Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
1.- Últimamente en el mundo editorial español se están publicando novelas cuya base argumental es ETA, el mundo de ETA, el País Vasco en los tiempos de ETA. Ahora los escritores vascos se atreven a fabular sobre ETA. ETA se está convirtiendo en un negocio editorial. ¿Quién ha perdido el miedo a ETA: los escritores o los editores?
Me pregunto si cuando las víctimas de aquella guerra eran ninguneados por sus vecinos, si cuando el terror hacía más grises los días grises de Euskadi, no hubiera sido el momento para que se escribieran estas historias que ahora se publican. ¡Callados como putas estuvieron los escritores! Cosa que no es de extrañar porque los escritores somos putas. Ni más ni menos.

2.- Soy espectador de tertulias políticas. Siempre espero de los tertulianos (no escribo analistas porque la televisión o la radio no permiten el análisis. El análisis necesita un desarrollo y estos medios de comunicación exigen el titular, el comentario rápido) llamados de izquierdas críticas al voto de los ciudadanos. Hay como un laico respeto sagrado a la decisión mayoritaria de la ciudadanía y ese silencio, esa no crítica, creo que tiene que ver mucho más con la política de los medios y con el miedo del tertuliano a ser expulsado del sanedrín que con la verdadera crítica. Porque habría que criticar que en España, por ejemplo, un partido acusado de organización criminal en los tribunales como el Partido Popular vuelve a ganar unas elecciones por mandato del pueblo.

3.- Antes de las elecciones norteamericanas todos estos tertulianos, incluidos los de derechas, echaban pestes del candidato Donald Trump pero tras su victoria no paro de escuchar ahora que bueno, que ya veréis como tampoco es para tanto, una cosa es la campaña electoral y otra el ejercicio del poder. A mí no me llevan los demonios porque ya no creo en los demonios, lo que me enciende y me deja estupefacto es el mundo en el que vivimos; lo que me subleva es ver cómo uno de los países supuestamente más avanzados del mundo vota por mayoría -mayoría de los que votan. Porque el porcentaje de votantes ha sido, creo, un 53% de los norteamericanos y el voto popular lo ha ganado Hillary Clinton, no así el de los electores. Lo que en resumidas cuentas viene a decir que con menos del 25% de los votos este tipo es presidente- a un personaje que le gusta mostrarse como un energúmeno inculto, zafio y peligroso.

4.- Dada mi ignorancia, no me atrevo a desdecir a los muchos sabios que por el mundo pululan los cuales suelen hacer una loa a los hombres y se muestran optimistas para con nuestra especie. Muchos de ellos dicen que el pesimismo no es más que una floritura intelectual para hacerse el interesante. Yo sólo espero que tengan razón -o cuando menos que tengan sus razones- pero también espero que visceralmente tengan cuajo para argumentar, instintivamente, su optimismo.

5.- La ley del péndulo me azota. En ocasiones hago un repaso por los dirigentes de este mundo y me invade la melancolía y una desesperanza que apenas logro cortar con el arte o un amigo.

6.- Yo no sé si hubiera tenido la audacia -de habérseme ocurrido- para escribir una novela en los años de plomo sobre la intrahistoria de una familia de etarras y una familia de constitucionalistas que vivieran en el mismo pueblo. Ni tampoco sé si de haberla escrito, hubiera habido una editorial con la valentía de publicarla. Entre el miedo y el conservadurismo hay una muy delgada línea. Entre la cobardía y la cautela también.

7.- El mundo contiene el aliento demasiadas veces y cuando al fin se expulsa, hiede.

Ensayo

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 09/11/2016 a las 15:38 | Comentarios {0}


Cuando Rubén la vio al volver al café del centro, Laura estaba sentada en la misma mesa de la primera vez sólo que entonces llevaba su pelo rojizo suelto y ahora lo llevaba recogido en una coleta; estaba leyendo un libro muy grueso -de más de mil páginas pensó Rubén- y de a pocos tomaba notas en un cuaderno; bebía un té con limón; iba vestida con una minifalda vaquera, leotardos negros, botines también negros y un jersey de cuello de cisne rosa. Rubén se sintió osado -o no podía por menos que ser osado- y eligió para sentarse la mesa más próxima a la de ella. Con gesticulación forzada llamó la atención del camarero y la de ella que levantó la vista de las hojas y clavó sus ojos de miel en los verdes de él. Quizá dudó un momento si le conocía -quizá no y tan sólo fue el tiempo necesario para tomar una decisión- y le mostró una sonrisa cuando le dijo, ¡Vaya, si está aquí lo que a lo mejor espero!
El día ocho de septiembre, ocho meses y cinco días tras San Blas, Rubén escribió en su Cuaderno Marrón:

