Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Ahora no voy a creer
sólo voy a mantenerme con la espalda recta
Porque he leído textos que acarician las palabras
y hacen con sus conexiones versos
Ahora tengo la mirada de los veintitrés años
como siempre la tuve
Nunca ha desfallecido
Las cuatro dimensiones me enloquecen
Si alcanzara
como si dijera el sabio
Hablara el sabio
el que ha descubierto
la espita
la droga
Camino por un bosque con un sendero
todos los días
Un día lo hice con lluvia
había muchos charcos
me calé más allá de los huesos
Camino por un bosque con sendero
escucho los pájaros
los pasos de animales invisibles para estos ojos que no saben mirar a los animales del bosque
escucho mugidos a lo lejos
y también las aguas de un regato que seguro se secará en el estío
Camino por un bosque con sendero
cada vez un poco más lejos
un poco más lejos cada vez
Subo y bajo y observo y escucho y me detengo
Como mojón establezco una peña
luego me demoro
ensueño
No hay nada dice el sabio
La delectación por unos conceptos (si dijera versos estaría condicionando... estaría alterando)
Elogio haría de mi estado
de los paseos por el bosque con sendero acompañado por mi perro
tan feliz entre arbustos espinosos y encinas y margaritas salvajes
y probablemente brezo
Nada hay que saber
en ese camino, con esos senderos, que suben y bajan y creo que al final acaban en una gasolinera
Me dejo llevar
cada vez más lejos
No quiero llegar al final
no quisiera que fuera verdad y allí, al final del camino del bosque con senderos me encontrara con un depósito de gasolina de una carretera general
Porque en el bosque encuentro a una muchacha con un perro sordo
Porque en el bosque encuentro palos de todas las formas y colores
Y apenas recuerdo nada en el bosque
Todo se dilata
También mi pecho cuando acompaso la respiración al paso
No recuerdo nada
ni los aplausos del día anterior
ni la vergüenza que siento cada mes cuando tengo que pedir
ni la ansiedad que me procura saberme en un sendero del bosque con senderos
No lucho contra el insecto ni lo espanto
Incluso ayer me quité la camisa y dejé que el sol incidiera en la piel del torso (recién nacida)
Mantener la espalda recta
Olvidarme de mañana
Recordar una brazada bien dada (el agua no está fría y no se escuchan quejidos ni soflamas. No hay militares. No hay asesinos. No hay sacerdotes. No hay bandas. No hay mantas. No hay osadía. Sólo dos números: un/dos un/dos un/dos un/dos un/dos. No hay melodía. No hay duda)
Más de mañana cada vez
Que el sol no pique
Que los pájaros luzcan su mejor trino
y las carpas naden en círculos al final del pantano
Mantener la espalda recta
Acuchillado
Monótono
Sin saber muy bien en qué consiste vivir
Amortiguado
A la espera del encuentro
Sé vivir solo
Aprendí, por fin, a hacerlo
Sé vivir junto a mi perro y mi arce japonés
Los dos están sanos
A veces, bien es cierto, pierdo la serenidad y golpeo al perro o dejo de alimentar al arce
Apenas ocurre. Aún ocurre
Por el camino del bosque con senderos hoy me he caído
El perro se ha acercado. Me ha mirado con sus orejas vigilantes. Le he calmado
Eso es la vida
aunque no sepa muy bien si eso es la vida
El tiempo desaparece en el bosque
He descubierto que es porque los árboles se lo comen
Creí ver una chicharra
como un puñal en la espalda
desnuda, bajo el sol,
Negro y amarillo no es morir. Fotografía de Olmo Z. abril 2015
Negro y amarillo no es morir. Fotografía de Olmo Z. abril 2015

Miscelánea

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 07/05/2015 a las 23:38 | Comentarios {0}


¡Dame veneno que quiero morir! (Popular)
¡Mardito parné! (Popular)
Cada uno cuenta la feria según le va (Popular)


