba de peseteros a los que querían recuperar a sus familiares asesinados por el franquismo -es decir: víctimas del terrorismo de Estado-.
Muchas veces la Reacción ha vencido a los Movimientos Progresistas, es cíclico y no me voy a poner aquí a recordar episodios de este cariz (historiadores tiene la historia). Vivimos una época retrograda, demócrata/fascista (mano de hierro en guante de terciopelo). Si tanto se cacarea la libertad de expresión, dejemos que la libertad se exprese y si no es así: ¡Señores retrógrados: quítense las caretas. Sus abuelos -por lo menos- tenían más cojones (perdón, seamos políticamente correctos) u ovarios que ustedes y llamaban a las cosas por su nombre y enterraban a sus enemigos en las cunetas de las carreteras o rapaban al cero los cabellos de sus enemigas. Ahora con las puñetas de sus jueces hacen callar a alguien que un día ¡Oh, escándalo! escribió: Kissinger le regaló a Carrero Blanco un trozo de luna y ETA le pagó el viaje. Ahora eso sí, el comisario Antonio González Pacheco, alias Billie el NIño, torturador de ciudadanos durante la modélica transición española, sigue en la calle tan pancho.
¡Váyanse a la Santa Mierda! Son ustedes la hez de eso que llaman justicia (¿podré escribir esto? ¿me meterán en la cárcel? ¿me llevarán a juicio? ¿me acusarán de terrorista?).

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 29/03/2017 a las 19:02 | Comentarios {0}





Quiero ver el mar
y escuchar el silencio
entre dos olas

***

Allí en el desguace de automóviles
someterme al abismo
del mar entre dos olas

***

Silencio entre las grúas
en la noche sin luna.
¡Que está lejos el mar!



 

Poesía

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 26/03/2017 a las 12:40 | Comentarios {2}


La cruz ha sido quemada en el campo.
Nadie ha visto nada. Tan sólo cuando la cruz ardía se reflejó su llama inmensa en el cristal de la ventana del dormitorio de la muchacha y ésta que quizá duerma con los ojos entreabiertos -como dicen que duermen los que han temido mucho- se fue despertando como -relataba- si estuviera inmersa en el Infierno y el Diablo que era Dios (-porque es el Diablo el dios de esta tierra; porque la voz tronante del dios veterotestamentario es el Diablo que se adueñó de esta tierra que sí es cierto que fue obra de un dios, de uno de los infinitos dioses que pueblan los universos infinitos, como también lo es que cual ventosidad que nos aligera los intestinos y una vez realizada su función olvidamos, así le ocurrió a ese dios con esta tierra: que una vez expulsada y aligerada de esta forma la infinita capacidad creadora de un dios en todo infinito, la olvidó y fue colonizada por uno de sus ángeles caídos también infinitos en número como corresponde a todo lo que humee a divinidad.) fuera lanzando a su rostro llamas de fuego y calor y se despertó temerosa del mundo oscuro en el que estaba y se despertó empapada en sudor y lágrimas mientras en los cristales de la ventana observaba los reflejos amarillos y rojizos de la madera crucificada. Más tarde confesó -pues confesarse parecía que era lo que hacía- que cayó en el suelo, abrió los brazos y de hinojos rezó al Diablo que ella creía Dios para que no castigara su visión de la cruz ardiendo y elevando la vista hacia nosotros concluyó la muchacha que Dios posó su mano en sus senos y arrancó para siempre el ahogo de ellos. Desde entonces respira como si sus pulmones contuvieran menta y hierbabuena y ya no teme las cruces ardientes ni el que dirán por empeñarse en llevar los senos descubiertos para que todos admiren la huella indeleble de Dios en su carne mortal y nutricia.

Cuento

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 23/03/2017 a las 18:06 | Comentarios {0}