Cuento

Tags : Las manos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/11/2016 a las 12:14 | Comentarios {0}


La llamó Laura en honor a Petrarca, no porque ella se llamara Laura. Ella no le dijo su nombre. De hecho estaba convencido de que ella se llamaba Petra por el óvalo de su cara y por los labios que eran gruesos y bien dibujados como los labios -imaginaba- de  David de Miguel Angel. Una mujer con ese óvalo y esa boca no podría llamarse de ninguna otra manera. La llamó Laura para no tener que llamarla por su verdadero nombre. La llamó Laura para llamarla como se llama a las Ideas.
Dijimos que cuando él la vio por vez primera fue en el mes de febrero en un café del centro. No dijimos si fue a primeros de febrero o a finales. Pues bien, fue a principios de febrero y para ser más exactos el día de San Blas y ese dato -que fuera el día de San Blas- le llevó a pensar que Laura estaba destinada a ser su esposa y la madre de sus hijos porque ya lo dice el refrán, Por San Blas la cigüeña verás.
Laura no apareció por el café del centro a lo largo de toda la semana. Él -al que tenemos que llamar de algún modo. Es condición necesaria bautizar a las personas. El nombre propio nos otorga la propiedad de ser, así es que le llamaremos Rubén, nombre que además nos puede llevar por una genealogía que emparente con una de las doce tribus de Israel aunque en este caso las mezclas con gentiles desde más allá del siglo XV dificultaría mucho la investigación- fue todos los días a la misma hora en que la vio por primera vez lo que le suponía una seria alteración de su rutina porque Rubén vivía al sur de Madrid en un pueblo llamado Aranjuez y había ido a aquel café del centro por hacer tiempo hasta que fuera la hora de acudir a una cita con una abogada laboralista que le estaba llevando los papeles de un despido improcedente.
Laura no acudió pero Rubén sí acudió a Laura.

Cuento

Tags : Las manos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/11/2016 a las 14:25 | Comentarios {0}


La cosa empezó en los dedos (¿o por los dedos?). No fue de improviso, más bien empezó siendo una intuición que nació al aire de su olvido. Parece que a sus dedos no les gustó su olvido y así él una mañana intuyó algo en ellos. Aún no era nada. No existía una marca física, un sarpullido, por ejemplo o un resquebrajamiento de la piel. Ahora puede decir que a finales de agosto supo que algo iba a empezar. Sin saber por qué decidió anotar las sensaciones en sus dedos en un cuaderno marrón que guardaba desde el año 1996 en uno de los últimos cajones de su escritorio. Tampoco se preguntó el por qué de ese cuaderno. Por qué había recordado ese cuaderno al que le puso pomposamente el título de Cuaderno Marrón, justo el día en el que en el intersticio entre el dedo anular y corazón de la mano izquierda surgió una mínima señal rojiza. Nada. No era nada. Él tomó su recuperado Cuaderno Marrón y escribió: 6 de septiembre. Señal rojiza entre el dedo anular y corazón de la mano izquierda. Quizá sea la última vez que me quedo mirando el teléfono como si fuera una nave interestelar. La soledad es esto: una mancha rojiza entre los dedos... o su importancia.
Eso escribió el primer día en que sus dedos empezaron a mostrar que la crisis acababa de estallar. Nunca se sabe por dónde empiezan. Nunca se sabe cómo acaban. La crisis, entonces, es la vida porque ¿cómo ocurre que el acto sexual de tus padres? Más ¿cómo ocurre que a tus padres se les ocurriera ese día, en ese instante, acoplarse? ¿Por qué ese óvulo con sus específicas mitocondrias? ¿por qué ese espermatozoide encontró el camino y le quedaron fuerzas para horadar la pared del óvulo y llegar hasta su núcleo? ¿qué ocurrió para que nada se estropeara? ¿qué jodida conjunción de astros se dio para que 40 años más tarde, un mes de febrero se encontrara con la mirada de Laura en un café del centro? ¿Por qué supo? ¿Por qué intuyó -como ahora con los dedos- que la persona que había quedado con ella le había dado plantón y que a ella ese plantón le había dolido especialmente -por qué supo ya que le había dolido especialmente-, decidió levantarse y temblando le dijo: Yo no soy a quien esperas pero a lo mejor soy lo que esperas? Y Laura rió y la risa se le mezcló con alguna lágrima (que ya se había deslizado justo antes de que él llegara) y le respondió, No creo que seas lo que espero. ¿Sabía su madre cuando le estaba abriendo las piernas a su padre que había de tener un hijo estúpido de aquel encuentro? ¿lo intuía cuando menos? ¿Sabía su padre que aquel vaivén de sus caderas montado sobre la grupa de su esposa iba a dar como resultado un vástago emocionalmente desequilibrado? ¿Sabían que su hijo sería capaz de intuir los desastres antes de que aparecieran los síntomas?

