Inventario

Revista literaria y artística escrita y dirigida por Fernando Loygorri
Al principio era el hueso. Sobre la roca quedaba por siglos. Sólo los grandes vendavales o las tormentas horrísonas lograban arrancarle del pétreo lecho (pero el afecto surgía en leche cósmica, iba bañando el pedregal que era el mundo, llegaba hasta el hueso que reposaba en su lecho. Quizá fuera el lecho una montaña. Afirma el narrador que el llanto es rémora de las grandes piedras primordiales). Sobre la roca el hueso. Derramándose en la roca la leche cósmica del afecto. Continúa el narrador diciendo si el cielo se conmovió con el hueso y atisbó que la postura del misionero en el acto sexual entre la hembra y el macho fuera símbolo del encuentro -el primero- entre Tierra y Cielo. Pero el hueso siempre sobre la roca porque la materia fue antes que el sueño. Lo que luego hiciera el sueño con la materia es cosa que deviene infinita desde que el hombre apareció y al olvidar la memoria aprendió la escritura y al aprender la escritura creó la ley. Está la joven que tiene un cáncer de médula. Está el niño que se siente culpable de la desgracia de sus padres. Está el viejo que se siente responsable de todos los horrores. Está la mujer de mediana edad a punto del naufragio. Todos ellos vinieron después del hueso sobre la roca cuando las tempestades que duraban dos años abatían las costas de Pangea y provocaban los terribles descuartizamientos que hoy llamamos continentes. Hubo un tiempo de dioses felices. Hubo un tiempo de soma para todos. El afecto era leche cósmica. El hueso se mantenía firme sobre la roca. Hubo un tiempo en el que Lilith fue desterrada del Paraíso. Mujer junto a Adán. Su igual. La que en el destierro paría cien hijos al día fruto de sus encuentros con los demonios que luego eran muertos por tres ángeles vengadores. Yahwé siempre fue dios rencoroso (el rencor es ira envejecida. Yahwé siempre fue dios viejo), pronto a la ira, inclemente en la venganza. Ahora todo está mucho más calmado. Ahora ya no se ven huesos sobre las rocas. En los inicios -quiso fijar para siempre el narrador- en lo que él llama Jardín Nuevo los pájaros iniciaron sus trinos tanteando en un aire aún demasiado espeso; los peces decidieron la inutilidad del pabellón auditivo y se dejaron refrescar por la invención del agua (y también de la sal); los animales de tierra se enorgullecieron de su estirpe y se diseminaron saltando a tiempo en las fallas dolorosísimas que se iban produciendo por las continuas tormentas sobre la Tierra Única del Origen de Todo. Quizá la joven con cáncer se salve y consiga olvidar el veneno que le inyectaban directamente en el corazón. O el niño culpable acepte su derrota. O el viejo abra los ojos de una puta vez a su soberbia. O la mujer de mediana edad se agarre a un tablón y patee con todas sus fuerzas hacia el primer horizonte que se encuentre. Porque en algún lugar sigue el hueso sobre la roca y el afecto como leche cósmica se derrama.

Narrativa

Tags : Sobre las creencias Redactado por Fernando García-Loygorri Gazapo el 08/10/2016 a las 23:54 | Comentarios {0}








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