Proemio
Me llama Fernando García-Loygorri a altas horas de la madrugada. Él sabe que soy animal nocturno (en realidad también lo soy diurno y vespertino. Quiero decir: soy animal a todas horas) y que es en la madrugada cuando más me dedico al juego de la elucubración y los escritos con los que suelo (en más de un 99,99%) limpiarme el culo de la primera cagada del día siguiente (la deliciosa cagada del café con leche y cigarrillo mientras el cuerpo caliente de la amante de turno me espera  en la cama, oculto por las sábanas... -sabéis que muero por el cuerpo de una mujer dormido a mi lado, en el lado izquierdo del lecho, bajo esta luz salvaje del fin del mundo. No me avergüenza el contaros que en muchas ocasiones disfruto tan sólo del cuerpo, importándome un ardite la mente del cuerpo con el que estoy. Aseguro que el cuerpo del que hablo siente la misma simpatía por mí. Bendito sea si después de toquetearnos, se nos abre la mente y comulgamos aunque sea en dos ideas frenéticas- murmuraciones de viejo verde). Como decía, me llama F.G.L. (me comentó -para que veáis hasta qué punto la vanidad se acomoda hasta a las iniciales- que le gustaba que escribiera sus iniciales porque son las mismas que las de Federico García Lorca) y me pregunta si tengo algo escrito contra la democracia. Yo le contesto, lo más amable que puedo, que por qué no le dan un poquito por el orto y se deja de grandes palabras o de conceptos grandes, que padres tiene la iglesia y que a qué viene ahora esa pregunta. Me responde Loygorri que hace tiempo una amante le metió un consolador por el mismísimo orto y que lo hizo con tal frenesí  que le provocó un desgarro -desgarro físico, no moral- y que quizá fue el recuerdo de ese dolor que sintió -a la par que placer- lo que le llevó a pensar en mí y mis posibles escritos anti-democráticos. Le respondo que si es así la cosa cambia. Todo pensamiento nacido de un consolador en el culo me merece el mayor de los respetos. Así es que le pido que me dé unos días para revisar lo poco que guardo de lo mucho que escribo e incluso -le exclamo- si no tuviera nada al respecto quizá sea una buena analogía para empezar a discurrir sobre ese término con el que se llenan la boca tantas y tantas personas del occidente mundo. Me agradece Loygorri mis palabras y le respondo si como agradecimiento no podría presentarme a la amante que le desgarró. Ríe él. Río yo. Me llama viejo rijoso. Le llamo maricón frustrado. Me contesta que no es políticamente correcto llamarle maricón. Le digo que se vaya a la mierda. Vuelve a reír. Vuelvo a reír. Termino la conversación con un algo te mandaré.
Consolador hervido. Fotografía de Olmo Z. 2015
Consolador hervido. Fotografía de Olmo Z. 2015

Ensayo

Tags : Versus democratia ¿De Isaac Alexander? Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 06/05/2015 a las 19:17 | Comentarios {0}


Escena única


A: ...entonces fuera de aquí, donde nos perderíamos. Imagina. Atrás la curva pronunciada, la alameda, el campanario y el campo de fútbol...

B: También el campo de fútbol.

A: ...entonces yo me fundiría a blanco, dejaría que la estepa se uniera a mí, entre ella y yo nada. Espuma encontraríamos. Una nueva flora.

B: También una nueva flora.

A: ...entonces descansaríamos en el arroyo que fluye hacia el afluente que desemboca el el río que va a parar, como siempre, al mar.

B: También el mar.

A: ... fíjate, fíjate bien. Más allá de aquel horizonte. Más allá de la Siberia. Más allá de las creencias. Más allá de la energía oscura. Fíajte bien porque será allí donde entonces, donde entonces.

B: También donde entonces.

A: Y yo podré decirte y tú, tú podrás mirarme. Sosiégate. Apóyate en mi regazo que esta noche llena se presagia a sí misma.

B: También a sí misma se presagia. ¡Schchsst! Espera. No es la alondra porque nunca la reconocería. Ni es pisada de animal salvaje. Es sonido de viola y arpa. No quieras ahora continuar la charla porque tu regazo se me antoja intenso como la mora en septiembre. Haremos compota. Haremos si queremos febrero. Nada importará lejos de aquí. Aquí que es escape y burla y algo muy parecido al lastimero canto de un muecín borracho. Así toma mi mano y descansa de imaginar. Nada hay que imaginar. Todo está aquí. También la rama que cortaste está aquí y el cabecero de la cama que echamos hace tiempo al limo del pantano. No hay que imaginar. No hay que esperar. Ya estamos. Ya estamos. Yo en tu regazo. Tú en el regato.

A: ...entonces no hace falta la escarcha que imagino, ni el pie que se camina ni el hacho que ilumina el pasadizo del castillo: no quieras la barba del vecino ni el aire de la regla ni el vaivén cautivo en los galeones; no quieras de mí; no alardees, ¡qué callados tus labios!

B: ¡Ah!

Teatro

Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 02/05/2015 a las 17:32 | Comentarios {0}


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