Cuento

Tags : Las manos Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/11/2016 a las 20:22 | Comentarios {0}


En las Bellas Artes: Decoración (dibujo, pintura o escultura) en los monumentos antiguos descubierta en Italia en las excavaciones que se realizaron en el Renacimiento que representan seres fantásticos, composiciones caprichosas donde figuran personajes, aninales y plantas extrañas.
Grotesco viene de la palabra italiana grotta (cueva, gruta).


Grotesque
Monólogo sin personaje
De tus entrañas entonces. Sin calma. Que me abro en canal. No, verte desnuda no es recordar la tierra. Ya tu desnudez no me recuerda a nada, pérfida. Que te has ido. Que ya no me hueles ni yo podré oler tu celo -fuerte olor a sangre de hembra- en los plenilunios. ¡Ah, lasciva, cómo aspiraba el aire cuando la luna estaba preñada y los cielos andaban descubiertos y se abrían de piernas las aguas sin restos de amoniaco en mis venas! ¡Cómo te mordí la boca! ¡Cómo apreté con mis dientes tus pezones! ¡Cómo ordeñé tu pecho una noche vieja en la que todo era nuevo! Ya nada me recuerda a ti excepto mi memoria al despertar cada mañana o una hoja de otoño que cayó desde no sé qué árbol hacia mí ayer cuando volvía o el color del azúcar moreno o el pis según lo que haya comido o un zapateado lento que escuché no sé si en la vida o en los sueños o cuando maniobro en el garaje con el coche o si me detengo en un paso de cebra o si compro leche semidesnatada y unas habas para hacerlas con jamón o si suena el teléfono, perra, a las nueve y media de la noche. Porque en la mesa reposa un libro titulado Aimer l'amour, l'écrire, en la mesa de cristal, en la mesa en la que una tarde, al poco de conocernos, te apoyaste, te bajaste las bragas y me dijiste, ¡Cómemelo! y yo te lo comí y me deshice en elogios de tu coño y balbuceé no sé cuántas expresiones estúpidas sobre tu flujo y manoseé con nerviosidad tus muslos. Y tú y tus ojos, tus grandes ojos, tu boca grande, tus orejas grandes, tus manos grandes, loba, loba, loba que me engulles entero, que me dejas en los huesos para festín de las carroñeras. Sí, arrasaste mi tierra que era fértil y llena de versos; sí, empozoñaste mis manantiales. Mi semen, desde que te fuiste, ya no sabe a almendra y limón sino a vainilla y lubricante artificial. Sí, desnudo de cintura para abajo me has dejado; al aire mis vergüenzas en este día gris, ya el otoño, puta gata de mierda, ¿por qué esta lluvia? ¿por qué me he duchado? ¿por qué lo he dejado todo en silencio? ¿por qué arrastro mis palabras como si fuera un viajero muy cansado en una noche de invierno y tú fueras la única candela que podría calentar mi cuerpo? No te odio y quisiera odiarte para poder insultarte los más pavorosos insultos de amor.
¿Te estás mirando en el espejo de tu cuarto de baño? ¿Has entrado en el salón y has recordado nuestros arrebatos en el sofá de la abuela? ¿Alguna vez te asalta mi mirada? ¿O mi boca? No ronronees. Ya no te escucho excepto si cae la lluvia o viene el matarife con su capapuercos o un fuego artificial estalla de repente o si cruje el árbol en el monte o si rasca un poco el cambio de marcha o cuando hierve el agua, justo antes de poner la pasta o si en la madrugada el trueno me recuerda tu explosión sonora en el orgasmo. ¡Córrete! ¡Córrete! Grita tu placer en mi oído y descansa después, gata muerta, entre mis brazos que yo te dejaré que te pudras sin moverte ni una miajita.

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 05/11/2016 a las 13:24 | Comentarios {0}


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