Versión española de J. Escue Porta. Ediciones MK 1979


Busto de Calígula
Busto de Calígula
QUEREAS: ¿Me has mandado llamar, Cayo?
CALÍGULA: Sí, Quereas (Pausa)
QUEREAS: ¿Tienes algo particular que decirme?
CALÍGULA: No, Quereas (Pausa)
QUEREAS: (Algo irritado) ¿Estás seguro de que sea necesaria mi presencia?
CALÍGULA: Completamente seguro, Quereas. (Nueva pausa. Afable de repente) Tienes que disculparme. Estoy distraído y te recibo muy mal. Siéntate ahí y charlemos como buenos amigos. Necesito hablar un poco con alguien que sea inteligente.
(Siéntase Quereas. Parece natural por primera vez desde el comienzo de la obra)
Quereas, ¿te parece que dos hombres que tienen igual grandeza de alma, igual orgullo, puedan hablarse al menos una vez en la vida con el corazón en la mano como si estuvieran desnudos uno frente al otro, despojados de sus prejuicios, de sus intereses particulares y de las mentiras en que viven?
QUEREAS: Me parece posible, Cayo; pero te creo incapaz de hacerlo.
CALÍGULA: Tienes razón. Tan sólo quería saber si pensábamos lo mismo. Por lo tanto pongámonos las caretas y utilicemos nuestras mentiras. Hablemos igual que se pelea, cubiertos hasta la guarnición de la espalda. ¿Por qué no me quieres, Quereas?
QUEREAS: Porque no hay nada en ti que sea amable. Porque no se manda en estas cosas. Además, porque te entiendo demasiado y a nadie le gusta ver en los demás el rostro que trata de esconder de sí.
CALÍGULA: ¿Por qué me odias?
QUEREAS: Te equivocas en eso, Cayo. Te juzgo nocivo, cruel, egoísta y vanidoso. Pero no puedo odiarte porque no te creo feliz. Tampoco puedo despreciarte porque sé que no eres cobarde.
CALÍGULA: Entonces ¿por qué me quieres matar?
QUEREAS: Ya te lo he dicho. Te considero nocivo. Me gusta mi seguridad y me es necesaria. Casi todos los hombres son como yo. Son incapaces de vivir en un mundo en cuyo seno pueden instalarse de repente las ideas más extrañas. No, yo tampoco quiero vivir en un mundo así. Prefiero tener la seguridad.
CALÍGULA: La seguridad y la lógica no hacen buenas migas.
QUEREAS: Cierto. Lo que digo no es lógico pero sí saludable.
CALÍGULA: Sigue.
QUEREAS: No tengo nada que añadir. No quiero penetrar en tu lógica. Tengo mi idea acerca de mis deberes como hombre. Sé que la mayor parte de tus súbditos piensan como yo. Tú eres un estorbo. Es natural que desaparezcas.
CALÍGULA: Todo esto es muy claro y muy legítimo. Para la mayor parte de los hombres sería incluso evidente. Pero no para ti. Tú eres inteligente y la inteligencia se paga o se niega. Yo pago. Tú no quieres negarla ni quieres pagar.
QUEREAS: Porque yo quiero vivir y ser dichoso y creo que ni lo uno ni lo otro son posibles si se lleva lo absurdo hasta sus últimas consecuencias. Yo soy como todos. A veces, para escapar de ello, me pongo a desear la muerte de los seres queridos o a codiciar mujeres que me prohíben poseerlas leyes de la familia o de la amistad. Para ser lógico tendría que matar o poseer. Pero estimo que esas ideas vagas carecen de importancia. Si a todos nos diera por llevarlas a cabo no podríamos vivir ni ser dichosos. Y una vez más esto lo que importa.
CALÍGULA: Es forzoso que creas en alguna idea superior.
QUEREAS: Creo que hay acciones más nobles que otras.
CALÍGULA: Para mí son todas equivalentes.
QUEREAS: Lo sé, Cayo, y por eso no te odio. Pero eres un estorbo y es preciso que desaparezcas.
CALÍGULA: Me parece justo. Pero ¿a qué decírmelo arriesgando con ello tu vida?
QUEREAS: Porque otros ocuparán mi sitio y porque no me gusta mentir (Pausa)
CALÍGULA: ¡Quereas!
QUEREAS: Dime, Cayo.
CALÍGULA: ¿Te parece que dos hombres que tienen grandeza de alma, igual orgullo, pueden hablarse, al menos una vez en la vida, con el corazón en la mano?
QUEREAS: Me parece que es lo que acabamos de hacer.
CALÍGULA: Lo es, Quereas. Y eso que no me creías capaz de hacerlo.
QUEREAS: Me he equivocado, Cayo; lo reconozco y te doy las gracias. Ahora espero tu sentencia.
CALÍGULA: (Distraído) ¿Mi sentencia? ¡Ah! Te refieres a... (Sacando la tablilla de su manto) ¿Conoces esto, Quereas?
QUEREAS: Sabía que estaba en tu poder.
CALÍGULA: (Apasionado) Sí, Quereas, y tu franqueza ha sido simulada. Nuestros dos hombres no se han hablado con el corazón en la mano. Pero no tiene ninguna importancia. Ahora vamos a dejar ese juego de la sinceridad y volveremos a vivir como antes. Es preciso aún que intentes comprender lo que voy a decirte, que padezcas mis ofensas y mis humores. Oye, Quereas, esta tablilla es la única prueba.
QUEREAS: Me marcho, Cayo. Estoy harto de este juego de títeres. Lo conozco demasiado y no quiero verlo más.
CALÍGULA: (Con la misma voz apasionada y atenta) Quédate aún: es la única prueba, de verdad.
QUEREAS: No creo que te hagan falta pruebas para ordenar la muerte de un hombre.
CALÍGULA: Es verdad. Pero, por una vez, quiero contradecirme. No molesto a nadie y es tan agradable contradecirse de vez en cuando. Es como un descanso y necesito descansar, Quereas.
QUEREAS: No te entiendo, ni me gustan tantas complicaciones.
CALÍGULA: ¡Claro, Quereas! Tú eres un hombre sano. Tú no deseas nada extraordinario (Con una carcajada) Tú quieres vivir y ser dichoso. ¡Nada más!
QUEREAS: Creo que será mejor dejarlo.
CALÍGULA: Todavía no. Un poco de paciencia, hazme el favor. Aquí está la prueba, mira: quiero figurarme que no puedo condenaros sin ella. Esta es mi idea y mi descanso. Pues bien, fíjate en qué se convierte la prueba en manos de un emperador.

(Acerca la tablilla a una antorcha. QUEREAS vuelve hacia él. Los separa la antorcha. La tablilla se derrite)

CALÍGULA: ¡Ya lo ves, conspirador! Se derrite y a medida que desaparece esta prueba, un alba de inocencia amanece en tu rostro. ¡Qué admirable pureza en tu frente, Quereas, qué hermosura, qué hermosura tan grande la de un inocente! Admira su poder. Ni los dioses mismos pueden dispensar la inocencia sin castigar antes. Mientras que a tu emperador una llama le basta para absolverte y alentarte. Prosigue, Quereas. Ve hasta el final de tu espléndido razonamiento. Tu emperador aguarda el descanso. Este es su modo de vivir y ser dichoso.

(QUEREAS mira a CALÍGULA con estupor. Esboza un ademán vago. Parece comprender, abre la boca y sale brúscamente. CALÍGULA sigue manteniendo la tablilla encima de la llama y, sonriendo, acompaña a QUEREAScon la mirada)

Invitados

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 21/03/2017 a las 19:23 | Comentarios {0}


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